En la tarde vinieron a llevarme pastelitos. Los conté, eran ocho, todos vestidos de salir, con blazers, corbaticas, camisas llenas de cocodrilos. Traían de todo, pero solo tuve ojos para los pastries.
Ella era todo culo y caderas. También su mirada me resultó conocida, pero no recodaba de dónde. Le grité ¡PUTA, CULO RICO, PUTA! Y me miró con más cariño que antes. Esto me aterrorizó. Era una mirada llena de un mundo entero, un mundo extraño, ajeno, pegadito a mí, un universo sancochado, un huevo sideral. Me dio asquito. Y estiré los brazos en su dirección estirando al máximo cada uno de mis dedos, como una estrella en pánico.
Llegaba e iban poniendo sobres con dinero encima de la mesa. Algunos trajeron cervezas que no se tomaron hasta que se hizo una columna alta. Alrededor de las columnas volaban dos drones blancos, pequeños, uno de ellos tenía instalada una cámara 4K, que transmitía mi calva desde arriba, hacia un iPad de estreno. Dijeron que podía controlarlos los dos con el mismo programa y los estrellé contra la ventana y los volví a estrellar y volví a orbitaleos alredodeor de la torre de Coronas y Heinekens y traté de nueveoncearlos contra ellas terrorísticamente, pero los drones tenían un sistema antichoque muy sofisticado. Era un desastre no poder escucharlos, así que los dejé hacer lo que quisieran. Al poco rato fueron a orbitar mi pequeña maleta de viajero recién nacido
Una mujer muy flaca y bajita me trajo un libro viejo. La reconocí de cuando era joven, su cabellera dorada y sus ojos de gata tierna… el libro era de Mahfouz, y comencé a leer a pedacitos mientras los visitantes llegaban y se iban. Era de un aburrimiento muy atractivo… unos tipos cruzando una extensión de agua en un bote y hablando del pasado y de edificios. El tipo que remaba era un imbécil iluminado, me recordó a Panero, el otro me lo imaginé por un momento con el culo y las caderas de mi desconocida y no me dio risa. Al poco rato pensé que todo sería más entretenido si les encasquetaba un cocker spaniel inglés particolor a punto de caer por la borda… no lo fue. El aire olía a música. Dejé de respirar prque pensé que me quedaría ciego si continuaba. Me pusieron algo delante para que lo firmara… imaginé que era el libro de condolencias por mi propia muerte, sabía que no lo era, pero me pareció, que es lo mismo… me saqué la pinga y le di dos golpes al papel, la gente se rio y otros se fueron, otros llegaron y se fueron rápidamente, una niña se quedó mirándome espeluznada y su madre le tapó la cara con el libro de condolencias. Yo lloré un poco y me senté cuando entraban dos que hacían mucha bulla.
Entre los dos me abrazaron, me dijeron un nombre extraño que me pareció perfecto para mí. Esos no llevaban ropas de salir, iban en pantalones cortos y camisetas de béisbol. Me dieron palmadas en la espalda y puñetazos en los hombros. Traté de lanzarles unas cuantas cervezas y se piraron a mil. Desde la puerta el culo perfecto me miraba e intenté hablarle. Me dio la espalda y me encontré de sopetón con la cara de Sandra, sonreía, sus ojos conectados con una música extraña, parecían reconocerse en los míos. Manu, soy yo, por fin me has visto.
Sí, te reconocí de espalda, le dije y me sonó un beso altísimo que me partió el tímpano.