Aprendí a querer a la selección peruana de fútbol, como la mayoría de nosotros, desde la primera lágrima. Cada tragedia, dolor, amargura e impotencia contenidas en un grito ahogado de gol, en esos momentos de incertidumbre, de reniegos, de saber que jugamos como nunca y perdimos como siempre. Esa sensación de frustración que solo los que amamos a una selección como la nuestra, hemos aprendido a sobrellevar con dignidad y aplomo.
Siempre hemos vivido al límite. Nos hemos quedado a puertas de ir a un mundial en varias ocasiones, por diferencia de goles o, simplemente, por diferencia de capacidad. Nunca fuimos un equipo y quisieron hacer que creyéramos lo contrario, porque el fútbol vende y atrae a las masas, sobre todo en un país que necesita tanto de una esperanza. Siempre ese grito y ese dolor de volver a lo mismo, a la realidad, a esa que hundía en la desgracia de no sabernos nunca ganadores.
Incluso ahora vivimos al límite. Todavía lo recuerdo como si recién hubiera apagado el televisor. Perú jugó los últimos partidos de la eliminatoria pasada con el corazón en la mano y con un equipo que jamás tuvimos, pero que nos llenaba de orgullo. Y vivimos al límite cuando ganamos el repechaje, cuando clasificamos, cuando Paolo Guerrero, nuestro capitán, fue suspendido y quedaba fuera del mundial. Vivimos al límite pensando que en los partidos amistosos previos al mundial nos despertarían del sueño y nos volverían a nuestra triste realidad. Sin embargo, no fue así. Ahora sí éramos once y no un remedo de una selección. Ahora sí, y lo sabíamos. Como nunca, nos sentimos invencibles, ganadores, como no tengo el recuerdo que alguna vez debió suceder. Ese era el Perú que esperábamos y que se hizo demasiado esperar.
¿Saben lo que significa volver a un mundial después de 36 años? Yo aún no lo sé o no estoy seguro de saberlo. Solo sé que, al igual de más de 30 millones de peruanos, me he sentido orgulloso de ser peruano y de tener la oportunidad de vivir esto y no morir sin disfrutarlo. Después de mucho tiempo el Perú se ha vestido de Perú. Esto es, nos sentimos más peruanos que nunca, aquí y en cualquier lugar del mundo. Jamás nos hemos sentido más orgullosos. Esto es lo que siente un verdadero hincha, el que ha aprendido de la derrota. Es fácil ser de un país que siempre gana, que se sabe que siempre estará en una competición internacional y que su única preocupación es mantenerse. En cambio, para quienes nos fue negada esa oportunidad, para quienes aprendimos a vivir en el fracaso, en el olvido, en la impotencia, sí, nosotros, nosotros sí podemos decir con toda seguridad que sí sabemos lo que significa ser hinchas de una selección como esta y sentirnos más peruanos que nunca.
Hoy, mientras escribo esto, Perú acaba de iniciar su participación en el mundial. Escuchar el himno nacional en Rusia es lo más emocionante que puede pasarle a un peruano. Es sentir los latidos del corazón frente a los ojos. Y sí, esto recién comienza y esperaremos a quien venga, a quien sea necesario demostrarle que este es un Perú diferente y que más de tres décadas no han sido en vano.
Perú respira fútbol. Después de 36 años de no hacerlo, de vivir al límite, de vivir en la angustia, con el corazón en la mano, hoy vuelve a respirar. Sí, 36 años valieron la pena para volver a vivir y esperamos que ahora sea para siempre. Hoy estamos de vuelta más de 30 millones de peruanos.