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Los demonios de Bali

Los demonios salen de su cloaca submarina sedientos del alma incauta. Quieren arrastrarla al mundo de abajo y llevarla a las profundidades del océano donde dormirá un sueño de pesadilla por siempre. El cuerpo del difunto viaja sobre una plataforma esplendorosa; un edificio cubierto de filigrana y esplendente iconografía que la familia y amigos cargan esperando escapar de la amenaza en ciernes. La calle llena de gente, los olores y colores superpuestos, la ansiedad flotando en el viento y girando alrededor de la fila que avanza llevando la plataforma, zigzagueando entre las veredas. Se puede sentir a flor de piel la presencia de los demonios que merodean, se puede sentir su presencia como un temblor sobre los bellos capilares, una electricidad velada que apenas roza el cuerpo, pero se sabe pronto llegará a tomar forma y desplegará su poder maligno sobre la isla. Es una presencia maligna que busca arrebatar al difunto de la posibilidad de liberación del ciclo de las reencarnaciones. Aunque los portadores saben de este peligro y tratan de engañar a los demonios a través de múltiples cabriolas y movimientos rápidos, ellos saben muy bien que algo más se necesitará para espantarlos.

La orquesta entonces entra en acción. Es la gamelan beleganjur, una agrupación de músicos/guerreros caminantes que durante siglos han protegido las almas de los difuntos en su camino al santuario de la cremación. En la isla de Bali, Indonesia, se sabe que el lapso entre la muerte y la incineración de los cuerpos es crucial para salvaguardar la liberación de las almas. Mientras estas permanezcan ancladas en las vísceras y huesos que las albergaron durante sus días, las almas se hallarán en un estado vulnerable. Por esto, los demonios emergen del océano que circunda la isla con una ferocidad sedienta, listos para secuestrarlas. Quieren impedir que asciendan al mundo de arriba donde habitan los antepasados y los dioses, el mundo donde quizás estas podrían liberarse del ciclo de las reencarnaciones. Es por esto que la gamelan beleganjur es tan importante en Bali. Los músicos caminantes esperan a los demonios para repelerlos usando sus sonidos de guerra.

Detrás de los portadores, los músicos guerreros empiezan a tocar sus címbalos con rapidez y extrema coordinación. El kajar marca el tiempo y establece la energía frenética que empuja a la orquesta hacia adelante. Los gongs intercalan melodías trenzadas, generando el potente efecto ombak que es característico de las gamelans: un campo de discrepancia sónica que envuelve el cuerpo del difunto y lo encapsula en vibraciones palpitantes para espantar a los demonios que pululan al rededor. Los platillos del reyong también demandan coordinación exacta, militar, en la cual cada músico debe escuchar al otro para alcanzar la sincronización de ritmos. Solo a través de esta técnica de encadenación de ritmos los músicos de la gamelan beleganjur pueden reproducir un estado generalizado de rame durante la procesión, es decir, una textura increíblemente densa, compacta, bullanguera, una masa de sonidos preñada de cacofonías y compases intrincados, una especie de muralla musical impenetrable donde no puede encajar ningún otro sonido ni ninguna otra presencia material o inmaterial. El estado de rame se eleva como una cúpula sónica y cubre como la plataforma donde viaja el alma del difunto. Los demonios, de esta forma, no podrán asomar sus cuernos a través de la muralla de sonido para infiltrarse. Los músicos guerreros de la gamelan siguen tocando con fuerza y virilidad durante toda la procesión para mantener la muralla en pie. Son consientes de estar librando la lucha milenaria que se libra en Bali desde el origen mítico del bien y el mal. Al llegar al santuario de las cremaciones y depositar el cuerpo en la pira, las cenizas de las vísceras y los huesos ardiendo darán la más clara señal del triunfo, para regocijo de los músicos y familiares.

 

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