Si me pusiera cursi te diría que ese libro era mi único amigo. Sólo que yo no tengo amigos, tengo cómplices.
Pag. 374
Violetta tenía quince años cuando huyó a Nueva York con una maleta repleta de ilusiones y con más de cien mil dólares robados a sus padres. Así comienza Diablo Guardián, la novela con la que el escritor mexicano Xavier Velasco ganó el Premio Alfaguara de Novela 2003, hace exactamente quince años.
Una puede pasarse la vida esperando que llueva. Deseando cosas de otros, mirando a los demás cómo patinan, corriendo tras la droga que acabe de matarte. Yo no sirvo para suicida, me gana la curiosidad. Siempre quiero vivir el día siguiente, si es posible desde hoy mismo.
Pag. 375
México vivía una fiesta. El PRI parecía que se había largado para siempre, la capital era gobernada por el actual Presidente Electo, en el aire todavía se podían sentir los aires de cambio y el horizonte del futuro era, aunque incierto, esperanzador. Pocos años antes, En busca de Klingsor de Jorge Volpi, tras ganar el Premio Biblioteca Breve, había dado, de alguna manera, el pistoletazo de salida a la literatura del Siglo XXI en el país.
Creo que lo único profundo en mi vida son los abismos. (…) Creo que los abismos crecen conforme una se va alejando de las demás personas.
Pag. 315
Ahora, quince años después, muchas cosas han cambiado y quizá algunos la hayan olvidado, quizá para otros sólo sea una novela más que tuvo la suerte de ganar un premio, quizá muchos no la hayan leído, pero en aquel 2003, el descubrimiento de Diablo Guardián confirmó mi insaciable pasión por la narrativa.
La gente se enamora y no vomita, por eso se envenena.
Pag. 263
Hace tiempo que decidí hacer artículos sobre literatura alejado de toda visceralidad. Pero en esta ocasión me es imposible dejar de lado la emoción que sentí mientras me entregaba por completo a la lectura de la novela. Como me sucedió ahora al releerla, en un país distinto, en unas circunstancias excepcionales en mi vida y con más años encima. Pero nada de eso impidió que volvieran las carcajadas, los nudos en la garganta o el amor y el odio mezclado por sus protagonistas. Era como si hubiera vuelto al 2003, a esas lejanas tardes de verano, sentado en el microbús, en el metro o en una banca de Paseo de la Reforma, agotando cada minuto sin despegar la vista del libro. Con el alma en un hilo, a veces con la respiración agitada, angustiado ante el final que se acercaba y que me alejaría del inmenso placer de la lectura, mientras sufría ante el incierto destino de Violetta y Pig.
Créeme que el hambre huele peor que la comida descompuesta. Pa que me entiendas: la miseria es la mierda de la desgracia.
Pag. 253
Con el paso de los años me he encontrado con una completa indiferencia o incluso con una crítica feroz contra Diablo Guardián cuando me refería a la novela con esta emoción. Me hablaban de una novela del montón, que tuvo suerte de ganar el Alfaguara, que no aportaba nada nuevo a la literatura, que era una obra condenada al olvido. Me señalaban hacia otras obras u otros autores, sobre todo a Roberto Bolaño, a quien considero un gran escritor, pero no el dios que sus fanáticos adoran, quizá porque jamás ha podido arrancarme una emoción, apenas una reflexión, y eso, para mí, en la literatura no es suficiente.
Amamos de la única forma soportable: como si jamás fuésemos a morirnos.
Pag. 424
Así que con el tiempo aprendí a compartir solo conmigo la pasión por el libro. Incluso llegué al extremo de crear mi primer correo electrónico con el nombre diabloguardian y mi año de nacimiento. Cuando tuve la oportunidad de conocer a Xavier Velasco durante la Feria del Libro de Madrid del 2004, hice todo lo posible para que la publicación en la que colaboraba aceptara incluir una entrevista con él. Fue una corta pero intensa experiencia. Velasco tenía toda la intención de charlar, pero la encargada de marketing de Alfaguara, por supuesto, tenía prisa y medios más importantes que atender. En aquella ocasión el autor presentó su colección de relatos El materialismo histérico: fábulas cutrefactas de avidez & revancha. Y tuve la oportunidad, por fin, de asistir a una presentación diferente, donde la solemnidad queda relegada, pero donde la literatura no deja de estar presente. Aquella presentación fue el germen de una idea que desarrollaría con los años como promotor de lectura.
El amor es lo más parecido a las mentiras. Justifica u opaca la razón, por derecho o torcido que parezca, no requiere de justificaciones, se reproduce a la menor provocación y exige todo el crédito del mundo.
Pag. 426
Años más tarde, ya en los tiempos de twitter, Velasco y yo sostuvimos una agria discusión política por la red social. No me sorprendió tanto la posición como la agresividad. Pero eran ya tiempos difíciles, donde la decepción y la sangre invadían México. Pero no fue por eso que dejé de leer sus novelas. En España eran difícil de encontrar y, por otra parte, temía decepcionarme. Encontrarme con algo que no lograra despertarme lo mismo que Diablo Guardián. Es absurdo, pero fue así. Ahora parece que estoy preparado para volver y saber si las letras de Velasco se han transformado o conservan esa frescura y vivacidad que descubrí hace quince años.
«La intensidad de una pasión se mide por la soledad que la precede ».
Pag. 420
Mientras escribo esto, me quedan todavía algunas cuantas páginas para terminar la relectura de la novela. Pero no son necesarias para que pueda referirme a ella ahora. Si algo guardo con cariño de Diablo Guardián es su final. Y hoy, mientras mi vida se transforma, miro por el retrovisor y vivo con la esperanza de ver en él cómo se encienden y se apagan los fanales de un Corvette amarillo.
¡Felices Quince, Diablo Guardián!
Yo creo que dos personas que se hacen reír tienen derecho a todo. Pag. 129