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El periodista deportivo

Es frecuente considerar a Gay Talese (Ocean City, New Jersey, 1932) como uno de los precursores del Nuevo Periodismo, corriente que hizo su debut en los ‘60 pero que sin embargo tiene raíces bastante anteriores en la historia de las letras estadounidenses. Bastaría con recordar a algunos de sus principales escritores, por caso Ernest Hemingway, John Steinbeck o Truman Capote, y sus estrategias narrativas a la hora de dar cuenta de algunos episodios mayores del Siglo XX como la Guerra Civil española, la Segunda Guerra mundial o hechos de sangre que conmovieron a una nación entera. Pero acaso recordando a aquellos grandes novelistas, se ocupa Talese en insistir que él jamás redactó nota, artículo o libro de su extensa carrera que contuviera una sola línea de ficción, habiendo incluso abandonado relevantes testimonios o proyectos de largo aliento porque sus entrevistados se negaron a dar sus nombres verdaderos.

Autor de una serie de voluminosos libros y no menos voluminosas ventas que supieron convertirlo en un hombre millonario, se cuentan entre sus títulos El reino y el poder –sobre la saga familiar de los fundadores de The New York Times-, Honrarás a tu padre –sobre la familia mafiosa comandada por Joseph Bonanno, que supo inspirar la serie Los Soprano-, La mujer de tu prójimo –una exhaustiva investigación acerca de la conducta sexual de los estadounidenses a fines de la década del 70-, y The silent season of a hero, aún sin traducción al español.

Hijo de un sastre italiano y de una madre que acompañó al esposo en sus aventuras comerciales, Talese heredó de su padre un refinado gusto al vestir que ha sido desde siempre uno de sus sellos personales más destacados: ternos y sombreros al tono, elegantes corbatas, camisas y calzado de la mejor calidad. En los comienzos de su carrera, cuando con poco más de veinte años logró entrar a la redacción de The New York Times, el rubro en el que pronto destacó fue en el de periodista deportivo, aunque su vocación lo llevó rápidamente al reino de los perdedores: así fue famosa una serie de notas que dedicó al boxeador Floyd Paterson pero también la que escribió acerca del mítico Joe DiMaggio ya fuera de los estadios de béisbol. Pero su paso por las redacciones duró apenas unos diez años. No satisfecho con reglas, extensión y perentoriedad de la noticia diaria, prefirió dedicarse de lleno a sus libros y artículos de generosa extensión, como “Frank Sinatra está resfriado”, que fuera elegida la mejor nota publicada en toda la historia de la revista Esquire.

Pintando una época

De todo eso y de muchas cosas más habla esta autobiografía, Vida de un escritor, publicada en Estados Unidos en 2006. Como sus otros libros, demoró este unos diez años en ser terminado, y se abre con una extraña frase: “No soy, y nunca he sido, amante del fútbol”. La misma sirve de excusa para explicar la curiosidad que sintió el 10 de julio de 1999 mirando la final del Campeonato Mundial de Fútbol femenino, que tuvo lugar en un estadio de Pasadena, California, entre las selecguy taciones de Estados Unidos y China. Concluido el partido, el resultado no había variado de un tenaz 0 a 0 que tuvo que resolverse con tiros penales. De los diez ejecutados, nueve fueron convertidos, pero el de la china Liu Ying fue desviado por Briana Scurry, la arquera yanqui. ¿Qué podría pasar con Ying una vez retornada a su país, qué estaría sintiendo tras el tiro fallido, cómo sería recibida por autoridades, hinchas y familiares? Atrapado otra vez por el vértigo de la derrota, y ante la voracidad de poder contestarse esas preguntas, Talese decidió que en aquella muchacha había una épica capaz de justificar una de sus investigaciones, y casi de inmediato comenzó a recoger información sobre el tema y a contactarse con los distintos medios de prensa con los que ha colaborado habitualmente, entre ellos, además de los ya citados, The New Yorker y Harper’s Magazine.

Y ese es solo el comienzo. Arborescente, abigarrado, fastuoso, el estilo de Talese lo lleva entonces a recorrer las más variadas anécdotas de su vida profesional, sin una cronología clara pero que en todo momento, más allá de sus caprichosos y poco sistemáticos saltos temporales, va ilustrando una época, más de medio siglo de acontecimientos que dan inicio en su remoto pasado familiar, en sus estudios, el servicio militar, una breve y conmovedora visita a sus ancestros calabreses, la larga cadena de sucesos ocurridos en Selma, Alabama, epicentro de las luchas por los derechos civiles encabezadas por Martin Luther King a mediados de los 60, la vida cotidiana en Manhattan, donde reside desde hace cincuenta años junto a su esposa Nan, una de las más prestigiosas editoras neoyorquinas, encargada entre otras de las obras de Ian McEwan y Margaret Atwood, hasta detenerse en uno de los hechos que más repercusión periodística tuvieron a comienzos de los 90, la mutilación del pene de John Bobbit a manos de su esposa, la ecuatoriana Lorena Gallo, tema al que dedica un puñado de páginas que resultan, sin el menor comentario o broma del autor, absolutamente descacharrantes.

La gran manzana

Otro de los temas obsesivos que recorren estas páginas es la suerte de un edificio de ladrillo de cinco pisos, sito en el 206 Este de la calle 63, construido a principios del Siglo XX, primero como depósito y caballeriza, luego como centro de distribución y garaje y más tarde, desde 1977 hasta entrado el 2000, como escenario de una infructuosa serie de más de diez emprendimientos gastronómicos que se fueron fundiendo uno tras otro como si el lugar estuviera marcado por un misterioso maleficio, y que en más de una oportunidad hizo pensar a Talese que era digno de un libro que finalmente nunca terminó de escribir.

Una Nueva York glamorosa envuelve cada uno de los recuerdos de este libro, desde el día en que Gay y Nan alquilaron un apartamento en un edificio de cuatro pisos en el alto Manhattan, hasta que compraron el piso donde vivían y años más tarde fueron adquiriendo los otros tres hasta convertirlos en una sola residencia. Algunos otros datos provocarán la envidia de todo cronista, como por ejemplo que uno de esos pisos, el cuarto, sirve exclusivamente de escritorio a Talese, y que en su casa de veraneo en Nueva Jersey el lugar de trabajo está diseñado a imagen y semejanza del neoyorquino, de modo tal que en sus vacaciones no varíe ni un centímetro del que ocupa el resto del año. En resumen, un libro brillante de un notable maestro de la palabra.

Vida de un escritor, de Gay Talese, Alfaguara, Barcelona, 600 páginas

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