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Luces de emergencia

Luces de emergencia, el primer libro de cuentos de Oswaldo Estrada, nos muestra desde su título sugerente, situaciones que implican desastres potenciales. En la mayoría de los casos los personajes se mueven sin rumbo o se ponen en peligro ellos mismos y sus finales no son nada felices.  En otros casos, sin embargo, los personajes despliegan gran humanidad y proveen cariño y atención a otros; hablo, por ejemplo, del amor entre un padre y un hijo gravemente enfermo (“La carga de los sueños”) o del lazo inquebrantable entre una pareja de ancianos que, declarados incompetentes por sus hijos, han sido abandonados en un asilo para mayores (“A falta de cielo”).

Los doce cuentos extraordinarios de esta colección abordan temas tan diversos como la inmigración, las enfermedades, la violencia intrafamiliar, los cuentos de hadas, las relaciones interpersonales fallidas, o la vejez.  En “Ganar la guerra” un huérfano adolescente emigra para escapar de la violencia de su país, pero demasiado pronto se da cuenta que el sueño americano le está vedado.  Otros personajes huyen de sus países sólo para regresar a la misma o a una peor situación.  Rodrigo, en otro cuento (“Volver a la tierra”), se marcha para tratar de olvidar el accidente de tráfico en que mató a una mujer y a su bebé, sin éxito alguno, y su escape sólo agudiza sus problemas maritales.

La fatalidad impregna la piel de varios de los personajes de esta colección. En “Salida de emergencia”, por ejemplo, una víctima de violencia doméstica experimenta un terror paralizante aún después de cuarenta años, mientras que en “Mole para ratas” la protagonista toma al toro por los cuernos y se deshace del marido abusador.  En “La tercera profecía”, el personaje se encuentra inmerso en una situación horripilante que ejemplifica las experiencias de los otros personajes:

A su lado, una mujer de unos cincuenta o sesenta años orea al sol un brazo en descomposición.  Más allá, un joven sin dientes tose y escupe babas negras a un costado de su cuerpo.  Hay gritos.  Aullidos.  Niños con heridas abiertas.  Una mujer de edad indescifrable sangra por las piernas, mientras unos perros salvajes intentan morderla.  Y los monos saltan sobre los cables de la luz, o de techo en techo, para salvarse del infierno. (44)

No exagero al decir que los cuentos de esta colección son sumamente originales. Atrapan desde un principio porque se narran con un lenguaje común (frijoles charros, cachete, panza, vatos, bichas) y a veces soez (puto, pendejo), con expresiones coloquiales y algunos modismos que se adaptan bien a la situación de cada personaje.  El estilo directo y preciso encaja bien con las situaciones, muchas veces nefastas, de los personajes que tratan de ubicarse en el mundo, aunque estén lejos de casa.  Y la sorpresa nos espera siempre a flor de página. “Cuento de hadas”, colocado hacia el centro del libro, comienza como si fuera La Cenicienta o La Bella Durmiente: “Había una vez, en un pobre reino desangelado, una madre severa y despiadada, egoísta y ponzoñosa, salida de un cuento de hadas” (57).  En lugar de ser un cuento mágico, el relato nos enfrenta a una madre que trata de dominar a su hija pronosticándole un futuro aciago. El cuento nos mantiene al filo del suspenso con un desarrollo certero de una relación enfermiza entre las dos protagonistas y concluye con la posible aparición de un lobo feroz.

Me atrevo a decir que Luces de emergencia será una obra de gran interés para el público en general y para todos aquellos interesados en la literatura hispanoamericana escrita desde los Estados Unidos. Estrada utiliza un lenguaje hecho a la medida, nada retórico, para dar vida a una serie de personajes desubicados, abusados, enfermos o soñadores que intentan imaginarse como “dos cometas huérfanas huyendo veloces del mundo cruel” (56).  El lenguaje fluido y el retrato preciso de la psicología de los personajes son lo mejor de la colección. Gracias a ello, los personajes se expresan libremente sin interferencia del narrador.

Las historias de Estrada son a primera vista cuentos cortos, en apariencia independientes entre sí.  Pero sus narraciones no se agotan al llegar al final de cada una sino que se conectan con cuentos venideros donde se incide en la temática, en las situaciones y en los personajes que parecen estar buscándose entre sí para continuar con sus aventuras.  Por eso mismo recomiendo Luces de emergencia sin reservas de ningún tipo.  Si este es el inicio de Estrada como narrador de ficción, lo cual se veía venir en otros cuentos de su autoría publicados en revistas o antologías, lo ha hecho con pies firmes. Y ojalá que pronto tengamos en las manos una nueva obra suya.

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