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PABLO BRESCIA: FUERA DE LUGAR

         Estar en fuera de lugar es estar descolocado, es sentirse ajeno e incómodo, con la zozobra por saber si estar en un campo ajeno traerá la gloria o la incertidumbre que se presenta con la errancia en lugares desconocidos. Estar en fuera de lugar es también transitar un espacio, pero no estar en él. De esto, y otros temas más, se tratan los relatos que Pablo Brescia, escritor, crítico literario y profesor, nos presenta en la tercera edición de Fuera de lugar (2021).

          Esta tercera edición de Fuera de lugar tiene como detalle particular la portada. En ella, Alejandro Meter, autor de la imagen, ilustra algunos de los motivos recurrentes de los relatos. El libro saluda al lector con la imagen de un sujeto atrapado en una especie de manto azul celeste que mantiene cautivo a su presa. Es una imagen potente que sugiere la descolocación, la angustia y la curiosidad, si no la necesidad, de ese sujeto por llegar a ese otro espacio, o espacios, que se presentan inalcanzables. Estas ideas están retratadas a lo largo de Lugar, compuesta por siete relatos, que luego se complementa con Fuera, sección que cierra la colección con la misma cantidad de títulos.

          En el caso de Lugar, el lector encontrará personajes muy variados que, además de ser amantes de la literatura, funcionan dentro de los límites de sus propios miedos, fantasmas e inseguridades. Brescia es un experto en cuento latinoamericano y un lector que no puede dejar de escribir; hace de la intertextualidad una línea de fuga que sus personajes saben utilizar para escapar de sus conflictos personales y sociales, ya que los libros se convierten en la guía, bálsamo y excusa que les permite sobrellevar el caos en el que viven. Así es como también sucede con su autor, quien sostiene que «[los libros] son mi brújula en este mundo sublime y despiadado».

           La imagen de esa brújula que busca darle dirección a la inclemencia del porvenir es retratada con los vaivenes de la vida pública y académica del protagonista de «Frank Kermode». Frank, el personaje, percibe la literatura como un mundo paralelo a su realidad como profesor, la cual le permite evadir los conflictos que surgen en su vida como esposo y padre. En ese mundo paralelo del personaje también se esconde una reflexión, en clave intertextual, sobre el paso de la vida, sobre los residuos que van quedando del ser humano y, por extensión, sobre el olvido en el que se convertirá. A su vez, la referencia literaria en esta primera parte del libro se entrecruza con los conflictos de los personajes inmigrantes en los Estados Unidos, como se sugiere en «Realismo sucio». En este relato son palpables las fronteras geográficas y culturales a través de la comunicación limitada que sostienen los personajes. No obstante, los límites del lenguaje no opacan las diferentes formas del deseo, la pérdida, y una vida vacía que al final hermana a los protagonistas del relato. Por lo demás, decir housekeeping, thank you and please basta para dar licencia a los personajes marginales de entrar a un mundo que perciben lejano e impenetrable. Esas palabras, expresadas en un idioma que no se domina, se convierten en las llaves a un mundo en el que los personajes inmigrantes descubren cuerpos ajenos y rastros morbosos que extraños dejan en un motel, que, dicho sea de paso, refleja la vida de todos los que pasan por allí, un espacio en decadencia que está a punto de colapsar.

          Los relatos en Lugar también marcan la presencia de personajes sensibles que no encuentran salida a sus traumas psicológicos. Son personajes que viven sorteando, como mejor pueden, sus fantasmas internos y la mala hora que la cotidianidad trae consigo. «Para llegar a D.F.W.» explora precisamente esta idea, en la que su protagonista, estando en Nueva York en medio del caos que supone la caída de las Torres Gemelas, sortea el peso de estar vivo con un futuro sin rumbo. El protagonista experimenta un futuro al que va llegando con ansiedades y pánicos, con una sensación de que algo falta, de que las respuestas a las preguntas de la vida pueden estar en otra parte o en otra persona. El lector comprenderá que la esperanza se pierde en este relato, ya que las dudas sobreviven a las certezas en una historia donde la realidad supera con creces a la ficción, sobre todo cuando se quiere entender «lo que significa ser un maldito ser humano» (54).

          Por su parte, en la segunda parte del libro, Fuera, las referencias literarias y los juegos con la intertextualidad toman otra cara. Los relatos de esta segunda sección llevan al lector por muchos espacios geográficos, que pasan por Los Ángeles, Ámsterdam, Madrid, Algeciras y Tojimbo. En estos relatos están conjugados el paso del tiempo, las complejas relaciones humanas y los abismos detrás del amor; se demuestra además que ser adulto es el peor sueño de un niño.

           En «Mire, por favor», el lector se encuentra con una protagonista nerviosa que expresa de manera angustiosa y sin pausa, casi desordenada, la desventura que significa dejar de ser ella. En el relato, la protagonista lucha contra la máscara que le impone un amado que entra a su vida por error. Detrás del deseo del personaje por no dejar de existir se esconde la historia de una mujer por conservar su identidad. Solo en el último soplo de vida es que la mujer logrará escapar de su propia extinción al decidir que el tiempo debe detenerse a su favor, como ella se lo hace saber a su fotógrafo: «vine como pude hasta su estudio, y le traje la foto de cómo era antes, no me la quite, es lo único que me queda mío, aquí le dejo sus ojos y su pelo, mire cómo era, cómo soy, mire, mire por favor» (86).

          Tal vez uno de los relatos mejor logrados en esta segunda sección sea «Lapivideo®». En este relato, el humor, la muerte, la desigualdad social y la tecnología se conjugan con la vida de un sepulturero, quien después de trabajar por treinta años en un cementerio entiende que el final de sus días se aproxima. Como ha trabajado por tanto tiempo en el mismo lugar, el personaje piensa que ser enterrado con «sus muertos» es una buena idea. Pero la exclusividad que tiene el cementerio con sus clientes es un impedimento para que esto suceda. Sin embargo, la astucia del personaje se hace evidente al lograr su lugar en aquel espacio sacramental a cambio de realizar un servicio publicitario, en su lápida, de un dispositivo futurista que proyecta los mejores momentos de su vida. Estas acciones del personaje van a sugerir que la tecnología se pone en función de la memoria, así como resaltan el carácter maleable de los recuerdos. El final del relato precisamente cierra con una escena maravillosa que recrea esta idea, la cual es tan cómica como real, en la que el lector encontrará que la trampa y la mentira son socios hasta en la muerte.

          En esta tercera edición, publicada en Estados Unidos por la editorial Sudaquia, el autor además incluye dos nuevos relatos. El primero es «Por una cabeza», que aparece en Lugar, primera sección del libro. Este es un relato que también juega con las referencias literarias, con la imaginación, las ansias de los personajes y afianza que la buena ficción una vez más da luces para pensar la realidad. Por ejemplo, en este nuevo título, Brescia utiliza muy ingeniosamente el cuento «Mr. Taylor» de Augusto Monterroso para resaltar en su narración que el flujo de personas entre países es palpable y continuo. Y que todo objeto innecesario está enmarcado dentro de una economía globalizada que hace de la producción y acumulación de bienes, como una cabeza, un ejercicio banal y obsesivo. Ya el lector sabrá interpretar las ansiedades y la inocencia que constituyen la voz y las acciones de la joven protagonista.  En la segunda sección del libro, Fuera, aparece «El ladrón de besos». Este es un relato que sigue la línea de la ilusión, el desánimo, la astucia y las humillaciones amorosas, temas que también son retratados en las otras narraciones de la sección. «El ladrón de besos» inicia con una línea prometedora que recrea una conversación entre amigos: «—… Pero el más famoso de todos, continúa el Gordo, fue el ladrón de besos» (131). Este es un comienzo que, entre otras cosas, indica que el ser humano vive del cuento y la anécdota, de la frase inteligente y del chisme que inventa o que le han contado. En este sentido, la historia que el Gordo le cuenta a sus amigos sobre el pícaro ladrón de besos promete no ser menos interesante que su encuentro con él. A la pregunta por ese encuentro, el Gordo responderá con aparente sorpresa y cautela, «—Ah… —ésa… ésa es otra historia» (135). Así que habrá que esperar a que el personaje se anime a contar su experiencia con los besos robados.

          Los lectores encontrarán que estos dos nuevos títulos en Fuera de lugar nutren el entorno literario, decadente y sorpresivo, de vidas descolocadas y vacías, en el que transitan los personajes de Brescia. Además, cada relato en Fuera de lugar tiene vida en sí mismo. No hay personajes que se repitan en las historias, y será el lector curioso quien decida las conexiones entre cada narración. Lo que sí queda claro es que el libro en su totalidad puede pensarse como un espacio de reflexión sobre la condición humana. En este sentido, el autor lleva a sus lectores por espacios geográficos diferentes en donde la necesidad de buscar una respuesta al peso de la vida es la constante. Los libros y las referencias bibliográficas mientras tanto se constituyen en la brújula y línea de fuga para apalear la ferocidad de la realidad.

          Así, este libro es una lectura obligatoria para aquellos desplazados que, por más que tratan, siguen estando en fuera de lugar.

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