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Parte 3. Miami (Un)plugged y la creación de una nueva identidad literaria en el sur de la Florida

El título del ensayo de Héctor Manuel Castro (Colombia 1977) subraya la dificultuad de adaptarse a una ciudad nueva y un ambiente que puede resultar hostil para el inmigrante recién llegado: “Un paraíso difícil de obtener.” En vez de seguir las imágenes ilusorias de Miami Vice, Castro—de solo veinticuatro años cuando llega a la ciudad—se deja llevar por la canción Mi primer millón del grupo miamense Bacilos: “Así llegué a Miami . . . con el convencimiento férreo que me convertiría en un famoso cantante, que trabajaría con Emilio Estefan, que haría conciertos por doquier, que desayunaría con Paulina Rubio y compraría una casa grande . . .” (27). Con la “mente ingenua e inmadura” de esa época (27), Castro alquila por teléfono el sofá en la sala en un apartamento de una habitación en Miami Beach por $500 mensuales—un reflejo del cambio en el costo de vida en la Playa—compartiendo con dos chicas que ni siquiera conoce.

Su vida en Miami Beach tiene sus altibajos, pero al menos encuentra trabajo como mesero el día de su llegada a la ciudad. Empero, Castro gana tan poco dinero en el restaurante que en vez de ir al trabajo en taxi, se compra una bicicleta en Walmart para hacer el recorrido de una hora en cada dirección. Decide no dejar sus canciones en las compañías disqueras porque ve “una montaña de demos” en cada oficina que visita (32), y tampoco encuentra trabajo en Larios, el restaurante de los Estefan en la Playa donde espera conocer al famoso productor. Por desgracia, un día muy caluroso comete el error de tomarse una cerveza en el trabajo, y cuando lo descubre su jefe, lo despide en el acto. Al salir del restaurante, Castro ve que alguien le ha cortado la cadena de la bicicleta para robársela, y cuando llega a casa en bus, las compañeras le cuentan que los tres tienen que abandonar el apartamento el día siguiente porque hace meses que ellas no pagan el alquiler. Las dos muchachas se salvan porque “Cada una tenía un plan de vivienda (el novio y unos amigos). Yo no tenía novio, ni novia, ni amigos, ni plata, ni trabajo, ni bicicleta: o sea, que estaba jodido” (34).

Como es de esperar dadas sus circunstancias particulares, Castro pronto abandona Miami para reunirse con la familia en Nueva York, y cuando intenta volver dos años más tarde, la historia se repite. Afortunadamente, encuentra trabajo como periodista en Carolina del Norte durante un año, luego pasa dos años en Nueva Jersey y finalmente tres años más en El Paso. Ya no vuelve a pensar en la capital del sol, pero un día recibe “una llamada proveniente de Miami donde me ofrecían un trabajo en CNN en español, como productor de uno de sus programas” (37). Cuando regresa a Miami por tercera vez, Castro por fin tiene la oportunidad de codearse con Emilio Estefan y con los productores musicales que nunca había llegado a conocer, pero es como productor de CNN y no como músico. Es más, igual que Hernández Alende, Castro tiene una revelación que le confirma que ya no un extraño en Miami y que forma parte permanente de la ciudad:

Hace pocos días celebré mi cumpleaños, y los mensajes, las llamadas y las invitaciones recibidas fueron abrumadoras. . . . Recordé sentado en mi cama junto a mi esposa, que solamente unos pocos años atrás, mientras me desempeñaba como constructor en el día y mesero en la noche [durante su segunda estancia en Miami], el día de mi cumpleaños recibí las llamadas de mis padres y hermanas, dos amigos sinceros que viven en Colombia . . . y la invitación de mi hermosa compañía para cenar en un restaurante no muy costoso. (38)

Una de las razones por la cual Hernández Alende y Castro logran rehacer sus vidas en Miami es porque llegan a Estados Unidos relativamente jóvenes, lo cual facilita la adaptación a un nuevo país.

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