Un vez al mes, en Books & Books, la librería más guapa de Miami, un entusiasta grupo de lectores se reúne a comentar un libro. Las sesiones, moderadas por Ainara Mantellini, son charlas que convocan cada vez a más y más lectores. El mes pasado comentaron el libro El rastro, de Margo Glantz, y Ainara compartió sus ideas con nosotros. ¡Excelente iniciativa de apoyo a la lectura la del grupo de Books & Books !
Editorial Anagrama
172 pp
Un relato del corazón. Literalmente.
172 páginas para asistir a apenas las pocas horas que puede durar un velorio (que ya ha empezado cuando la narradora llega a él) y un entierro. La voz del relato es el monólogo interior de la protagonista Nora García. Una mujer de mediana edad que asiste al velorio y entierro de quien fuera su amor en el pasado y que ha fallecido por una falla cardíaca. Por ella nos enteramos de cada detalle del velorio: desde la descripción minuciosa del cadáver y el ataúd hasta de cada uno de los asistentes, sus diálogos su comportamiento entre sí y para con ella. La acompañamos en los recuerdos de lo que fue la vida de ella junto a Juan: ambos dedicados a la música. El Rastro es una novela corta (cortísima) o un relato largo (larguísimo) que tiene la pausa necesaria para detenerse en cada detalle, por pequeño que sea, describirlo minuciosamente, volver a él y registrarlo una vez más.
El pensamiento de Nora es también una disertación sobre música y ritmo, corazón y ritmo, corazón y anatomía, corazón y amor. Poco a poco, mientras se nos habla de música, vamos siguiendo el ritmo de la lectura. Porque este relato está basado en pilares musicales; es él mismo una armonía que va y viene, que acelera su ritmo, que luego parece terminar en acordes suaves, solo para volver a empezar. Vendría siendo la emulación literaria de una variación musical, como las variaciones Goldberg que tanto se mencionan en el relato. Estas repeticiones son tan marcadas (los acordes son tan similares y repetitivos) que es muy posible que al lector le parezcan tediosos y que la lectura se apelmace y parezca detenerse en el tiempo.
Varios acordes marcan la pauta de ese ritmo: el corazón físico (que tiene su ritmo, y que si se acelera mucho puede causar la muerte), el corazón afectivo, centro de la vida (definido como “el órgano del deseo”), la medicina y la anatomía, y la música con su propio diapasón, altibajos, contratenores y castrati.
En realidad, este relato no nos cuenta una acción en específico. Poco se logra saber de Nora y de su vida con Juan, pues el monólogo interior, el devenir del pensamiento, se pasea más por el mundo de los sentimientos que por el mundo lógico y cronológico de las acciones. Solo algunas pistas y frases conectoras (“esa herida amarga que es la vida”, “a quién hay que dar el pésame”) pueden ayudarnos a construir la historia de amor o traición entre Nora y Juan, la personalidad de uno y otro y el significado de los personajes que asisten al velorio. Apenas por la descripción de sus reacciones, podemos sacar conclusiones.
El Rastro es un relato sentimental: un corazón (el de Nora) que se nos abre desde la primera página y que nos va contando en privado y total confidencialidad todos los sentimientos y pensamientos que se disparan en su mente según pasa el tiempo en el velorio de Juan. Una voz, por demás, muy creíble, porque Glantz compone esa voz con las notas adecuadas, con una partitura exacta que nos entrega un texto pulido con gran armonía.