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La Guerra Fría no terminará jamás. Jack Reacher golpea de nuevo.

Lee Child (Coventry, Inglaterra, 1954, seudónimo de James Grant) lleva escritas veinticuatro novelas protagonizadas por Jack Reacher, de las que se han volcado al castellano, sin seguir un orden cronológico, menos de la mitad. Ello habla de que seguiremos disfrutando, siempre y cuando las editoriales así lo dispongan, de uno de los mejores autores policiales de la actualidad. Ahora ha sido traducida la decimotercera entrega, titulada en su primera edición en inglés de 2009 Gone Tomorrow, Mañana no estás. Y como de costumbre, nada, por desmesurado que sea, es desmesurado para este escritor y para este personaje, que algunos dicen están hechos a imagen y semejanza.

A los cuarenta años Child se quedó sin trabajo: sus jefes de la televisión británica decidieron que no precisaban de sus servicios como productor y guionista. Desempleado, pensó que una de las mejores formas en que podía ganarse la vida era convirtiéndose en escritor. En 1997 publicó su primera novela de la saga de Reacher, Zona peligrosa, de inmediato se mudó a Estados Unidos y hoy lleva vendidos millones de ejemplares, ha sido traducido a cincuenta idiomas y es dueño de casas y apartamentos repartidos en un buen número de ciudades, desde Saint-Tropez, East Sussex y Nueva York, y de un rancho en Laramie, Wyoming, donde puede escribir tranquilamente mirando el deslumbrante paisaje de las Montañas Rocosas.

Reacher (casi dos metros, 113 kilos) nació en 1960 en Berlín debido a uno de los destinos de su padre, un marine finalmente asentado en Corea. Habiendo integrado y habiéndose desvinculado de la Policía militar, se ha convertido en un vagabundo que recorre el país de un lado a otro, siempre y cuando no aparezca algún caso que lo distraiga de su peregrinar. Por lo general viaja en ómnibus de línea y lleva en sus bolsillos algunos dólares, un pasaporte vencido, una tarjeta de débito, un cepillo de dientes plegable y poca cosa más. “Él no podía tener un trabajo común y corriente, un grupo de amigos o una casa o departamento al que volver cada noche”, le dijo Child a la argentina Valeria Tentoni. “No quería que estuviese sufriendo por un divorcio difícil o por una adicción al alcohol, a las drogas o a los cigarrillos. Quería que fuese libre.”

 

Los once puntos

Mañana no estás se abre con Reacher en un metro de Nueva York, la madrugada de un día cualquiera, en un vagón en el que viajan otras cinco personas, una de ellas una mujer vestida de negro. En las primeras veinte páginas Child presenta el caso que lo llevará a una larga y compleja investigación. Lo hace, como es frecuente en sus libros, de manera vertiginosa, magistral. “Los terroristas suicidas son fáciles de identificar”, dice en el primer párrafo. “Emiten señales delatoras de todo tipo. Más que nada porque están nerviosos. Por definición son todos primerizos.” Y a continuación comienza a enumerar los once ítems de la lista que la contrainteligencia israelí elaboró para detectar a una eventual atacante suicida, y va aplicándolos a esa pasajera que lleva una cartera en su falda, de donde no retira ni por un instante sus manos. En tanto, van pasando algunas de las estaciones del metro en Manhattan, donde no baja ni sube ningún pasajero.

Vestimenta adecuada (debajo de sus ropas lleva los explosivos), irritabilidad, sudor, tics y comportamiento nervioso, respiración sincronizada, mirada fija en el frente. Hasta allí todo coincide con la mujer de negro que Reacher sigue observando, sin sacarle los ojos de encima mientras el vagón avanza con su leve y adormecedor traqueteo. Balbuceo de plegarias (los labios de la pasajera “se estaban moviendo por debajo de su mirada fija, en un recitado largo, jadeante, ritualista que parecía repetirse más o menos cada veinte segundos”). Un bolso grande para cargar un detonador. Las manos en el bolso. Si fuera un hombre, habría que agregar otra señal: barba recién afeitada, “una piel más pálida en la mitad de debajo de la cara. Ninguna exposición reciente al sol”.

Cuando Reacher se pone de pie y avanza hacia la mujer, en un azaroso intento de disuadirla, ella saca del bolso un .357 Magnum grande y viejo, primero apunta a la humanidad de su interlocutor y luego “levantó alto el mentón, como un gesto orgulloso y obstinado. Apoyó la boca de fuego en la carne blanda que está por debajo. Oprimió el gatillo hasta la mitad… Después terminó de apretar el gatillo y se voló la cabeza.”

 

Kafka y Orwell

La acción se desata bajo el misterio provocado por este suicidio. Interrogatorios, inculpaciones, intervención de agentes del Departamento de Policía de Nueva York, del FBI, de funcionarios de Defensa del Departamento de Estado, de extraños personajes sin origen preciso y de un par de enigmáticas mujeres –en un principio presentadas como madre e hija de origen ruso, una entrada en años que parece no entender una palabra de inglés, otra joven y bellísima–, se van arremolinando alrededor de una trama en la que pronto aparece la invasión soviética a Afganistán, el primero apoyo yanqui a los muyahidines, la posterior –y también frustrada– invasión estadounidense, los resabios inagotables de la Guerra fría y la figura de un ascendente senador de Carolina del Norte que alguna vez estuvo a la orden del Ejercito en aquellas inhóspitas tierras.

Como en el resto de sus títulos, Child pone a punto una exhaustiva investigación previa de los elementos que darán cuerpo a su narración, desde la descripción de las armas, la secuencia histórica de los hechos, sus principales protagonistas y los lugares donde se desarrolla la historia: Nueva York trepida en sus páginas con sus avenidas atestadas, sus rincones oscuros, sus hoteles sórdidos, sus habitantes más insólitos, sus altísimos decibeles, sus estaciones de metro, la abarrotada Penn Station. Nada resulta improvisado en estas páginas, más allá de la invencibilidad de Reacher que, en definitiva, es lo que el lector reclama de un héroe de sus características.

Les tengo miedo a muy pocas cosas, pero lidiar con los actuales aparatos de seguridad es siempre mejor si se lo evita. Franz Kafka y George Orwell me habrían dado el mismo consejo”, reflexiona Reacher en el momento en que comprende que está siendo perseguido por los agentes de Defensa y mientras no se puede sacar de la cabeza una fotografía de 1983 que vio colgada en el despacho del senador, en la que aparece el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld dándole un sincero apretón de manos a Saddam Hussein.

Después de dos adaptaciones cinematográficas de Reacher interpretadas por Tom Cruise, Amazon pronto estrenará una serie basada en Zona peligrosa. La edición de Mañana no estás, que reúne a Blatt y Ríos y Eterna Cadencia, es estupenda, así como la traducción a cargo de Aldo Giacometti, celebrada hasta por el propio Child.

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