Asegura Paul Theroux que, de los muchos modos de transportación, la literatura de viaje ha privilegiado al tren por sobre todas las otras formas de desplazamiento porque en el trayecto de una estación a otra ocurre la vida. No sorprende que la Colección “Déjame que te cuente” de la UAM haya escogido “El Guardagujas” (1952) de Confabulario de Juan José Arreola para una adaptación dirigida a una audiencia de jóvenes lectores.
En esta versión juvenil, el cuento se titula El secreto de los trenes (2018) escrito por Oswaldo Estrada. La anécdota trata sobre un viejo guardagujas que con su pequeña linterna roja le explica con calma a un forastero en la estación que los trenes no siempre pasan, los boletos no se respetan y los destinos son inciertos. Mientras tanto, el viajero en el andén se va desesperando a medida que se entera que su pasaje funciona como un boleto de La Lotería en Babilonia, ese inolvidable cuento de Borges. Si en Arreola la descripción del guardagujas y sus entreveradas explicaciones van creando el ambiente fantástico, los lectores de Estrada entran de lleno a un mundo donde el azar es capaz de ofrecer una luz al fondo del andén. En Estrada hay un secreto que podría ser develado en la última página; en Arreola no.
Oswaldo Estrada ha conseguido una actualización que es capaz de mantener la semilla del texto original, pues está presente su esencia espectral y su misterio de neblina, pero siendo capaz de establecer la anticipación desde la primera página. Una anticipación que se traduce en esperanza (la de conocer el secreto) mientras que en Arreola hay una ambivalencia entre la condena resignada y la lotería de la buena fortuna.
Como destacado académico, el autor sabe la importancia de preservar la huella del maestro; pero como creativo es capaz de imprimirle al original un aire nuevo. Hay que recordar que recientemente Estrada ha publicado cuentos de su propia autoría en revistas como “Suburbano”, “Hiedra Magazine,” “Latin American Literature Today” y la misma “Literal.” Su primera colección de cuentos bajo el sello de la editorial española Valparaíso ha sido publicada con el título Luces de Emergencia (2019).
Al texto escrito se suma el acertado trabajo de Ana Barriga Montoya como ilustradora. Sus imágenes no sólo acompañan la lectura de Oswaldo Estrada, sino que otorgan una impronta insólita, pues son capaces de dar desolación y vitalidad. Curiosamente sus trazos y el ambiente que logran sus ilustraciones evocan la pintura de Edward Hopper, el pintor americano neorrealista que fue capaz de dotar al espacio urbano de un desamparo interior tan espectral y solitario como el andén de este tren. Cabe mencionar que las pinturas más emblemáticas de Hopper pertenecen justamente al medio siglo; es decir, son de la misma época de Confabulario.
Rumbo a las últimas ilustraciones aparece un rosado, ese color antesala del rojo: ya no es alerta, sino luz al atardecer. Estrada y Barriga Montoya no se limitaron a traducir un texto, sino que dieron fulgor y juventud a las sombras arreolescas.
Así, el lector adulto lee en “El Guardagujas” una metáfora donde la vida no es un tren que pasa dos veces y hay que subirse, lanzarse resignado al destino y esperanzado al arribo de un buen puerto. Mientras, el joven lector de Estrada descubre que el secreto final es el arrojo y la aventura. Parece que las resoluciones son las mismas en ambos autores, pero el tono del trayecto hacia la última página varía: en Arreola, el anciano guardagujas llena de explicaciones y advertencias al viajero y lo va colmando de sombras; en Estrada, el guardagujas va contándole anécdotas de romances y peripecias abismales, de suerte que el lector entiende que una linterna roja es una advertencia, pero también es una luz.