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¿Qué le importa a Franco Félix?

Había hecho el propósito de escribir una reseña sobre Los gatos de Shrödinger (Tierra Adentro, 2015), la novela de Efe (como llamaré a Franco en estas líneas) pero, después de mantener esta charla con él, pensé que estaba de más decir cualquier otra cosa sobre el autor y sobre la novela, a lo mucho estos tres párrafos introductorios. He tratado de mantener la entrevista lo más apegada a la charla que mantuvimos Efe y yo, espero que se note más en la calidad de lo que se reflexiona que en la extensión de la entrevista.

Los gatos de Shrödinger  está encerrada en su título mismo y a lo que esto alude: es una novela y no lo es; incluso al terminar de leerla se mantiene igual, de ahí su gran relevancia. Efe desarrolla una historia donde en realidad no sucede nada, presenta unos personajes (el Doctor existencialista y Rábano y otros pocos más) que no tienen rasgos más particulares que su impotencia ante la falta de historia: es un día más dentro de sus cuadradas e irrelevantes vidas: solo son dos seres tratando de sobrevivir adversidades, esperanzados en llegar a un lugar que, si bien la novela tampoco lo aclara, pinta inexistente. Al final, el libro de Efe cumple al meternos a nosotros mismos en la caja, no para ver si su experimental creador (Efe, en este caso, ya no el viejo Edwin) consigue demostrar que lo depositado en ella está al mismo tiempo vivo y no; sino para que sea el objeto de análisis (el lector) quien pueda verse dentro de su caja, de su vida, y se descubra vivo, si se cree muerto o muerto si se cree muy vivo; y también para caer en cuenta de que no somos más que un personaje (a veces Doc, a veces Rábano; a veces detectives; a veces uno u otro amante; a veces uno u otro sicario) dentro de la narrativa del absurdo que es este mundo, esta Historia Universal, escrita por alguien muy parecido al estilo de Franco Félix (si no me creen, lean la novela, también comienza con un reptil buscando sobrevivir).

Dada la naturaleza de la novela, tampoco le di mucha importancia a la parafernalia de fijar una hora y día específico para la charla con Efe, incluso retomábamos días después de iniciada. Así fue como quedó, repito, con la menor de las ediciones.


Elías David

¿Cómo te fue anoche, hermano?

Franco Félix

Quihubo, Elías, todo excelente.

Elías David

Con unas cervezas nada puede ir mal.

Franco Félix

Nada.

Elías David

¿Cómo andas de tiempo ahora?

Franco Félix

Ando terminando un texto, pero le damos de una vez a la entrevista. Le pongo pause. Uno de mis personajes se modificó. Me ha sorprendido bastante, no lo esperaba.

Elías David

¿Qué tanto? O sea, ¿te va a cambiar mucho el texto?

Franco Félix

No, me ahorrará otros movimientos, nada más. Ahí va.

Elías David

¿Te pasó algo así con Los Gatos?

Franco Félix

Sí, más o menos. La verdad es que no sabía cómo terminaría ese libro. Es decir, no sabía a dónde iba.

Elías David

Y sigue así. Como las piedras rodantes de la novela.

Franco Félix

Sigue avanzando, es cierto.

Elías David

¿Qué querías al inicio del libro? ¿Cuál fue tu motivo inicial?

Franco Félix

¿Ya empezamos? ¡Jajaja!

Elías David

¡Jaja! Sí.

Franco Félix

Ese libro fue escrito por mera necesidad. Estaba pasando por un muy mal rato, hermano. Lo escribí en 2013. Yo recién había vuelto a Hermosillo y todo cambió. Aunque no para bien. Antes estaba en la CDMX trabajando cómodamente y tuve que venirme a mi ciudad porque mi padre perdió la vista. No sé si fue la mejor decisión volver, porque acá en Hermosillo el trabajo de editor, que es a lo que me había dedicado durante mucho tiempo, es uno de los más difíciles. Las revistas acá están interesadas en darte consejos sobre tu dentadura o sobre los peinados que debes llevar en verano, si eres una mujer de 50 años y todavía quieres parecer una de 30. Ese tipo de cosas. Fruslerías editoriales que venden mucho. Ya sabes. Y bueno, mi perfil literario siempre ha sido un estorbo. Como sea, me vine acá a Hermosillo a cuidar a mi padre. A estar cerca de la familia. Pero, bueno, estuve pasando por muy malas rachas económicas y sufrí una depresión horrible y terminé una relación, me robaron la computadora, en fin, se fueron acumulando muchos malos días. Hubo un momento, lo recuerdo bien, que estaba dormido sobre una puerta. Me sentía como en el último piso.

Fueron días muy oscuros, Elías. Y recuerdo que sufrí una epifanía. Una pequeña iluminación. Volver a lo único que tenía. El cuarto en el que vivía, un antiguo estudio de un amigo, estaba rodeado de hojas y ropa sucia y cosas viejas y todo eso. Tomé unas hojas y una pluma y empecé a escribir.

No quiero decir que la Literatura sea un tipo de salvavidas ni toda esa mierda positiva. Pero sí que puede servir para expulsar toda la aversión y el miedo y el coraje y la confusión.

Hice unos bocetos, por ahí los tengo, te los puedo pasar, cuando quieras, y desarrollé a los personajes. Rábano y Doc. Seres herméticos, confundidos, separados de toda racionalidad y toda pretendida lógica.

Me ayudó bastante escribir ese texto, porque me expliqué muchas cosas que hasta ahora sigo creyendo: Nada, nada se sostiene. Todo esto es absurdo. No veo ningún asidero. Y no es una idea pesimista solamente. Es una disposición casi necesaria para mí, como un credo. No puedo, o no quiero, asumir banderas ni religiones, ni dogmas de ningún tipo. Porque esta nueva ola de «seres pensantes» que andan por ahí aleccionando a todo mundo, creo, desde mi particular punto de vista, que son los seres mucho más quebrados que hay.

Todos los que creen poseer un axioma, una virtud, una verdad. Están bien condenados. Eso creo, hermano. Que no hay un solo sentido claro. Todo es confusión y caos. Y lo único que nos queda es reaprender todo, poco a poco. Como Doc y Rábano. De pronto por ahí sale la explicación. La novela la escribí en 3 días.

Tampoco es que sea muy larga. Pero entré como en un estado frenético. Y salió el texto. Claro que pasaron varios meses para arreglarla y eso.

Trataré de que mis respuestas sean más cortas. Jajajaja, claro que puedes editarlas.

Elías David

No, no, es genial lo que dices.

Franco Félix

Pero me parece pertinente responder eso. Acerca de cómo se hace esta novela. Porque no suelo experimentar esta cosa maravillosa de la organización. Aunque mucha gente piensa que sí soy organizado. Me imagino que se confunde la organización con la obsesión. Ya se verá. Lo que sí, hermano, es que no suelo programar los libros. No los boceto hacia el final. Lo que sí hago es una planificación topológica de los textos. Lo que creo, lo que deseo y la configuración. Pero hasta ahí. Ya en la escritura de la novela, van apareciendo líneas insospechadas.

Elías David

Bueno, si no hay nada sostenible, menos la planeación de una novela, o de una novela como, Los Gatos.

Franco Félix

jajaja, correcto. Seguro que hay cosas muy sólidas. Proyectos bastante concretos. Pero la demagogia con que articulan todo, mi hermano, es exasperante.

Sólo echa un vistazo a las redes sociales. Más allá de que publicamos cosas imbéciles o narcisistas. Más allá de todo eso. Existe un común denominador: todos quieren ser listos. Está tan sobrevalorada la inteligencia. No sobrevalorada, sino malentendida. La crítica se asume como pura antítesis. La brillantez se construye desde lo anti, desde el contra, el menos. Ya nadie apuesta al humor, al doble sentido, a la ironía. Todos se imaginan siendo leídos así: «Wow. Qué comentario tan sagaz. Este tipo o tipa sí que sabe cómo funciona el engranaje del mundo. Le daré Agregar a mis Amigos. Es un héroe».

Todos quieren ser listos. Y veo como un abandono del absurdo. En el absurdo hay temas profundamente reales e iluminadores que estamos dejando de lado, por asumir esta corrección política potencializada por el miedo que tenemos a ser targets de esa misma corrección política. ¿Y dónde quedó Beckett? Hay que volver a él. Leerlo de nuevo. Asumir el caos y reír sin pretender ser el nuevo sacristán de la iglesia de la verdad.

Lo veo muy claro. Lo absurdo se normalizó. Trump es presidente de Estados Unidos. La violencia ha escalado enormemente y nos parece normal. Los cárteles se apoderan de este país, junto con los empresarios. El hombre más rico del mundo (o uno de los más ricos, Slim) vive en uno de los países más pobres de Latinoamérica (México). Nuestros funcionarios roban pero poquito, nuestros gobernantes son asesinos, idiotas, no conocen más de tres libros, todo esto es absurdismo en estado puro, mi hermano; y lo leemos como si fuera normal. Hay una aceptación muy triste de todo esto. Y no digo que incendiemos las instituciones y tampoco es grito desesperado de un activista de sillón. No, sólo digo que hay que reactivar los costados reales de toda esta política y esta cultura domeñada por el absurdo.

Primero: ¿Es absurdo? Sí, es absurdo. Ah, pues entonces, no me vengan con sus discursillos del progreso y de la racionalidad y del avance tecnológico. Esta mierda está mal. Porque he visto mucha gente celebrando de esta manera: «Vivimos en un momento maravilloso, tenemos iPads, teléfonos celulares, mapas virtuales, etcétera».  Jajaja. Es una verdadera pena. Con toda esta tecnología, querido, también hay asesinatos nunca vistos, descuartizamientos, desmembramientos, maneras horribles de acabar con la vida. Hay más celos, hay más stalkers, hay más mujeres heridas, asesinadas. No entiendo cómo pueden celebrar un iPad jajaja

Elías David

Justo pensaba en eso: celebramos los avances tecnológicos, pero no es más que una herramienta nueva para continuar con la barbarie

Franco Félix

Exacto. Es una gran manera de decirlo. Celebramos enormemente los avances tecnológicos, mi hermano, pero seguimos odiando de la misma manera que hace dos mil, tres mil años. Somos xenófobos, homofóbicos, racistas, anti-semitas, mochos.

Elías David

Bueno, volvemos al inicio: nada se sostiene. ¿Qué hacemos? No hay compromiso, no existe el compromiso porque no debería existir aquello a lo que buscan comprometernos, con eso en mente, ¿cómo te levantas al día siguiente para «continuar» con tus «planes de vida»?

Franco Félix

Gracias a San Beckett, por supuesto. Y la gran aporía del siglo XX: «No puedo seguir, seguiré».

Yo no puedo decirle a nadie cómo debe vivir. Ni creo que, a estas alturas, venga un Mesías a recomponer esto. Mi pesimismo consiste en otra cosa, a la vieja escuela de Le Corbusier, que decía que la única manera de arreglar la arquitectura de la Ciudad de México era tirándola y volviéndola a hacer, esto: No veo otra salida que la educación, pero si no vamos a apostar a eso, entonces, venga, el fin del mundo, por favor. Que ya regrese el Ángel Exterminador y haga su trabajo.

Elías David

Comienzas la novela con un reptil en un «baldío tenebroso», como le dices en tu libro. Luego hablas de un monstruo de Gila en cuyas mandíbulas una lagartija más pequeña está siendo masticada, incluso poéticamente: «Crepitan los huesos de la lagartija más chica». En estos primeros párrafos has dado en el clavo, un Ángel Exterminador pero que no es malvado, simplemente devora porque es su naturaleza.

Luego aparecen Doctor Existencialista y Rábano, en una caja, e inicia el discurso: otra naturaleza que teme y enuncia y duda y avanza sin hacerlo de una manera clara.

Franco Félix

Parece nuestra naturaleza. Sí. Autodestruirnos. No hay otra explicación. Quizá es un sistema de regulación demográfica. Quizá los seres humanos, como estamos tan azorados por la moral y la ética religiosa, no podemos suicidarnos en grupos, como los lemmings. Sería mucho más fácil que nos seleccionáramos, que escogiéramos a los grandes malditos de nuestra modernidad y que saltaran por el risco. Pero como somos tan cristianos, tan mochos, no lo vamos a hacer. Así que, la gran hija de puta de la Madre Naturaleza opta por otro sistema: el sobrecalentamiento. Esto debe tener un límite, hermano. Esto en algún momento va a reventar. El globo está casi transparente. Algo pasará, sin lugar a dudas. Y el método más habitual de la Naturaleza es la guerra. Así que, podría ser eso, quizá, esperar que estalle una guerra mundial más y el planeta se reinicie. Sobrevivientes, a lo Cormac McCarthy, ya sabes. Aunque, sin duda, volveríamos a inflar el globo hasta reventarlo de nuevo. Y así, infinitamente.

Doc y Rábano son complementarios. Uno le confirma al otro su existencia. Me imagino que algo así pasó con los primeros hombres. Los que salieron de la cueva. Uno le dijo al otro que el relámpago era un Dios y el otro, al aceptarlo, confirmó al primero su teoría.

Es el viejo truco de Jacotet.

Dice Ranciere que decía Jacotet que un ignorante puede enseñarle a otro, lo que incluso el primero ignora.

Elías David

El espejo deforme nunca miente

Franco Félix

Cierto, nunca.

Elías David

¿Qué haría Franco Félix si se topa con un narco asesino entierra cadáveres e intelectual o, de menos, lector?

Franco Félix

Toco madera. Jajaja.

No, caray, no quiero toparme con ninguno de ésos, ninguno. Ni aunque fuera un ilustrado. No importa que fuera un Harold Bloom. No, no, no. Jajaja.

Haría lo que cualquiera, me echaría a correr.

Elías David

Hacia el desierto o hacia tu caja (si es que no son la misma cosa)

Franco Félix

Jajajaja, me entierro en la arena como cualquier animal cobarde.

Elías David

Hablabas de Jacotet, te pregunto: ¿todo está en todo?

Franco Félix

No comprendo esa pregunta. Venga, qué quieres decir con eso.

Elías David

(Esta pregunta es un puente a la pregunta real: ¿todo está en tu novela?

Franco Félix

Oh. Bueno, en Los gatos de Schrödinger no podría estar todo, porque es muy corta, es decir, entendiendo el todo como una metonimia, claro está. Pero no, me parece que lo que intenté ahí fue desarticular esta noción de racionalidad que impera en la modernidad. Hay un sicario lector, que desarticula la imagen del sicario de la narco-novela, que tiene una psicología muy concreta y no puede salirse de esos límites. Hay unos detectives hipsters, unos amantes ridículos. La idea fue desconectar los semas de sus significaciones. ¿Por qué un sicario no podría amar los libros? Este país es tan bizarro y surreal que cualquier cosa puede pasar.

Elías David

Jacotet decía que todo está en todo, y quizá, usando esto, el arte está en la vida y viceversa, porque en realidad no importa. Todos nos vamos a morir y es delirante, al punto de dejar de voltear a la vida porque es terrible que no sirve para nada. En el fondo, la vida como la conocemos está en este planeta que a estas alturas es un elefante tratando de sacudirse una marabunta. (Perdón, no es pregunta, me dejé llevar por el debraye).

Franco Félix

Jajaja, está muy bien, al final esto es una conversación, me gusta bastante lo que dices

Elías David

¿Qué tanto de ti tienen tus personajes? interactúas mucho con ellos, como su narrador y como autor, te cuelas por ahí. Y me atrevo a decir que el buen Rábano tiene mucho de ti.

Franco Félix

Sí, es posible que sea más parecido a Rábano que al Doc. Porque es más ingenuo ese tipo. Me imagino que los personajes son meros diálogos con ideas que uno preconcibe. Cuando son depositados en el texto, toman forma y se construyen lingüísticamente. Si uno hace un personaje muy distinto de sí mismo, no es sino una misma categoría de lo que «no es uno», pero siempre partiendo desde la idea central: uno mismo y su perspectiva. Los personajes como algo que tememos, algo que odiamos, algo que necesitamos, que deseamos, o algo que no queremos ser o algo que aspiramos, etcétera

Elías David

¿Qué le importa a Franco Félix?

Franco Félix

Es una gran pregunta.

Elías David

Sé que es muy amplio esto, jaja, no la delimitaré, anda, vaga en las afueras de Ciudad Limítrofe.

Franco Félix

Me interesa aprender y comprender. Hallar una idea que articule todo. Y no me refiero a una idea razonable que ilumina todo, que eche luz sobre todas mis dudas. Digo una idea reparadora, que se construya a partir de todo el caos y la paridad. Una idea que sobresalga de entre sus iguales y que atempere, que serene un poco las cosas dentro de la cabeza y logre socializar el desorden y la confusión. Quizá es muy egoísta de mi parte, pero eso es lo que realmente me interesa. Aprender a compartir la vorágine, traducirla y convertirla en lenguaje, ya sea oral o escrito. Me interesa eso, la conexión que hay entre el pensamiento y el lenguaje. Y estudio eso ahora mismo. Pienso que debe haber una conexión entre cada una de las entidades (pensamiento-lenguaje) y que esa conexión puede ser demasiado evidente y hallarse en nuestras conversaciones, y no podemos advertirlo y quisiera dedicarme, durante un par de años a investigar eso. A ver qué encuentro. Hasta ahora tengo una hipótesis, pero habrá que ver si encuentra recepción y aquiescencia.

Claro que también me interesa que el país mejore, que la gente recupere un poco de dignidad, que la violencia disminuya y que haya una mejor calidad de vida para todos, pero de alguna manera hay que intentar cambiar todo esto. No desde el deseo abrupto, ni desde la demagogia. Creo que gran parte del desasosiego y la perplejidad y el desorden se debe a que no hemos hallado un discurso que modifique la psique colectiva, no se ha encontrado un discurso que luxe el cinismo y la arrogancia con la que nos movemos. La publicidad ha logrado que gente que apenas puede comer tenga un smartphone, que cada año, a finales de noviembre, o principios de diciembre, se endeude más y más y compre televisores súper avanzadas aunque tengan casas de cartón. Todo esto se debe no sólo a la naturaleza compulsiva de las personas, sino al discurso que ha construido la publicidad, su influjo verbal. Y la publicidad no es otra cosa que un discurso. Ésa es la gran lección. La publicidad ha puesto a un analfabeta y una actriz de cuarta en Los Pinos. Y sólo gracias a eso, al discurso publicitario. No se había visto, desde Pascual Ortiz Rubio, a quien llamaron «El Nopalito» por baboso, otro presidente tan bobo. Al menos, Ortiz Rubio renunció a su cargo, pero Peña Nieto no lo hará, porque contradiría el discurso inicial y los que vienen en el futuro. Las causas sociales deben hallar una alocución que persuada, no que escandalice, ni enfrente a la comunidad, sino que convenza. El discurso incendiario y panfletario no permite la aproximación con la comunidad, porque ya está desencantada. Se necesita un nuevo recurso oral que le permita comprender al grueso de la sociedad que el horror se apoderó desde todo esto hace tiempo y que la única manera de resarcir el daño es mediante la colaboración y el entendimiento mutuo. No quiero sonar tan hippie, pero lo que quiero decir es que sólo a través de una sana conexión lingüística se pueden construir puentes entre las personas. El lenguaje me obsesiona por eso mismo, porque sé que ahí está la respuesta que andamos buscando todos.

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