Con el New Deal llegó por primera vez a los Estados Unidos el arte oficial: cárteles, propaganda, canciones populares, murales en las oficinas públicas, con obreros y colonos posando en actitud heroica, fueron subsidiados por el Project One del Federal Writers Project. Sin olvidar los documentales y películas didácticas y cívicas como People of the Cumberland, que en su fervor propagandístico estaban a duras penas uno o dos grados por debajo de las producidas en la Unión Soviética o la Alemania Nacionalsocialista. Por primera vez en la historia un gobierno norteamericano era al mismo tiempo progresista en el sentido europeo del término y mecenas de las artes. El resultado fue mediocre pero bien intencionado.
People of the Cumberland (1937), sólo un documental más de aquella época, fue producido por la TVA, Tennessee Valley Administration, y se trataba de un film a favor de la electrificación, y de la sindicación de los trabajadores del campo. Es una película curiosa, dirigida por Sidney Meyers y Jay Leyda, con un guión de un joven y aún desconocido Erskine Caldwell: «Hay que alimentar a la gente… TVA -luz para el valle oscuro- es un buen comienzo, pero sólo un comienzo. Una nueva América está naciendo». Mezcla de moralidad de boy scout, propaganda casi socialista y optimismo norteamericano, el público aceptó aquel film que por encima de sus valores formales era claramente propagandístico. Película olvidada hoy fue sin embargo tan representativa de su tiempo como pudieran serlo Citizen Kane (1941) de Orson Wells, un film en el que se presenta el lado más negativo de ‘el hombre hecho a sí mismo’, que había sido hasta entonces el centro de toda una mitología popular norteamericana, The Grapes of Wrath (1940), dirigida por John Ford, con sus contenidos populistas no del todo lejanos de una lucha de clases que ni siquiera en aquellos tiempos llegó a ser popular en los Estados Unidos.
Aunque ninguno de los filmes subsidiados del New Deal llegó a ser tan amado del gran público como tres producidos comercialmente por Frank Capra: Mister Smith goes to Washington (1939), en que Gary Cooper encarna el idealismo del hombre común enfrentado a políticos y capitalistas que tratan de manipularlo; Meet John Doe (1941), donde de nuevo un ingenuo pero honrado e inteligente Gary Cooper se enfrenta a políticos corruptos; y It’s a Wonderful Life (1946), en que James Stewart interpreta a un pequeño banquero de pueblo enfrentado a la gran banca. Tres cantos al hombre común que en su contexto inicial fueron considerados como liberales. Aunque no todas las lecturas de los filmes de Capra son liberales y sus mismos filmes del periodo del New Deal admiten lecturas conservadoras, e incluso republicanas vistas algunas décadas después. Capra inmigrante de primera generación cuya principal experiencia de la vida norteamericana fueron los enclaves étnicos de las grandes ciudades primero y Hollywood después, añoraba, comos muchos conservadores, una Norteamérica que nunca conoció, y que de seguro nunca existió tal y como el llegó a retratarla en alguna de sus mejores películas. La gran plaza de un pueblo de Nueva Inglaterra, sus casitas típicas, su entramado de relaciones personales que se remontan a varias generaciones atrás, las grandes fiestas familiares, que aparecen en sus filmes retratan una Norteamérica que tal vez sólo ha existido en sus filmes y en los cuadros de Norman Rockwell. Todos los protagonistas de sus filmes son personas sencillas, todos sus oponentes gente poderosa y rica, y en eso entronca con el New Deal, pero también ciudadanos de las grandes urbes, periodistas desilusionados y cínicos, o desilusionadas, cínicas y solteras, camino de ser solteronas, como en Mister Smith Goes to Washington y Meet John Doe, que han perdido de vista el punto de vista, más honesto y vital, el autentico patriotismo de la gente sencilla de las pequeñas ciudades de la Norteamérica rural. Cuando a Newt Grinrich, el político ultraconservador que dirigió durante buena parte de los años noventa el Partido Republicano, le preguntaron por sus películas favoritas incluyó en la lista a Mister Smith goes to Washington y lo hizo de forma sincera porque a él tampoco le gustaban intelectuales, periodistas y marisabidillas de la gran ciudad.
La oposición campo ciudad que sólo era insinuada en Capra puede verse de forma más clara en otros filmes. Los personajes llegados a la gran ciudad desde el Oeste, o a veces simplemente del campo, suelen ser más nobles, más justos y solidarios, tanto si aparecen en un film clásico de Capra, como el personaje central de Mister Deeds Goes to Town (1936) que regala toda su herencia a caridad; como si son doctores de serie televisiva, como el personaje central de Doc (TV, 2001-2004) interpretado por Billy Ray Cyrus, un músico country; policías como en Coogans Bluff (1968), un film de Clint Eastwood sobre un policía de Arizona perdido en New York, o la serie McCloud (TV 1970-77) en que un Sheriff de Taos, Nuevo México, era también transferido a la policía de New York.
Como contrapartida para algunos productores de Hollywood o New York, las tierras habitadas entre una y otra costa son lugares incomprensibles en los que cualquier cosa puede pasar. El único campo civilizado que aparece en los filmes americanos es el definitivamente domado de la Nueva Inglaterra. Se puede ser suburbano y a la vez civilizado a condición de vivir en un pintoresco pueblo de Maine o Connecticut, pero perderse en una montaña en cualquier otra parte de los Estados Unidos suele ser el comienzo de una película de terror –ha surgido todo un subgénero del terror que incluye a The Texas Chainsaw Masacre (1975). La serie de Friday the 13th (1980), que juega con el miedo del norteamericano urbano a los bosques y montañas –, o el de Deliverance (1972) en el que los personajes centrales son asaltados, sodomizados y perseguidos por un grupo de paletos rurales.
En el cine ir por una carretera polvorienta de Texas, Nevada o New Mexico muy a menudo te conducirá frente a alguien armado y raro, aunque ese alguien pueda ser la Thelma de Thelma and Louise (1991).