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Mempo y la Luna caliente

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La novela Luna caliente (1983) de Mempo Giardinelli es una de esas obras a las que me atrevo a llamar «multigenéricas». La llamo así no por incluir diferentes géneros literarios sino porque es una novela que abarca diferentes subgéneros: novela erótica, fantástica, política y negra. De estos cuatro subgéneros considero cruciales la política y la negra puesto que la trama se mueve por el crimen que comete el protagonista Ramiro y porque la historia está ambientada en la Argentina de 1977, en medio de la dictadura militar más sangrienta que haya sufrido ese país, la de los llamados «desaparecidos». Lo interesante de este punto es que tanto en el carácter político como en la calidad negra intervienen dos puntos de vista: el del criminal y del investigador. En Luna caliente el subgénero de novela política se entrelaza con el de novela negra a través de las figuras de Ramiro y Almirón provocando un suspenso que mantiene al lector atento hasta el desenlace de la obra.

El asesino y el detective se juntan dentro del ambiente de la Argentina militarizada y permiten que Luna caliente, como novela política, se despliegue a través de dos niveles: el control de los ciudadanos y el sistema de espionaje. La historia se desarrolla durante la dictadura militar que sacudió a Argentina a partir de 1976 cuando Jorge Rafael Videla fue designado presidente de facto después de que Isabel Perón fuera destituida de la presidencia. En dicha dictadura, como en todas las que se produjeron en Latinoamérica durante el siglo XX, el control impera para salvaguardar el sistema. Así como en El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, en la novela de Giardinelli dicho control se manifiesta en los personajes principales. Ramiro, el asesino, se desespera pensando en las consecuencias que puedan tener sus actos específicamente dentro del sistema de gobierno en el que se le ocurrió cometer sus crímenes: “No creía, no quería creer, que fueran a torturarlo, pero a cada momento se decía que estaba en el Chaco, en la Argentina de 1977, y que si algo faltaba en ese contexto eran las garantías” (118). Asimismo cuando lo interrogan y le ordenan que confiese sus delitos, Ramiro se niega rotundamente pero “se moría de ganas de preguntar qué pasaría en caso contrario, si no confesaba, pero eso hubiera sido delatarse” (110). Es decir, el control que puede repercutir sobre él lo aterra. Por su parte Almirón se convierte en la personificación de ese control y se lo hace saber a Ramiro, sin pelos en la lengua y de manera esquemática: “Nuestro objetivo es exterminar el terrorismo para instaurar una nueva sociedad.” […] se trata de un orden en el que no podemos permitir asesinatos, y menos por parte de gente que puede ser amiga. […] Y la vida y la propiedad tienen que ser tan sagradas como Dios mismo” (109). En pocas palabras, dentro de la novela el mantenimiento del orden nacional de Argentina se resume en la figura del detective.

El espionaje, por su parte, es otra pieza clave que aunada al control interviene y mantiene el sistema dictatorial en una nación. En Luna caliente se manifiesta el sistema del espionaje de la dictadura por medio de Almirón pues es este quien le informa a Ramiro que solamente va a llegar a ser profesor de la universidad porque la revolución así lo consciente y no por los méritos que posea ni por el título que adquirió en Francia. De igual modo, aunque al principio parece no manifestarse, la acción del espionaje se revela cuando Almirón le dice a Ramiro que la policía secreta sabe todos los pasos que ha dado y el crimen que ha cometido: “nosotros sabemos que usted mató al doctor Tennembaum. […] Si acá la policía quiere probar algo, lo hace y listo, ¿me entiende? Porque no vaya a pensar que acá estamos en Francia, doctor; no, aquí estamos en un país en guerra” (106). Ramiro, con el miedo que lo consume, vive en una paranoia pensando que es vigilado todo el tiempo, cuestión que no parece descabellada dentro de la novela porque, como ya se dijo, la historia está ambientada en la dictadura militar argentina. “En cualquier momento podía aparecer una tanqueta del ejército. Así le habían contado que se vivía en el país, desde hacía muchos años” (38). El espionaje no sólo se limita a una intervención nacional, sino que el conocimiento de su existencia llega hasta Francia y a todas partes del mundo, como así ha pasado con todas las dictaduras latinoamericanas.

En todo sistema dictatorial también es común que se registren crímenes de una u otra forma. Es precisamente un crimen lo que mueve la trama de Luna caliente, lo que mantiene el suspenso que lleva al lector hasta el inesperado desenlace. Aunque Ramiro no comete delitos contra el sistema por lo que no es víctima –se especula– de una muerte o tortura segura, sí son sus acciones las que provocan que se imponga sobre él  la autoridad dictatorial existente en Argentina. El control y el espionaje son personificados en el personaje de Almirón, quien a su vez resulta ser el detective que debe resolver el delito de Ramiro, es decir, la muerte del doctor Tennembaum. De este modo el texto se convierte en una novela negra.

Vale la pena destacar que la novela policiaca se diferencia de la negra en el sentido de que su principal objetivo es que el protagonista, un detective o investigador, resuelva un caso (generalmente un asesinato) a través de una investigación exhaustiva en la que intervienen cotejo de pistas y testimonios y el uso de la razón y la intuición. En el caso de Luna caliente el protagonista no es el detective sino el asesino y el principal objetivo de la novela no es resolver el caso, pues como se ve al final de la historia esto no sucede. El objetivo de esta novela es por el contrario describir el clima sin justicia en que se desarrollan los hechos y plasmar gráficamente cómo se dan los crímenes (la violación y los dos asesinatos de Araceli y  el homicidio del doctor Tennembaum). Al igual que en el aspecto político de la novela, en este caso tanto Ramiro como Almirón son los personajes que conllevan a que la obra se desenvuelva mediante dos niveles: la investigación hecha por un detective y las pasiones humanas que provocan la violencia en un crimen.

Las averiguaciones policiacas de la obra comienzan en la tercera parte de esta cuando el inspector Almirón por primera vez le hace preguntas a Ramiro acerca de la muerte del doctor Tennembaum y entre los personajes se van estableciendo las bases del rumbo que va a tomar la investigación: “–El patrullero los abordó a las tres y veinticinco –dijo Almirón, y Ramiro se preguntó si con tal precisión pretendía intimidarlo; hacerle saber que estaban confirmando detalles–“ (89). El inspector maneja la información y de este modo le hace ver a Ramiro que está en la mira de la investigación y así se va desarrollando el proceso de las averiguaciones.

No obstante, en esta novela, la resolución del caso no llega a darse y por ser también una novela política, se manifiesta que lo importante no es la muerte de un doctor borracho sino la participación de Ramiro en el sistema de espionaje desde su cargo en la universidad. Esto ayuda a que la novela negra se desarrolle, puesto que al no ser imprescindible dilucidar quién es el responsable de la muerte del doctor Tennembaum y hacer públicos los hechos, lo que resta es destacar gráfica y detalladamente cómo ocurrió esa muerte y además la violación y doble homicidio de Araceli: “Y en el momento de penetrarla, ella soltó un aullido que él reprimió otra vez con su boca. Pero como Araceli gimoteaba ahora ruidosamente volvió a pegarle, más fuerte, y le tapó la cara con la almohada mientras se corría largamente” (24).

La manera cómo ocurrieron los hechos sangrientos revelan que la debilidad humana de Ramiro es la razón por la que se han producido: “Un hombre en el límite es capaz de todo. Y él había llegado al límite [dice Ramiro]” (49). Este es un factor importante dentro de la novela negra, es decir, observar cómo la violencia adquiere forma y se desarrolla a partir de las bajas pasiones del humano. Ramiro en este caso pelea consigo mismo, o al menos trata de entenderse y comprender cómo ha sido posible que haya actuado de esa manera: “Su propia frialdad lo impresionó. Jamás había imaginado que un hombre, convertido involuntariamente en asesino, pudiera, de repente, vencer tantos prejuicios y tornarse frío, inescrupuloso” (46). Ramiro quería “Olvidarse de su inconsciencia, de esa brutalidad que él desconocía en sí mismo y que ahora le repugnaba recordar” (28) pero ya sabemos que no logra olvidar.

De allí que el protagonista no sea el detective Almirón sino el asesino. De allí que el lector sepa desde el principio quién es el criminal y que intuya la imposibilidad de resolver el crimen dentro del sistema dictatorial. Eso es lo interesante de Luna caliente, una novela negra y una novela política, una novela multigenérica que es capaz de entremezclar situaciones eróticas y fantásticas dentro de una trama política en la que se dan crímenes que requieren ser investigados. Una novela en la que los personajes principales, Ramiro y Almirón, no se quedan en la superficialidad sino que desenvuelven varias capas de conocimiento que el lector tiene a su disposición para estudiar y así tratar de conocer la verdad de los hechos, una verdad que ni siquiera el final puede develar.

 

Para leer el último libro de Naida Saavedra:

Última inocencia

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