#LaBola: Criatura mítica #1

 

Iba caminando en medio de la noche, acelerado por la pérdida de mi amante cuando unas gotas de agua fría me arañaron el cuello. Grité una malapalabra y la mujer que regaba se disculpó. La rociadora defectuosa a veces soltaba chorros en direcciones que no podía controlar, me dijo, y se acercó sin dejar de esparcir aguas a doscientos setenta grados, luego sacó un pañuelo como una mantilla y comenzó a secarme con dulzura. Me quedé congelado, su toque, su blandura, el roce de la tela contra la piel de mi nuca era perfecto.

Me iba contando que la ciudad había prohibido regar las plantas por la sequía, que las multas eran altísimas, que salía de madrugada para evadir a los inspectores, me susurraba los doscientos cincuenta dólares que le habían clavado en el bolsillo a su vecino, la mantilla había caído al piso y tenía esa mano dentro de mi portañuela, una mano de terciopelo lenta y deliciosa que se había posesionado de mi carne con una cadencia sublime… en una elipsis que no me podía explicar. En puntillas, sus pezones dibujaron corazones eléctricos en mi pecho a través de la tela mientras regaba unos gladiolos amarillos apoyando su muñeca en la parte más baja de la jarra que formaba mi brazo, cuidaba no mojarnos. Me contó de sus toronjiles, de los ficuses que desmelenaban su patio como piratas colgados de las piernas. Tarareaba una canción tibia en mi oído cuando sintió que se me iba la vida, se agachó rápido y se la bebió toda con una parsimonia que duró un par de siglos, se relamía imitando, cómica, a una gatita hambrienta. La manguera la había depositado tiernamente en el piso, y un surtidor abanicado formaba un arcoiris nocturno con la luz que bajaba del poste. Después se incorporó, secó las gotas de lujuria que perlaban mi frente con su mantilla milagrosa y me preguntó si me gustaría ir con ella a pintar seres míticos en las paredes del Jackson Hospital.
—Bella, descarada y esnobista —le dije con sorna, y me fui a pintar unicornios.

Ilustración: Fontaines Bronze Wood Sculptures by Malgorzata Chodakowska

Andrés Pi Andreu

La Habana, Cuba, 1969. Escritor, traductor y editor cubano americano. Radica en Miami. Su familia proviene de una larga tradición de escritores y editores de literatura infantil. En 2010 fundó la editorial Linkgua USA, con el fin de representar, publicar y promover la literatura en español de autores latinoamericanos. Tiene Premios tan reconocidos como el White Ravens, 2013, el Premio Planeta Infantil, Apel les Mestres 2009, la Medalla de Oro de los Florida Book Awards, 2015, el Premio Edad de Oro 2000 y 2002, el Premio de la Crítica al mejor libro del año (La Rosa Blanca 2004). Es autor de más de 200 libros publicados que se han traducido a 12 idiomas.

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