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Puro paisaje de Lourdes Vázquez es puro cuento

            Publicado en la Editorial La Criba en agosto de 2023, Puro paisaje de nuestra Lourdes Vázquez es puro cuento. Con un breve prefacio de la autora y su epígrafe de Jacques Lacan (“…something is going on, I can tell you”(9) -algo está pasando, se los puedo decir-), este libro es una “variación, más bien una corrección” de su colección de cuentos titulada La mujer, el pan y el pordiosero publicada en México en 2010 en Ediciones Eón. Se trata de crónica, memoria, suceso, juegos de paisaje y poesía a través de la invocación de la fuerza de la escritura. Es “¡Cosa de espíritus!”(10) como nos dice la misma autora en la línea final de su prefacio.

            Digo que esta publicación es puro cuento porque el arte de narrar se reflexiona y se muestra en las historias. Elmodus operandi de la narradora es mostrarnos deliberadamente las costuras de su oficio. Nos lleva a su mesa de trabajo y nos permite mirar metafóricamente por encima del hombro para ver cómo confecciona su prosa. Desde “El turismo apacible” hasta “La mujer, el pan y el pordiosero”, los dieciséis relatos van marcando diversas modalidades de escritura que se convierten en una posibilidad narrativa. El epígrafe del libro de Édouard Glissant, “Pasar de lo oral a lo escrito es inmovilizar el cuerpo, tomar el control (poseerlo)” (11), marca precisamente esa toma de control del acto de escribir en cuentos como en “Si de cantar se trata”:

            La cámara entra en una habitación vacía… En el centro, una mesa con una escritora como único animal. Furiosa de instintos, teclea en una computadora que recrea experiencias familiares y escribe: Una vez que se hacen referencias al amor no correspondido, salta a mi pensamiento la sala de mis abuelos en Villa Palmeras… (95)

             Esta crónica familiar de la educación sentimental de la narradora a través de la magia del bolero en la voz de un tío cantante despacha el recuerdo para mantener el archivo de la memoria que maneja mientras lo cifra en su escritura antes de pasar a otros registros. Otro cuento por el estilo es el emblemático “Si en algo me parezco” donde se narra la historia del Hotel Normandie a la entrada del islote de San Juan y donde un personaje enigmático llamado Mome Moineau representa toda una época decadente ya ida: “No estuve allí, Mome, no participé de aquello, lo que vi fueron las ruinas del hotel, cuando yo llegué ya todo se había esfumado” (136).

             Puro paisaje amplía aún más el registro de la escritura feminista de Lourdes Vázquez. Las mujeres de estos cuentos se enfrentan al patriarcado de diversas maneras, para lidiar con la idea de género que prevalece todavía en este siglo XXI en el imaginario caribeño. Los personajes se desplazan de América a Europa, y de vuelta a América, para recorrer diversas sensibilidades. En “El turismo apacible”,  la protagonista observa y es observada en un juego vouyerista que le resulta muy caro al final, haciéndola víctima de una violación.  Y en un gótico criollo, este cuento tiene todos los elementos de las historias de súcubos y vampiros.

            “Edades geológicas”, otro cuento de la serie, se acerca al enchule de la mujer joven con el hombre intelectual “viejolo” que la guía por los laberintos de lecturas sobre política y literatura en la ciudad universitaria de Río Piedras, durante los gloriosos años ¿de los 70? A contrapunto con la clásica buhardilla de París del artista, en la que vive su amiga Camila, quien se ha ido a la Ciudad Luz a estudiar, y le escribe cartas con anécdotas de su vida parisina. En este segundo cuento ya se anuncia una de las intenciones de estos escritos, la de quemar etapas:

              ¿Te puedo llamar?  Llámame, Gervasio, que yo tal vez no te responda, porque aquella fase de mi vida ya no es, se fue, se esfumó como se esfumaron los dinosaurios y los dragones de la era jurásica abriendo paso a una topografía firme, cálida y llena de expectativas. (42)

            “Escenas con Geisha en salón de baile” es un cuento erótico. Con un epígrafe de Tao Sueh Chin, del siglo 18, que reza: “Her beauty and accomplishments only invited jealousy.  Her death was hastened by baseless slander” (43) [Su belleza y logros sólo atraían celos. Su muerte fue apresurada por infundadas calumnias], y otras dos citas intercaladas del mismo Tao Sueh Chin y Junichiro Tanizaki, este cuento dilucida la pasión que desata la geisha Kikuto con sus selectos clientes, donde ella es la que está siempre en control de la situación.

            “Sfumato” continúa este interludio asiático como la foto de tres geishas con la que abre el libro y motivos como el epígrafe del pintor Gauguin (“el color en sí mismo enigmático”), quien pintara en Polinesia (esas mil islas regadas en el Océano Pacífico) imágenes inéditas de Asia para la pupila europea de la Belle Époque. Aquí se retoma el tema de la mujer joven enamorada del hombre mayor presente ya en “Edades geológicas”. En “Sfumato”, sin embargo, la mujer “Se enamoró de un profesor canoso que vestía un traje a la medida austero y triste” (55). Este profesor la hace observar entre las ramas de los árboles para captar el sfumato o “ese efecto vaporoso que se obtiene por la superposición de varias capas de pintura”. La protagonista, “Y ella, ferozmente atenta a todo lo que el hombre señalaba” (57), vive fascinada por esta idea del color que le presenta el profesor de una manera descarnada y que vuelve a rayar en el gótico criollo: “El color del suelo es interesante. Si te fijas, es similar a la sanguina, esa piedra parecida al ágata o a su lápiz, que se utiliza como pigmento que enfatizar la emoción feroz, vengativa e iracunda” (58). Este pasaje es amortiguado por el siguiente: “Todo esto dijo el profesor mientras la abrazaba por la cintura y le daba un mordisco cariñoso en la oreja…” (58).

            “Acertijos” amplía aún más la relación de mujer joven con un hombre mayor, esta vez en el encuentro fortuito en un bar donde la conversación casual los acerca a temas trascendentales para los intelectuales, como es el acto fallido de buscar respuestas a todos los enigmas. Como dice Cadalsi, el personaje viejo de esta historia: “Señora, ¿qué significado tienen esos acertijos?” (81). El escenario de la ciudad unido al espacio de la soledad de una mujer en una gran orbe como ¿Nueva York?, nos hace pensar en la solidaridad espontánea que se establece en las conversaciones de café o de bar entre desconocidos. Y el motivo de este cuento es ése, reflexionar sobre todas las interrogantes posibles en el fluir de conciencia de dos desconocidos, dos personajes que se encuentran por casualidad y dialogan para uno dejar una huella en el otro a partir de entonces:  “Supe entonces que M. Cadalsi permanecía vivo” (81). Frase con la que cierra la narración y que nos retrotrae a la anotación de la primera página del cuento: “M. Cadalsi, por si encuentras este relato” (61).

            El resto de los cuentos (“Feeding Habits”, “Alef de pecho y aire”, “Tambor para los espíritus”, “Si en algo me parezco”, “Todo era posible”, “De qué color es la flor de la esperanza”, “Insomnio”, “Códice desaparecido”, “Los Anderson” y “La mujer, el pan y el pordiosero”) continúan dilucidando lo femenino desde diversas fronteras airosas en el discurso narrativo de Lourdes Vázquez.

            Antes de cerrar esta breve reflexión merece destacar otra vez el cuento “Si en algo me parezco”, donde se relata la vida de un personaje fascinante, Mome Moineau, y su breve estadía en Puerto Rico en ¿los años 50? en el famoso hotel Normandie, como barco varado en tierra a la entrada de Puerta de Tierra. El lenguaje altamente poético, la textura de la prosa, y la brillante concepción de la anécdota, hace de este texto uno de los mejores, no sólo de la autora, sino de toda la cuentística caribeña a principios del siglo XXI.

             Y así, Puro paisaje nos remite a una reescritura de un libro anterior, como una variación o corrección que adereza Lourdes Vázquez de crónica, artículo, etcétera, convocando espíritus.

 

Daniel Torres Rodríguez

Ohio University

 

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