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En memoria de Paulina

Paulina tiene convicciones. Y lo que sucede no logra cambiarlas.

Dinamita certezas. A medida que avanza, la historia se acomoda silenciosamente en algún lóbulo del cerebro y lo hace suyo. Desde allí, irrita, provoca, obliga a pensar, a analizar valores, evaluar situaciones. En mi caso además, me dejó una sensación de placentera extrañeza. En estos tiempos conductistas de 140 caracteres, donde las series de Netflix o la televisión paga se ocupan del Drama y el Cine a su vez se dedica a los tanques de acción y super héroes, Paulina se toma una “eternidad” para desovillar un conflicto interno y tomar un par de decisiones. Nada más. No le hace falta nada más.

Misiones, en el norte argentino, una zona de selvas atravesadas por caminos de tierra rojiza. La hija de un poderoso Juez de la provincia, en las materias finales de su Maestría, interrumpe su prometedora carrera en el Poder Judicial de Buenos Aires para dedicarse a la enseñanza en una escuela fronteriza y pobre. El relato comienza con una plano secuencia de varios minutos, una tensa discusión entre padre e hija sobre valores y creencias. La actriz Dolores Fonzi compone un personaje algo naîve, idealista, muy político. Algo tosco y lejano del cinismo con el que inevitablemente nos desplomamos en la butaca del O Cinema en el marco del Miami International Film Festival. Pero hay en ese comienzo una siembra de la incomodidad que no nos abandonará al final de la película. Porque la protagonista sufre una violación a manos de los hombrecitos por los que sus ideales fueron a luchar.  Pero no los denuncia ni aborta. Decide tener el bebé. A esta altura, la butaca ya se siente una cama de clavos.

Paulina tiene convicciones. Y lo que sucede no logra cambiarlas.

Se trata de la segunda película de Santiago Mitre, guionista de Pablo Trapero y Walter Salles entre otros. La primera, El Estudiante, –una ficción con estética intimista y documental– se rueda durante 6 meses, en sesenta y pico jornadas, sin apoyo del Instituto de Cine. Cuenta Mitre que levantaban el teléfono y convocaban al equipo para salir a rodar. Así de guerrillero, así de fresco. La película se estrena en un circuito alternativo, revoluciona un par de festivales y llega por ese impulso al circuito comercial. Telefé –uno de los canales de TV abierta más populares de la Argentina– encarga a Mitre el guión de la remake de La Patota, una película de culto de los 60s. Pero Paulina al final se convierte en otra cosa.

Una vez me dijo Fernando Castets, –co guionista de las primeras películas de Campanella, el ganador del Oscar–, “una adaptación consiste en basarse en una obra original y hacer lo que te canten las pelotas”. En palabras de su Director, Paulina resulta “una película para Telefé que no se parece a ninguna de las que hace Telefé”. Co producida además por varios peso-pesados del circuito, Paulina, a diferencia de El Estudiante, fue realizada con apoyo y recursos dentro de un sistema de producción industrial. Sin embargo, ambas películas comparten lenguaje, atmósferas, crudeza narrativa y de estilo. Podría ser una continuación de la otra.

Porque Santiago Mitre tiene convicciones y lo que sucede no logra cambiarlas.

 

 

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