La relectura de la obra de Cervantes ofrece no pocas sorpresas y hallazgos. Entre ellos está ese episodio extraordinario y utópico relacionado con el frondoso y juguetón proceso de ficcionalización que propone el libro. En el capítulo 3 de la Segunda parte Sancho lleva al bachiller Sansón para que le cuente a Don Quijote que se han publicado muchas historias sobre ellos, Don Quijote y Sancho. El escudero, vanidoso y vulgar, se siente orgulloso de ser un personaje de ficción difundido en libros y geografías diversas. El bachiller habla de las versiones de la historia editadas en varias ciudades (Portugal, Valencia, Barcelona). En el mismo capítulo, el bachiller informa cuáles son las aventuras de la dupla que han sido más recordadas en las publicaciones. Como sabemos, Cervantes propone una estrategia de ficcionalización que es compleja: los personajes inventados por su imaginación han sido escritos y narrados como si se tratara de personas reales en diversos libros mencionados por el bachiller. Y quizás lo más importante de esta operación ficcional sea esto: en el libro de Cervantes se mencionan las otras ficciones que se escribieron sobre los supuestos personajes reales. La ficción de Cervantes es autorreferencial: los lectores leemos que Don Quijote quiere saber qué dicen las ficciones posteriores sobre sus hazañas ficcionales tomadas como reales en la referencia del bachiller Sansón Carrasco.
El cambio de signo (el paso de sujeto ficcional a sujeto real para las ficciones sucesivas) es, tal vez, lo más fabuloso de esta operación de Cervantes.
En el capítulo 1 de la Primera parte se menciona la edad de Don Quijote: «frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años».
Este año cumplo cincuenta. Varias cuestiones me unen a este libro único, pero me rozan de forma ejemplar el trabajo con la ficcionalización multiplicada y la mera referencia a la edad.