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Maradona, Nietzsche y la muerte de Dios

 

“En el principio,

 creó Dios a la Tierra

redonda como una pelota”

Genesis

  1. El Ascenso

 

Diego Armando Maradona tenía veinticinco años cuando abandonó su patria, el riachuelo de su patria y marchó a la cima. Allí gozó de sus años mozos, la fama y ciertos abusos; mientras pateaba la pelota. Una mañana con la aurora y en la cumbre de su morada, Dios le habló así:

 

<¡Tú, gran Astro que te elevas hasta el podio de los elegidos! ¡Tu, que con tu brillo me opacas! ¿Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas?>

 

A Diego, se le piantó un lagrimón y cuando se quiso dar cuenta, Dios estaba tan cerca que pudo ver sus arrugas. Nunca había visto un gesto tal. Eran residuos de una sonrisa.

 

<¡Estoy cansado Diego! Ya sufro al hombre. ¿Qué obscenidad tapan con tanta solemnidad? Sé, de castillos, imposibles de derribar, a pesar de que la arena se escurre entre mis dedos, con solo meter la mano. ¿Que oculta,entonces la luz? ¿Y los brillos del metal mas puro? ¡Ay en nombre de Dios¡ Por suerte te tengo a vos Diego. Un Dios que camina entre los hombres. Un Dios de verdad. Ya nadie cree en promesas sobre terrenales. La religión que promete certezas después de la vida, desprecia la vida misma y nosotros estamos pasados de moda>

 

Diego, que escuchaba atento, habló así:

 

<Barba, si me permite decirlo, yo solo quiero hacer feliz a la gente, pero soy humano, demasiado humano>.

 

Y entonces dijo Dios:

 

<Diego, voy a morir pronto. Mi última tarea es jubilar al Papa y pedirte que me ayudes allá abajo como un inspirado, como el creador de una nueva fe>

 

<¿Y no me queda otra Barba, con la mano que me diste?> Diego le habló con la cabeza gacha.

 

<¡Gracias Diego! Fue un placer. Después de aquel gol, soy mas famoso que Dios, pero, ¿Qué digo? Mas famoso que Diego Maradona>

 

Y se echaron a reír como niños.

 

Luego El Padre Santo elevó el cáliz radiante, diciendo,

 

<¡Yo te bendigo junto a la copa que se desborda de agua de oro, encima de tu pie izquierdo, llevando a todas partes mi mensaje, atado al balón!>

 

Luego su barba y melena blanca se mezclaron entre nubes púrpuras, mientras un barrilete cruzaba el cielo y aquello, fue el principio del ocaso.

 

 

  1. El Descenso

 

El día siguiente fue domingo y Diego es la gran atracción. Descendió de la cúspide

atravesando el barro y en cada potrero, una fantástica jugada, dejaba a los pibes sin aliento; hasta que en el último baldío, sentado al lado del palo y el tridente cruzando el arco, el diablo le habló así:

 

<¿Acaso has alcanzado la sabiduría?

¿Crees que el ocaso es una lejanía?

No creas en epifanías. Son solo patrañas.> 

 

Diego pateó, y la pelota rebotó en el travesaño. El maligno hizo una mueca burlona. Luego cogió una pepita de oro y la hizo polvo, blanco cristalino, y exultante habló así:

 

<¡Ven Dieguito! Olvídate de Dios y de los hombres, que solo saben de arrogancia.

Aman la vida, que está sobrevalorada. ¿Quieren ser longevos? Pero si están muertos desde que nacen. Son moribundos envenenados. ¡Ojalá desaparezcan!

¡Ven! Siéntate a mi derecha y aspira este polvo estimulante, para que puedas seguir viaje>

 

Diego negó con la cabeza, y el diablo siguió hablando así

 

<¿Pero quién sos? Si Dios me vino a pedir una vez. Para que sepas, Dios tiene su propio infierno y es el amor a los hombres.>

 

Diego fue a buscar la pelota, que había quedado detrás de él. Luego pensó en voz alta.

 

<¡Esta vez se te escapó la tortuga, viejo!>

 

 

Y se fue haciendo malabares, mientras el demonio no podía hacer otra cosa que maldecirlo..

 

  1. El Deceso

 

Una vez en el estadio, y en el acto mas importante de su vida, la figurita es Diego, que cruza la cancha con la pelota, sobre una soga alta en el cielo, y en una ovación coral se escucha:

 

<Ole Ole Ole Ole Diegol, Diegol

 

Zaratustra, un personaje iluminado que paseaba por ahí solo para enardecer a la turba, permanecía en silencio observando a la multitud. Bajo el brazo sostenía un libro por título: “Así habló Nietzsche” Mientras piensa que sus oídos van a sangrar ante el griterío embrutecido, también piensa que estos hombres, de oidos rotos, escuchan por el ano y siente vergüenza ajena, justo cuando Diego pierde el equilibrio y en un silencio que aprovecha, Zaratustra señalando el cielo alzó la voz así:

 

<¡Ahí lo tienen! Los últimos vestigios del hombre. Un animal que camina en una cuerda tendida sobre el abismo, un puente para convertirse en Superhombre. Siento decirle a los señores que, el hombre jamás será superado. Será devorado por sí mismo y dejará de existir. ¿Qué habéis hecho entonces para salvarlo?>

 

Y en ese momento, alguien dijo:

 

<¡No escuchen a Zaratustra ! Repite las palabras de Nietzsche. Nada original. Dice también que alcanzó la iluminación, pero vive en la oscuridad. ¡Miren, miren la luz que nos regala Diego! Diego es Dios. Y se escuchó cantar

 

<MaraDios, MaraDios, MaraDios, nos dio la mano de Dios, MaraDios, MaraDios>

 

<Se equivocan, No hay Dios. Dios ha muerto y con él todos los despreciadores>  Gritó Zaratustra.

 

Y la caterva dejó de celebrar para callar a Zaratustra, que le gritaban falso profeta, pero eso fue interrumpido por la caída del balón.

 

Todos los ojos volvieron al firmamento y vieron a Diego, en un remolino de brazos, piernas y vientos, cuando dio un salto buscando el equilibrio, pero la cuerda había decidido que esa iba a ser su última gambeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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