en medio de mi noche, allá adentro, pasando mil puertas, hay una luz pequeña que me sobrevive asida a mi inocencia… justo al lado de las cosas que he olvidado, de los amigos muertos, de las calles por las que caminé con la vista puesta en el horizonte, o que pasaron por mí múltiples veces, intentando sin mucho éxito llegar a un hogar que nunca existió fuera de mi cuerpo. Pequeña, zozobra rodeada por la árida arquitectura de mi soledad, intenta calentar hogares inexistentes, se agazapa, huye, se esconde entre mis recuerdos más frágiles, subsiste lentamente en aquellas páginas de parafina caligrafiadas con poemas de amor que una mujer que me amaba le alcanzó a través de unas rejas al fantoche perdido que era yo en ese entonces… el tiempo es un animal que solo devora tiempo, no se come las ganas, no destroza el amor, no nos quita los sueños, la vida es una sola y somos sus arquitectos, somos Dios, somos el diablo, vinimos y nos vamos solos. Nos debemos ser felices y con ese amor, tocar la felicidad de otro… y sí, todo lo demás es pinga.