Llego y encuentro que unas paredes han crecido en medio del patio. Ha crecido también un techo, unas ventanas para apaciguar, un camino pavimentado que sale de la nueva puerta hasta el pasillo que lleva hasta el portón del garaje. Han crecido una mujer y un hombre extraños dentro de las paredes y un niño desconocido me saca el dedo del medio desde la azotea.
Recojo un ladrillo y hago el ademán de lanzárselo al niño, que resbala cuando se agacha y rueda por el techo y cae dentro de un cubo grande de basura. Me río, me preocupo, pero su dedo del medio sobresale del latón y le doy la espalda, me marcho de mi pasado.
El patio de mi casa vieja ha desaparecido. En su lugar, ahora transcurren otras historias, otras infancias, otros edificios.
Salgo a la calle. A mis espaldas siento un ruido de pasos. Un sonido conocido. El padre me empuja, está frente a mi con un machete en la mano. Me pregunta si le lancé un ladrillo a su hijo. Le digo que no, que el niño miente, que me sacó el dedo del medio. Miro al chico y le sonrío con mi cara bondadosa. El padre se vira y le da un coscorrón de campeonato, el chico cae de rodillas y yo me hago el preocupado, “no le pegue, son cosas de muchacho”.
Se marchan, me viro a mirarlo y el chico me odia mientras camina, yo le saco el dedo del medio y me burlo, él le dice al padre, yo me vuelvo presto y siento otro coscorrón.
Cuando llego al hotel no me quito el abrigo, se ha estado empapando de aguanieve todo el tiempo. Todo pasó mientras nevaba y no me había dado cuenta. El gris tiene efectos invisibles que nos convierten en personas desiguales.
Mi hija llega corriendo, mi esposa me pregunta cómo me fue con los reencuentros.
Les cuento cómo la familia que ahora vive en el patio de la antigua mansión de los Andreu me recibió con alegría y me prepararon un té de menta que no me gustó. Les hice un cuento de los míos, el chico apoyó su cabeza en mi hombro sin conocerme y el padre me miró con un orgullo lento.
Ellas me escuchan con seriedad, mi hija me da un abrazo, mi mujer me ama: siempre ha estado enamorada de mi ternura.
Ilustración: Sam Blown