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La guerra es un jardín de niños. Carlos Loya

1.

Cuando quiero estar triste

veo militares regresar a casa.

Se termina la abducción

de los papiros y su falsa justicia

veo soldados de tres rostros

Su uniforme limpio, algún evento

escolar, sin tierra,

los añicos de algún picnic

devorado por la brecha digital

la carta lagrimeante que pudo ser quemada

dividida, torturada por su color blanco

y la falta de palabra.

La derrota está en los nudillos

reproducciones de morning shows

de jóvenes con suerte, que buscan el amor en patines

una malteada bajo el acero

o

la suerte de regresar a una ducha.

 

2.

En el jardín de niños

cualquier objeto era una pistola

tantas veces asesiné

y reviví con pasteles de lodo hurtado

bajo la manguera, lágrimas de conserje

que perdía sus plantas,

camuflaje

para no tomar la mano de mamá

cuando se abría el portón

y mi suéter sucio

llegaba a la guardería

con sangre invisible

la prisión, a veces

es una siesta obligada

en techo ajeno.

3.

la palabra afeitar,

está en todos los guiones de cine

vi tantas películas bélicas,

que pude poner una bala en mi cráneo

sin morir.

Empecé a vivir pecho-tierra

la maleza era un sonido de tarola

descuadrada,

leía la caja de cereal

dos veces, antes de dormir.

Nadie rescataba a Ryan,

La línea roja era gorda, un pelotón

de halcones negros y chaquetas metálicas tocaron mi ventana.

4.

 

las bases militares están abandonadas

pero no vacías.

Chinches en las consolas que modernizan el degollamiento

y la morfina.

prendas mojadas para correr

tras las ardillas o asistir a un concierto

lleno de adultos con problemas renales,

cortocircuitos con una hoz

en las espigas pasionales

de una gárgola

la guarida del francotirador

que algún día

fue un gusano.

 

 

5.

 

He aquí que alzo la voz, aquí que se me caen los dientes, el estómago en mis manos por el perdón de arrebatar, la melodía de un ballet europeo que pintamos con colores de palo, en un mapa reciclado, porque el domingo se juega al futbol, no se estudia.

El paredón y la venda en una trinchera de clima agrio, los relojes parados, bolsillos tramposos que nunca fueron medallas, capuchas, botas.

He aquí que los morteros salen de las bocas como chicles sin sabor y la lengua tiembla, difumina a tu enemigo y su olor a humedad.

Anterior, lo que escucha ya fue, un entrenamiento solo para los perros, ansiosamente viviendo en fuego, disecados.

He aquí que me tiro bajo el árbol y solo veo una pierna

y la prótesis.

 

 

 

 

 

 

6.

 

Caronte moja sus monedas

se chupa el dedo para dar vuelta a la hoja

Caronte renta una panga      mojado se gana la vida

Caronte es una canción que dice:

el corcel de Napoleón nunca tuvo color,

las ruinas de Hiroshima se guardaron en una capsula

para enaltecer las hormigas toxicas

las tripas de los héroes, se degustan con tortillas

de harina.

 

Caronte no sabe de guerra,

no tiene patio,

solo juega al Call of duty.

 

 

 

7.

Cuando quiero estar feliz

veo militares partir de casa

su andar poroso y trastornado

por dejar sus ahorros bajo el colchón

la plaga de insectos, puertas sin reparaciones

y la melancolía de un hombre común,

que se venderá en partes separadas.

 

Servir a tu país, morir por tu nación.

hacer barquitos de papel con los que tienen el pie

plano, marchar silbando, recogiendo guayabas.

Las granadas solo exprimen los cachetes,

todos hemos de pelear, las granadas manchan la ropa

como aquel que mata a un infante en su propio territorio.

 

Cuando evoco a los submarinos, misiles, tanques

izo el último beso de mi padre

antes de enlistarse al cristal,

en las pantuflas que se percudieron

esperando su regreso

subfusiles de lectura en eucalipto

y

todo el amor de la abuela

que yace en el petróleo.

 

La adolescencia solo fue la suerte de no nacer en medio oriente,

aunque aquí se sientan, abatidos, sin regar

la guerra es un intento torpe de jardín.

un jardín de niños, sin veteranos.

 

Carlos Loya es originario de Ensenada, Baja California. Egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Baja California. En 2018 fue el ganador de la primera bienal de artes literarias Gloria Ortiz Domínguez y del primer concurso de cuento Heberto Peterson Legrand. Ha sido colaborador en revistas digitales como El septentrión, 4Vientos, Verminautas y Región Transparente.

 

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