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Propósitos

palomasimbolopazYa sabe, el mundo, que en 2014 comienza un nuevo mundo, un mundo más brillante y más mundo y menos mundanal por más divino, y más divino por más macroeconómicamente virtuoso. Si el mundo, así, en abstracto, va a ser mejor este 2014, ¿qué hace usted, reprobable lector, que no sigue el ejemplo de la colectividad que le contiene, y no busca también brillar, divinizarse, macroeconomizarse?

Todo va a ser propicio, pero usted continúa fagocitando el mismo potaje de mierda de 2013, debido, sin duda, a su holgazanería, a su pesimismo, a su cobardía.

Lo dicen los grandes maestros de la autoayuda, lo dicen los gurús informáticos, lo dicen los presidentes de la CEOE, lo dicen todos y cada uno de los dirigentes de Europa, lo dice el horóscopo y las galletitas de la fortuna virtuales que puede encontrar en Facebook:

“La diferencia entre un buen día y un mal día se halla sólo en su actitud”.

Así que, la próxima vez que su jefe decida orinarle en el tímpano, que el cliente al que no puede renunciar (pues no tendría cómo pagar la matrícula del niño) pretenda arrancarle las uñas con un soplete y unas pinzas de filatelia, que el político de turno canjee ayudas sociales por un coche oficial de marfil, recuerde que su mala hostia de usted se le cura con una sonrisa ante el espejo. Y dígase: ‘Sonreír es ser feliz. Lucha por tu felicidad, Paco (en el caso de que usted, como yo, se llame Paco) pues tus sueños se hacen realidad si los deseas con mucha, mucha, muchita fuerza’.

Bien, ya estamos de acuerdo en que la culpa de todo cuanto le ocurre recae exclusivamente sobre usted y sobre nadie más. ¡Mejor! Este será un año óptimo para adoptar propósitos como si fueran cachorritos condenados a la inyección letal. Escuche lo que he hecho yo, y

¡siga mi ejemplo, copón!

Todo comenzó la pasada mañana del 1 de enero de 2014. Abrí un ojo y el ojo vio un papel enroscado sobre la almohada, junto a mi nariz, y el papel le devolvió la mirada, y ambos, ojo y papel, se emocionaron mutuamente, cosa que se tradujo en una ligera dilatación de la pupila y una ligera dilatación del anillo que formaba el canuto.

PROPÓSITOS, decía aquel papel.

Y mi memoria despertó un difuso momento de la Nochevieja en que saco un bolígrafo y me pongo a escribir con entusiasmo hiperactivo.

El resultado descansaba ante mí.

PROPÓSITOS. El camino para seguir el ejemplo macroeconómico, maldito vago.

Aquella palabra, PROPÓSITOS, era seguida por unas líneas abigarradas de caligrafía temblorosa. Las tomé inmediatamente en serio, pues el primer propósito que en aquel papel se hallaba consignado era

1 TOMAR EN SERIO LOS PROPÓSITOS.

por lo que los tomé en serio. A continuación salté de la cama raudo y animado, ignorando el dolor de cabeza, el vértigo y las preocupantes náuseas propias del 1 de enero, debido a que el segundo propósito rezaba

2 SER MÁS DILIGENTE.

por lo que fui más diligente. Tanto que, en semejante estallido de ardorosa diligencia, mi dedo meñique del pie se estrelló contra la pata de la cama, con la misma fuerza con la que Roberto Carlos mandaba balones a la grada. La mordedura de dolor fue instantánea, e instantáneamente me trepó por la pantorrilla al ritmo de los latidos del corazón. Reprimí el grito, sustituyéndolo por una sonrisa, pues

3 PROHIBIDA LA AUTOCOMPASIÓN.

Después de que la caldera (estropeada por sorpresa) me obsequiara con una tonificante y reparadora ducha fría (dado que

4 SACAR PARTIDO A LA CONTRARIEDAD.),

me senté a pensar con calma cómo obrar consecuentemente con mi lista de propósitos, la cual iba a tomarme absolutamente en serio, como consecuencia de

1 TOMAR EN SERIO LOS PROPÓSITOS.

Decidí otorgar prioridad al siguiente punto

5 RECONCILIARME CON MIS ENEMIGOS.

lo cual me llevó un buen rato de meditación, ya que nunca he sido un tío lo suficientemente importante como para tener eso: enemigos. Pero, si lo había escrito en esa explosión de autoconciencia necesaria nocheviejil, habría sido por algo. Así que

5 RECONCILIARME CON MIS ENEMIGOS

Después de muchas vueltas a la cabeza, me convencí de que quizá a lo largo de 2013 me había excedido en criticar a Paulo Coelho en las redes sociales. Que si profeta del buenismo, que si filósofo de todo a cien, que si gurú de consumo masivo, plagiador, repetitivo, pintamonas, abrazafarolas… Me pareció improbable que mis reproches hubieran llegado a oídos del autor que ha vendido más de cien millones de libros. Y, sin embargo, ¿cómo estar seguro?

Me vi tomando un vuelo en dirección a Copacabana donde, según me indicaron en la editorial, se hallaba el escritor trabajando en su próximo proyecto. Pensará usted que lo hice así, sin pensar, pero olvida que

2 SER MÁS DILIGENTE.

Así que recorro la Avenida Atlántica con un renqueante cojeo debido a la hinchazón del dedo meñique, hasta detenerme ante un edificio cuya fachada acumulaba espectaculares miradores.  Una voz en mi interior

(6 ESCUCHA A TU VOZ INTERIOR)

me confirmó que aquella era la casa del hombre Best Seller, el hombre del trillón de citas de Internet, el protagonista de cientos de Power Points amenizados por el Canon de Pachelbel. En la puerta me recibió un gigantesco mulato ataviado con pijama de capoeira. “El señor Paulo trabaja ahora”, me dijo. “Lo sé, pero es muy importante que hable con él”, respondí yo. Y respondí con conocimiento de causa porque

1 TOMAR EN SERIO LOS PROPÓSITOS.

“No puedo dejarle entrar”, me dijo él. En un primer momento se me pasó por la cabeza rendirme. Pero entonces recurrí al papel de los propósitos para comprobar a qué otra cosa podía dedicar el día en Río de Janeiro, y en él descubrí

7 LUCHAR MÁS POR LO QUE QUIERO.

Me llené de coraje y repliqué al mulato: “Pues tendré que colarme a la fuerza”. El mulato me devolvió una mirada homicida y golpeó su puño derecho contra la palma de su mano izquierda. “Usted se lo ha buscado”, dijo. “Espere aquí un momento”. Desde la puerta, lo vi cruzar el impresionante salón del piso. Su pijama hacía juego con tapicerías y objetos de decoración, todos ellos blancos como la barba del señor Paulo, lo cual aprecié pues

8 CONFÍA EN LA SENSIBILIDAD AJENA.

Se acercó a un equipo de música. Lo conectó. Abrió la portilla del CD. Luego se enfrentó a una estantería que contendría al menos setecientos discos compactos, con sus cajitas, perfectamente ordenados. Buscó entre ellos, apuntando con el dedo índice.  A los tres minutos extrajo uno. No era el que buscaba. A los cuatro minutos extrajo otro. Ese sí. Estaba precintado. Trató de retirar el plástico con las uñas. No lo consiguió. Buscó unas tijeras. Las halló. Cortó el precinto. Abrió de nuevo la portilla para CD que se había cerrado automáticamente. Colocó el disco. Pulsó play. Comenzó a sonar un sabrosísimo ritmo de djembés, bongos y congas. Entonces, por fin: el mulato comenzó a pivotar sobre sí mismo y a ejecutar espectaculares acrobacias al compás de la percusión, en las cuales lanzaba patadas y puñetazos al aire que, si me hubieran impactado en cualquier parte del cuerpo, me habrían dejado totalmente fuera de combate, tal era el poder de la capoeira.

Afortunadamente yo ya  había accedido al piso minutos atrás, aprovechando la distracción del mulato, a la primera oportunidad, puesto que

2 SER MÁS DILIGENTE.

Antes de escuchar los tambores ya había hallado la puerta del despacho de Paulo Coelho. La luz de la habitación era hermosa y el ambiente olía a lilas. Encontré al autor copiando en un cuaderno frases del Cosmopolitan. Al verme irrumpir jadeante y extático, mantuvo unos segundos de silencio, intimidado,  y acabó por decir: “Joder, tengo que despedir a Andre”.  Supuse que Andre sería el mulato, pero yo no tenía tiempo que perder en aquello,

(2 SER MÁS DILIGENTE.)

así que inicié una conversación sincera, guiada por la voz que escuchaba en mi interior,

(6 ESCUCHA A TU VOZ INTERIOR.)

que se desarrolló más o menos en estos términos:

Yo: Señor Coelho,  siento haberle criticado con crueldad en Internet.

Paulo Coelho: Yo no le conozco de nada a usted, señor mío.

Yo: Lo sé, lo sé. Pero usted ha dicho: “Los ojos son el espejo del alma y reflejan todo lo que parece escondido”. Aquí están mis ojos, mírelos (le señale mis ojos con los dedos índices de ambas manos). Hala, ya me conoce.

Paulo Coelho: Discúlpeme, pero no tengo ningún interés en conocerle.

Yo: Pero… Pero yo quiero algo, y usted ha dicho que “cuando queremos algo todo el universo conspira para que lo consigamos”. ¿No es este el tipo de cosas que usted suele decir?

Paulo Coelho: Podría ser. Digo tantas tonterías…

Yo: ¿Y no es usted parte del universo?

Paulo Coelho: …

Yo: ¿No podría usted, como parte del universo que es, conspirar un poquito para que yo consiga lo que quiero? Lo digo porque el número 5 es reconciliarme con mis enemigos, no sé si me entiende.

Paulo Coelho: No, no le entiendo. Y le pido por favor que se vaya.

Yo: No sin que antes acepte mi disculpa, y le advierto que estoy muy motivado y dispuesto a aguardar lo que haga falta, porque el propósito 7 (señalé el papel arrugado) es luchar más por lo que quiero.

Paulo Coelho: ¿Qué está diciendo?

Yo: “Nunca seré capaz de escapar de mi corazón, por lo que es mejor que empiece a escucharle”.

Paulo Coelho: Conoce usted muchas citas mías.

Yo: Oh, paso mucho tiempo riéndome de usted. Pero ahora quiero enmendarme. Por aquello del 5,  reconciliarme con mis enemigos.

Paulo Coelho: Voy a llamar a la policía. Haré que se lo lleven.

Yo: Como quiera, pero recuerde que “usted es realmente una parte de mi sueño, por lo que yo volveré algún día”.

Paulo Coelho: Caballero, ¿me quiere decir qué desea de mí?

Yo: Se lo he dicho ya: que me perdone.

Paulo Coelho: Usted está absolutamente mal del cabeza.

Yo: “Nunca hay nada en este mundo que esté absolutamente mal. Incluso un reloj parado da la hora correctamente dos veces al día”.

Paulo Coelho: Por Dios, le perdono. No sé qué ha hecho, pero le perdono. Si me jura, por favor, no pronunciar más citas. No más citas, por sus muertos. Deje de citarme de una maldita vez. ¿Es eso esperar demasiado de usted?

Yo: “Cuando menos lo esperamos, la vida nos somete a retos que…”

Paulo Coelho: ¡Que se vaya, cojones!

Abandonaba el piso de Paulo Coelho en Copacabana forzándome a sonreír todo lo que el sufrimiento de mi pie me permitía, dado que

3 PROHIBIDA LA AUTOCOMPASIÓN.

Andre seguía haciendo piruetas a ritmo de samba, rompiendo figuritas de porcelana blanca y tirando los listones de las cortinas. Imaginé lo devastadora que resultaría una patada suya. Me quedé a observarle un rato, perplejo, pues su estilo me pareció agradable de contemplar. Mientras terminaba su ejercicio, repasé la lista.

9 DAR PRIORIDAD A TUS SUEÑOS.

Mi sueño siempre había sido convertirme en astronauta. Pensé en pedirle ayuda a Andre para embarcar en una Soyuz. Si me acompañaba a Kazajistán y llevábamos con nosotros un equipo de música portátil, quizá él sería lo suficientemente rápido como para esquivar los disparos de AK-47 y poner a los guardias fuera de combate mientras yo me embarcaba en el módulo espacial subrepticiamente, puesto que

8 CONFÍA EN LA SENSIBILIDAD AJENA.

aunque fuera sensibilidad para repartir hostias.

Me disponía a localizar un cibercafé por el barrio, con el objetivo de reservar en Internet algún vuelo con destino Asia Central. Mientras recorría el pasillo hacia el ascensor, descubrí que la lista se cerraba con el más importante de todos los propósitos. Aquel que resumía en una sola frase el decálogo completo. Se trataba, en efecto, de:

10 SER SINCERO CON TUS SENTIMIENTOS

“Ah, de acuerdo”, dijo mi voz interior. Di la vuelta de inmediato. Crucé de nuevo ante la exhibición de aspavientos de Andre. Me planté una vez más ante el despacho de Paulo Coelho. Abrí la puerta. El señor Paulo había regresado al Cosmopolitan. Al verme invadir por segunda ocasión en un día su espacio de trabajo, exhaló un suspiro desesperado y movió los labios articulando un apenas perceptible susurro que parecía decir «Jodido Andre». Pero eso no me amedrentó,  dado que,

7 LUCHAR MÁS POR LO QUE QUIERO.

Yo: Hola otra vez, señor Coelho. He vuelto para decirle que es usted un escritor de mierda y que no se merece haber vendido tantos libros.

Paulo Coelho: ¿Qué?

Yo: Verá (repetí releyendo la lista) es que el 10, mire, aquí está (señalé el papel), consiste en ser más sincero con mis sentimientos,  seguro que usted lo entiende: “No dejes que tu mente le diga a tu corazón qué debe hacer. La mente se rinde con facilidad”.

Paulo Coelho: ¿Qué?

Yo: Pues que es usted un escritor de mierda.

Paulo Coelho: ¿Qué?

Yo: Pero se lo digo de buen rollo. No me he olvidado del propósito 5, reconciliarme con mis enemigos, es decir, esto, lo de que es usted un escritor de mierda, le aseguro que va a quedar entre usted y yo. No pienso decírselo a nadie más. Bueno, a nadie que no lo sepa ya, claro, que eso es algo que mucha gente conoce porque, joder, es usted realmente malo.

Paulo Coelho: …

Yo: Y ahora, ¿me permitiría entrar en Internet por un instante? Necesito volar a Kazajistán. Ah, es probable que Andre me acompañe.

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