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El triunfo de López Obrador en México: a la tercera va la vencida

A la tercera –dicen– va la vencida. En su tercer intento por ganar la presidencia de México, el candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador arrasó en las elecciones del domingo 1 de julio.

AMLO –como conocen al veterano político de 64 años por las iniciales de su nombre– derrotó a su rival más cercano, Ricardo Anaya, por más de veinte puntos. Anaya encabezaba una coalición del Partido de Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Movimiento Ciudadano. AMLO también hizo trizas a José Antonio Meade, del partido de gobierno, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien quedó en un tercer lugar muy distante. El polémico candidato Jaime Rodríguez Calderón, alias el Bronco, que presentó un abanico de propuestas en favor de los negocios privados y en detrimento de la enseñanza pública, fue pulverizado en el sufragio.

En un país sacudido por la violencia del narcotráfico, y con más de 53 millones de personas (el 44 por ciento de la población) viviendo por debajo del nivel de pobreza, López Obrador aprovechó el descontento del público con un sistema y una clase política que han prometido mucho, pero que han hecho poco por la mayoría de los mexicanos.

México es un país con profundas desigualdades sociales, donde hay multimillonarios en la lista de Forbes de los más ricos del mundo mientras siete millones de personas viven en la miseria extrema. AMLO ofreció la esperanza frente a las plataformas neoliberales de sus contrincantes; era de esperar que una nación angustiada votara por una nueva promesa, por alguien que se manifiesta más cercano a la gente común. Cuando fue alcalde de la Ciudad de México, López Obrador se desplazaba en un viejo Nissan Sentra. Ahora, como presidente, ha afirmado que no se mudará a la residencia de Los Pinos, sino que seguirá viviendo en su modesta casa. Ha prometido un gobierno “austero, sin lujos ni privilegios”. Ha asegurado que reducirá los sueldos de altos funcionarios públicos hasta en un 50 por ciento, todo con el propósito de dar más fondos a los programas sociales para reducir la pobreza.

Muchos acaudalados, grandes empresarios y analistas financieros lo ven con sospecha. Pero AMLO ha intentado tranquilizar a todos diciendo que aunque habrá cambios profundos, “se darán con apego al orden legal establecido. Habrá libertad empresarial, libertad de expresión, de asociación y de creencias”.

También afirmó que su gobierno “representará a todos los mexicanos, a ricos y pobres… Escucharemos a todos, pero daremos preferencia a los más humildes y a los olvidados, en especial a los pueblos indígenas de México”.

El lunes 2 de julio, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lo llamó para felicitarlo y conversaron durante media hora. Trump dijo que había sido una “buena conversación.  Creo que la relación será muy buena, veremos qué pasa”. Entretanto, AMLO comentó en Twitter: “Recibí llamada de Donald Trump y conversamos durante media hora. Le propuse explorar un acuerdo integral; de proyectos de desarrollo que generen empleos en México, y con ello, reducir la migración y mejorar la seguridad. Hubo trato respetuoso y dialogarán nuestros representantes”.

El triunfo de López Obrador ha sido el triunfo de la izquierda en México, después de una larga sucesión de gobiernos al servicio de la clase rica. Pero el presidente electo sabe que para lograr cambios en beneficio de la mayoría, deberá estar dispuesto a hacer pactos y compromisos.

También tendrá que mostrar resultados positivos desde los inicios de su gestión. La batalla contra la corrupción y la violencia no será fácil, pero López Obrador tiene que librarla si quiere que su país tenga una nueva oportunidad. Es lo que ha prometido.

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