¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nobel de literatura?
En 1945, el premio se otorga a la poeta chilena Gabriel Mistral (1889-1957), pseudónimo de Lucila Godoy y Alcayaga. Su obra está constituida por poemarios y ensayos. De las muchas anécdotas significativas de su vida, destacan tres que, de alguna manera, explican la personalidad y la obra de la poeta: cuando muy niña, se la acusó injustamente de robar útiles escolares. Su maestra ciega la reprendió con dureza y sus compañeros la apedrearon. Luego de convertirse en maestra, inició una relación con un conductor de trenes, Romelio Ureta, quien se suicidó poco después. Este suicidio da origen a los “Sonetos de la muerte”, includios en su primer libro de poemas, Desolación. En uno de ellos, dice: “Este largo cansancio se hará mayor un día,/y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir”. Los libros fundamentales de Mistral son Ternura (1924), Tala (1938), Lagar (1954) y el póstumo Poema de Chile (1967). La tercera anécdota muestra la relevancia de Mistral en su tiempo: en 1922, el presidente de México Alvaro Obregón la invitó a colaborar con José Vasconcelos quien en esos momentos llevaba a cabo la reforma educacional en ese país. A partir de ese viaje, Mistral se convierte en activista, diplomática y viajera: Estados Unidos, Europa y Latinoamérica son sus destinos. Al otorgarle el premio, la Academia recuerda que en 1904 había premiado a otro Mistral (Frederic) y ahora era momento de premiar a Gabriela, “la reina espiritual de América Latina”. En la presentación, se habla de la “calma cósmica” de sus poemas, que combinan la religiosidad y el diálogo con la naturaleza, los himnos sacros y las canciones de cuna. En el corto discurso de aceptación, Mistral subraya su condición de “hija de la democracia chilena” y elogia la tradición sueca que acepta el presente y anticipa el futuro. Dice ser, en ese momento y por una cuestión de fortuna, “la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de los nobles poetas españoles y portugueses”. Ubicada entre el Modernismo y las vanguardias, la poesía de Mistral conserva un estilo lírico único y poderoso, aun sesenta años después de su muerte. Valgan estos versos de “La extranjera” para capturar la voz poderosa de la chilena: “Habla con dejo de sus mares bárbaros,/con no sé qué algas y no sé qué arenas;/reza oración a dios sin bulto y peso,/envejecida como si muriera”.
Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato porque de impaciente que se halla mi alma se me está saliendo por el pie”. Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.