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Los muertos le dictan a Ariel Dorfman

     “Así que fue con alivio y asombro que entendió, unos meses más tarde, cuando su propio cuerpo ardía en el crematorio, […] que sin duda estaba muerto pero que las cenizas estaban vivas con su memoria, […] parte de un polvo cósmico.” —Ariel Dorfman, Palabras desde el otro lado de la muerte (Arte Público Press 2022).

     Pareciera que el poeta Ariel Dorfman nos esté narrando desde la inmortalidad. Por más que choque con las sensibilidades realistas de un lector agudo, “la eternidad” es justamente el sentido que surge en Palabras desde el otro lado de la muerte (Arte Público Press 2022). Para ver desde semejante punto de vista, pues, habría que rápidamente repasar la larga historia del autor.

     Nace en Buenos Aires, Argentina en 1942. Hijo de refugiados judíos de la Gran Rusia comunista, la persecución religiosa define la vida del joven Ariel. Pronto, la familia se refugia nuevamente a los Estados Unidos. Y en 1954, los Dorfman vuelven al cono sur, esta vez a Santiago de Chile.

     Durante los años setenta, como profesor de español y estudios literarios en Chile, Dorfman participa en la revolución democrática que convierte a Salvador Allende en el primer presidente socialista del mundo. Mientras tanto, Dorfman se desempeña como asesor cultural oficial del presidente, a la vez que publica su primer libro de alto reconocimiento: Para leer al Pato Donald (1971), una crítica de los dibujos de Disney. Lamentablemente, dos años más tarde, un golpe de estado derrumba a la democracia en Chile.

      Entonces Dorfman y su familia experimentan la vida de exilio: viviendo en Paris, Ámsterdam, luego en Durham, North Carolina, con visitas a Maryland, y de vez en cuando a Santiago de Chile, una vez caída la dictadura. En cada ciudad, Dorfman trabaja como profesor de español y sigue escribiendo. Su obra más reconocida de esa época será La muerte y la doncella (1990), que luego se adapta como película dirigida por Roman Polanski.

     Ahora sí. Aterrizamos en el nuevo poemario, Palabras desde el otro lado de la muerte. La obra cuenta con un prólogo, un epílogo y tres secciones, y está dedicada a su esposa Angélica.

     En el prólogo, una voz nos sitúa frente a la estatua de la Virgen María, en la Notre Dame de la Consolation, una iglesia en el sexto distrito de París. La iglesia, por su parte, se sitúa en frente de los cafés populares, Les Deux Magots y Café de Flore, cerca de muchas librerías, y la actual Escuela Nacional de Bellas Artes. Durante las décadas de los 40 y 50, este núcleo fue el centro del movimiento existencialista, una tradición que sigue inspirando a muchos intelectuales—sin mencionar que la tumba del filósofo René Descartes se encuentra en una de las capillas laterales de la iglesia. En otras palabras, el prólogo presta de la historia para afectar un tono solemne y existencial, que funciona.

     Pronto, el lector pasa a la primera sección, titulado “Algún encuentro había”. Es una cita del capítulo de Rayuela por Julio Cortázar, donde el protagonista Horacio Oliveira se lanza de la ventana en un manicomio y “paf se acabó”. Es decir, el lector entiende que las siguientes voces del poemario, como el difunto Oliveira, nos están hablando desde “el cielo”. Escuchamos a Pablo Picasso; a William Blake; a Salvador Allende; y a Dante Alighieri, hablándole al expresidente Donald J. Trump, con el horno caliente—vaya a saber por qué.

     Luego, el lector pasa a la segunda sección, titulada “Polvo enamorado”, línea tomada de un poema de Quevedo. Dorfman explica:

     He regresado de tiempo en tiempo a estos versos [de Quevedo], y lo hice con algo cercano a la ferocidad estos últimos años cuando la plaga ha hecho estragos entre tantos habitantes del planeta, con tanta muerte repentina y dolorosa, tantas separaciones entre amantes y familias y amigos. Un modo de sentir compasión hacia las multitudes de nuestros hermanos y hermanas que están sufriendo esta pandemia y que comparten con Angélica y conmigo la necesidad del consuelo de un poema que declara que la muerte no logra vencer las cenizas del amor.

     Lo interesante es que esta segunda sección contiene un monólogo poético del famoso emperador mogol, Shah Jahan, quien patrocinó el Taj Majal en India—un edificio que simbolizaba el afecto que el emperador tenía para su entonces fallecida esposa, Mumtaz. Es en eco, entonces, a como Dorfman dedica su poemario a su esposa Angélica, simbolizando la invencibilidad (o inmortalidad) del amor entre ellos quienes se aman de veras.

     Por último, queda la tercera sección, titulada “Un grano de trigo en el silencio”, tomado de un verso de Pablo Neruda, donde él pide piedad por ese pequeño símbolo de la nutrición humana. Aquí, Dorfman nos pide entrar en una meditación profunda y callada, como hace Neruda en sus odas, alrededor de las cosas que damos por sentadas. Se medita sobre: un carné de identidad; una carta de amor; el abecedario; las mentiras; y las cenizas de un muerto. Meditación tras meditación, el poemario continúa hasta caer en un epílogo, de donde yo tomé unas líneas para abrir esta reseña: ese ser “parte de un polvo cósmico”.

     Al cerrar el poemario, ese lector termina por aclarar varias dudas, a la vez que se le crean otras. Si me lo permite, siento que la duda más estremecedora de todas, debido a los eventos en el este de Europa, y al tiempo en el que este libro fue escrito aquí en Norteamérica, es la siguiente: ¿por qué seguimos ignorando a los muertos?

 

La versión en inglés de este libro puede comprarse aquí: https://artepublicopress.com/product/voices-from-the-other-side-of-death/ La versión en español saldrá a la venta en septiembre de este 2022.

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