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La entraña sin hogar

Entrevista al escritor mexicano Jorge Armando Ramírez sobre su novela La extinta morada


 

¿Por qué La extinta morada, de dónde surge el título y la historia?

Uno de los epígrafes del libro es el siguiente: “La filosofía es en realidad nostalgia, un impulso de estar en todas partes en casa”. Este dictum de Novalis podría resumir el periplo existencial de los personajes de la novela. Un anciano que padece demencia senil despierta en la banca de un ignoto parque; se sabe extraviado, pero enseguida deja atrás este atroz momento de lucidez para imponerse la misión de buscar a su hijo, a quien cree perdido e indefenso. En adelante, guiado por una inexacta cartografía mental que lo instala en su propio vecindario, el viejo deambulará por las calles y preguntará por el paradero de su pequeño, mostrando una fotografía que lleva consigo desde hace casi treinta años, pero que asume como actual. Por su parte, una vez notificado del extravío, el hijo, después de más de diez años de haber estado ausente, regresará a su ciudad natal para intentar localizar a su padre. El primero de ellos se aferra a una familiaridad con los espacios que los estragos de la amnesia le arrebatan. El segundo pretende suprimir los puentes que le unen al mundo y mantenerse como espectador ante la vida; huyó de su casa y se fue a vivir a una apartada comunidad por más de tres años, hasta que supo que tampoco pertenecía a ese lugar; finalmente se resignó a trabajar en una librería, con el afán de que este movimiento lo acercara al ámbito literario y, quizás, más tarde, al oficio más solitario que existe: el de escritor. El tercer personaje fundó una comunidad; mantuvo la expectativa de que esta sociedad experimental y a pequeña escala fuera una alternativa para cualquier persona que, como él, hubiera develado el estúpido entramado del estilo de vida imperante. De cierta manera, los tres personajes pierden y buscan moradas, esos lugares donde puedan habitar y calmar el desasosiego que impele sus erráticas trayectorias vitales.

En la novela cambias de narrador, y digamos que también de personaje principal, ¿puedes hablar un poco de este juego de voces?

Son tres personajes: Braulio, el anciano; Mauro, el hijo de Braulio; y Tadeo, el fundador de la comunidad a donde se va a vivir Mauro por más de tres años. Casi al inicio de la novela hay un pasaje en el que Mauro, de niño, juega a las escondidas; no obstante, en lugar de permanecer dentro del parque y del tácito radio de búsqueda, abandona el perímetro del juego para observarlo desde la azotea de su casa. El arribo a este simbólico escondite desde donde otea el desfile del mundo es precedido por una cuenta regresiva: tres, dos, uno. Cuando terminé de escribir este fragmento me surgió la idea de que la sucesión de narradores y de capítulos también aludiera al conteo de la fuga: tercera persona para Braulio, segunda persona para Mauro y primera persona para Tadeo. En suma, pretendí que la estructura narrativa estuviera implicada en la historia, y viceversa.

Se menciona una comuna, lo que quizá es el punto de quiebre de la novela, ¿crees que la organización social tiende al fracaso, a la desintegración?

En general, me parece que la novela está escrita en clave entrópica; la comunidad, la utopía, se despeña junto con todo lo demás, de ahí que, paradójicamente, uno de los capítulos que tiene lugar en la comunidad sea llamado “Solipsismo”. La narración es un intento de acompañar la parábola de caída de los personajes. Además, la posición horizontal, ya sea como resultado del deceso, de un ataque de pánico o de la enfermedad, permite, en contrapunto, lanzar una mirada crítica a la ufana postura bípeda. La orfandad del personaje de Mauro, sin ascendencia ni descendencia, ejemplifica claramente esta analogía de la postración y de la carencia de verticalidad, sobre todo a lo largo del capítulo que sugerentemente se titula “Catábasis”.

En una parte, el personaje lee a Balzac, la novela Las ilusiones perdidas, en cierta forma, tu personaje es una continuación de Lucien de Rubempré, pero tal parece que al tuyo la soledad no le desagrada, y no le importa el “éxito” ni el fracaso como artista.

En el libro, ya sea en los epígrafes o referidos por el personaje de Mauro, se mencionan algunos nombres de autores y ciertos títulos de novelas; por ejemplo: Un hombre que duerme y Las cosas de Georges Perec, Hilarotragoedia y La ciénega definitiva de Giorgio Manganelli, el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, La vida breve de Juan Carlos Onetti, entre otras. Estas referencias, además de tratarse de obras que me marcaron enormemente, podrían ampliar en el lector los puntos de apoyo para interpretar La extinta morada. En todo caso, esta ligera intertextualidad es también una forma de homenajear a esas grandes obras y de invitar a su lectura, si es que ésta aún no se ha efectuado. En lo que concierne a Las ilusiones perdidas de Balzac, su aparición sirvió para crear una escena con bastante ironía, debido a que Mauro lee al azar un fragmento de esta novela atendiendo a la solicitud de una mujer que quiere reconfortarse escuchando la sagrada palabra, dada la aciaga noche por la que pasan ella y todos los que cuidan a sus familiares enfermos en la sala de neumología del hospital. Ella cree que Mauro lee con devoción La Biblia; el grosor del libro, las pastas duras y la edición sobria la llevan a esa errónea deducción. Ahora bien, Claudio Magris, en su libro Utopía y desencanto, observa que el desencanto corrige a la utopía y refuerza su elemento fundamental: la esperanza; es decir, ambos elementos se complementan y corrigen recíprocamente. Por otro lado, esto puede dar origen a una función crítica, esa síntesis entre lo ideal y lo real de la que hablaban los artistas y escritores románticos. Así que, esta pérdida de ilusiones y la función crítica que se desprende de ello me parece que son ingredientes esenciales en mi novela.

En la novela el personaje muestra un cierto rechazo por el orden mundial, el capitalismo; y en la realidad vemos que la vida después de este virus que nos tiene resguardados parece que ya no será la misma, ¿crees que estos tiempos de encierro ayuden a mirar con cierto optimismo lo que sigue después del COVID-19?

Heidegger establece que, además de la angustia, el aburrimiento profundo es una disposición afectiva capaz de propiciar la filosofía en las personas. Dicho esto, considero que quienes son afortunados de encontrarse en un confinamiento libre de preocupaciones económicas, aún tienen la posibilidad de evadirse de múltiples maneras, sin que este repliegue y suspensión de los automatismos cotidianos suscite necesariamente en ellos algún tipo de reflexión o autoconocimiento.

Le llamas “verdugo” a la literatura.

Esto tiene que ver con la analogía, concebida por Kierkegaard, entre el toro de Falaris y el oficio de todo poeta; es decir, la transmutación del sufrimiento en arte. Falaris torturaba personas cocinándolas en el interior de un toro de bronce que era colocado encima de una hoguera; el bramido artificial era percibido por el legendario tirano como una armoniosa melodía. Por otra parte, en El mal de Montano, Enrique Vila-Matas explica de forma más clara esta ambivalencia que tiene la literatura: “Precisamente porque la literatura nos permite comprender la vida, nos deja fuera de ella”. De este modo, ya sea en la lectura o en la escritura, la literatura, por medio de la imaginación y la memoria, nos puede redimir de todo lo que nos ha quedado a deber la vida, pero, a la vez, también nos aparta del mundo.

¿Qué fue lo que más disfrutaste al escribir la novela y lo más complicado de hacerla?

Lo que más disfruté fue el proceso creativo, buscar reiteradamente la sintaxis más adecuada para una oración y sentir de pronto cómo se desataba un torrente de palabras gestadas ya en el orden inalterable en el que se emplazarían a lo largo de varios párrafos. Lo más complicado fue tener la fuerza suficiente para escribir la novela, debido a que en ella hay muchos elementos tomados de mi propia experiencia. Aunque me tardé alrededor de dos meses y medio en acabarla, previamente había redactado algunos capítulos que ni siquiera terminaron en la versión final; no obstante, la escritura del último de estos borradores me tumbó; tal y como le sucede al personaje de Mauro, perdí la verticalidad. Al final creo que me distraje con la estructura narrativa y logré concluir el proyecto. En definitiva, La extinta morada es una novela escrita desde la entraña.


JORGE ARMANDO RAMÍREZ. (Aguascalientes, 1981). Licenciado en Ciencias Humanas. Estudió la maestría en Artes y Humanidades en el Centro de Investigaciones en Ciencias, Artes y Humanidades de Monterrey (CICAHM). En la misma institución, actualmente realiza su tesis doctoral con especialidad en Filosofía y Literatura. Trabajó en librerías durante más de diez años. Desde el 2015, es profesor universitario.

Ha publicado un par de ensayos en libros colectivos: “Borges: un ajedrez fantástico”, incluido en Delirio y alucinación. Ensayos de literatura y arte; así como “Vila-Matas: la paradoja del escritor”, contenido en La sonrisa irónica. Ensayos de literatura y cine, ambos textos publicados por Ediciones Eón, en 2013 y 2014, respectivamente. En agosto de 2019, La extinta morada, su primera novela, es publicada por Primer Cuadro, Casa Editorial UMM.

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