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La esperanza es más fuerte. Sobre El síndrome de Lisboa de Eduardo Sánchez Rugeles

 

   El síndrome de Lisboa, del autor venezolano Eduardo Sánchez Rugeles, es una novela sobre cataclismos. Un meteorito ha caído sobre Lisboa, y la ha desaparecido. Los rumores dicen que esto puede generar un desastre mayor y posiblemente obliterar el planeta entero. Al mismo tiempo, al otro lado del océano, la estabilidad sociopolítica venezolana ha explosionado bajo un régimen autoritario. En una escala aún más íntima, en Caracas, un profesor de secundaria atraviesa una ruptura amorosa. Un inmigrante portugués rememora su pasado y un viejo amor en el país que desapareció. Un grupo de jóvenes estudiantes está firmemente determinado a luchar contra la dictadura, algunos de ellos, enfrentándose a la muerte. Todo parece perdido, el apocalipsis es el leitmotiv de cada una de estas historias. No es casual que el sol apenas se distinga en un cielo absolutamente gris a consecuencia de la lluvia de cenizas.

     La novela está dividida por capítulos siguiendo las partes de una sinfonía musical: Obertura, Allegro, Scherzo, Adagio, Requiem y Ofertorio. En cada movimiento o segmento, quien lee se desplaza entre el efecto dominó de lo ocurrido en Lisboa y el presente venezolano complejo; así como de la historia de Fernando, el profesor de secundaria; de Moreira, el inmigrante portugués; y de los estudiantes en riesgo. Fernando trabaja en distintas escuelas de Caracas y en un centro cultural llamado La Sibila, donde imparte clases de actuación. Es ese el lugar en el que coincide, y donde se convierte en guía y mentor de los estudiantes que, en situación de estrés debido al debacle político y social de su país, participan en las manifestaciones de la ciudad, poniendo en riesgo su libertad y posiblemente sus vidas. Los jóvenes se ven a sí mismos como una generación que sufre el «Síndrome de Lisboa»: sienten que las cosas que aman son finitas, que no hay mañana, y que su desaparición inevitable resultará irrelevante para el resto del planeta. Por su parte, también Fernando siente que su vida ha perdido sentido. Su esposa lo ha abandonado por otro hombre, y él ha quedado suspendido en el pasado, obsesionado con lo ocurrido, intentando comprender cómo y cuándo fue que murió el amor.

     En tanto, una cortina de censura se despliega en relación con lo ocurrido en Portugal. Nadie sabe con certeza cuáles serán las consecuencias del daño para el resto de la humanidad. ¿Desaparecerá Europa? ¿Ha llegado el apocalipsis? La historia de Moreira, el inmigrante portugués en Caracas, se convierte en una cinta transportadora sobre la que se desarrolla la tragedia. El europeo resulta ser un gran narrador y recuenta su pasado y sus experiencias como extranjero, al tiempo de lamentar la desaparición de su ciudad debido al choque del meteorito. La referencia distante de una Lisboa eclipsada termina entonces yendo de la mano con la inquietud civil venezolana, la censura y la represión política, las teorías de la conspiración, la escasez de alimentos.

     Dedicada a los caídos, a los jóvenes venezolanos que murieron defendiendo su país de la dictadura aún en el poder, la novela El síndrome de Lisboa describe un cataclismo como metáfora para referirse a una debacle sociopolítica. Porque si cada ser humano es un universo, el mundo se ha terminado una y otra vez con cada una de las muertes de sus disidentes. El planeta Tierra seguirá existiendo, y tal como se descubre progresivamente en la novela el apocalipsis no ocurrirá. Sin embargo, los universos cegados por la dictadura venezolana no volverán a la vida. Como fuere, el compromiso de Fernando hacia sus estudiantes, su devoción hacia su trabajo y la manera en la que se esfuerza de todas las maneras posibles por protegerlos, transforma la perspectiva decadente: cambia el sentido de la historia. Una mirada pesimista se vuelve así en una narración sobre el amor a la libertad, la disposición a caminar sobre las ruinas y la determinación de hacer lo necesario para protegerla, recuperarla. Tal como Moreira dice a Fernando: «A pesar del saqueo y la decepción, la esencia de las cosas que amamos sigue intacta. Tienes un motivo firme para la esperanza, aún cuando parezca que todo está perdido.»

 

 

 

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