Abrí la puerta a tu cuerpo y salí de mi casa… caminé asqueado por una vereda imbécil, muy blanca, llena de promesas ingrávidas, flojas, asquerosas promesas felices… por fin, doblando una esquina vi que tus labios se perdían en el horizonte y seguí el camino que trazaban hasta perderme, otra vez, en ti… después de llegar a ninguna parte apareciste de no sé dónde, me tomaste de la mano y emprendimos juntos el camino de regreso… sigo pensando en ti a cada rato, y me asomo a tus ojos para tratar de descubrirte en el reflejo de alguna ventana, en un piélago quieto, que me devuelva esa sonrisa por la que me he mudado a esta ciudad llena de cuerpos habitados por otros… la puerta a tu cuerpo no ha sido, vaya usted a saber por qué putadas, la puerta a tu alma, esa la sigo buscando en los rincones de tu cuerpo… me paso meses sin salir de ti, a veces me aburro. ¡Qué mierda de amor inmenso! Debería mudarme.