Ensayos de Hans Magnus Enzensberger
Con motivo de haber llegado a su volumen número 500, la Colección Argumentos de la editorial Anagrama reunió tres textos del alemán Hans Magnus Enzensberger bajo el título Ensayos sobre las discordias. “La gran migración. Treinta y tres acotaciones”, escrito en 1992, “Perspectivas de guerra civil”, de 1993, y “El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror”, de 2006, dan forma al libro, al que se le agrega un breve artículo, “La teocracia olvidada. Una parábola”, aparecido el 10 de enero de 2015 en el semanario Der Spiegel.
Nacido en 1929 en Kaufbeuren, estado de Baviera, Enzensberger ha escrito poesía, ensayo, narrativa y teatro, habiendo recibido algunos galardones tan importantes como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2002. Conectado desde muy joven con la cultura española, en 1972 publicó el que acaso sea su mejor libro, El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Buenaventura Durruti, sobre uno de los referentes del anarquismo peninsular durante la Guerra Civil de 1936 a 1939. Pero también incursionó, a medio camino entre la narrativa y el testimonio, en la historia de su país, sobre todo con Hammerstein o el tesón, libro en el que se ocupa de las peripecias de un general disidente que renuncia a su grado tras la asunción de Hitler en 1933, padre de dos jóvenes oficiales que participarían luego en la frustrada Operación Valquiria.
En 2015 la editorial Malpaso dio a conocer Tumulto, más que una autobiografía, una reunión de documentos testimoniales y recuerdos de vida en la que da cuenta de un largo periplo que lo llevó de un lado a otro del mundo, de algunos viajes a la entonces Unión Soviética en los que conoció personalmente a Nikita Jruschov, Ilyá Ehrenburg y Yevgueni Yevtushenko, y pudo enterarse de la fastuosa vida de Pablo Neruda en Moscú. También vivió en Cuba durante más de un año, país de donde partió tras el bochornoso caso Padilla de 1971, experiencia que lo llevó a escribir uno de sus libros de poesía más conocidos, El hundimiento del Titanic, resultado y reflejo de un experimento político comandado por “un señor que lo hacía todo y creía hacerlo todo bien”, tal como sostuvo en reciente entrevista.
Oscuros pronósticos
Lejos de pecar de envejecimiento luego de más de veinte años de haber sido escritos, los dos primeros trabajos de Ensayos sobre la discordia –crisis migratorias, fortalecimiento de grupos terroristas, radicalismos civiles– bien podría decirse que tratan de oscuros pronósticos que vienen cumpliéndose al pie de la letra. En el primero de ellos Enzensberger analiza los rasgos definitorios de una nación, entre ellos el de la xenofobia en sus más diversos grados, ubicando los fenómenos migratorios dentro del propio proceso de expansión del capitalismo. “El capital derriba todas las barreras nacionales”, asevera. “Por razones tácticas, sabe beneficiarse de móviles patrióticos y racistas; si bien prescinde de ellos en la esfera estratégica, ya que la explotación no admite consideraciones particulares. La libre circulación del capital arrastra forzosamente la de la mano de obra.”
Todo lo que podría considerarse virtud en un sentido, en otro se transforma en dramático riesgo al que evidentemente las naciones europeas no han podido enfrentar con éxito. El propio autor anota en 2015 que muchas de las cifras ofrecidas en “La gran migración” han sufrido un explosivo aumento (“Las estadísticas de las Naciones Unidas indican que hay cincuenta y un millones de refugiados en todo el mundo en 2013. Pero ni siquiera las autoridades de Estados Unidos saben cuántos inmigrantes ilegales residen en su país; las mejores estimaciones oscilan entre siete y veinte millones”), pero además advierte que estos guarismos no deben ser interpretados solo cuantitativamente, ya que el componente intelectual de los migrantes hace que el peligro para los países pobres sea aún mayor: “…el número de médicos del Tercer Mundo que ejercen en Europa Occidental supera con creces el número de voluntarios que la Comunidad Europea envía a Asia, África y Latinoamérica, aquejados de un gran déficit de médicos cualificados”.
“El forastero será tanto más forastero cuanto más pobre sea”, anota Enzensberger, y mientras además siga en aumento la llamada inmigración clandestina (y aquí otra vez Estados Unidos sería un ejemplo de primera magnitud), más barato será el precio de la mano de obra. El envejecimiento de las poblaciones autóctonas del primer mundo revela también que el flujo migratorio, más allá de las condiciones políticas o económicas de los países que lo originan, no se detendrá. En otra nota de 2015 se citan recientes estudios coincidentes en que, en el corto y mediano plazo, para sostener la economía alemana sería necesaria la llegada de treinta y dos millones de inmigrantes jóvenes.
Declaraciones de guerra
Particular interés reviste también el ensayo dedicado a la guerra civil, un si se quiere novedoso ejercicio de la violencia en el que ya no se enfrentan dos Estados diferentes, y donde ni siquiera es la fuerza del Estado la que participa directamente en los conflictos. Pandillas, maras, señores de la guerra, bandas ultras que salen a la caza, precisamente, del forastero: toda una parafernalia de la modernidad alrededor de la cual se van diluyendo los contenidos ideológicos que caracterizaron a los enfrentamientos civiles de los 60 y 70 del siglo pasado, que además modifica el carácter de las partes beligerantes: “En las luchas entre bandas siempre son los perdedores quienes disparan contra otros perdedores”.
Todo este proceso parece tener síntomas silentes, capaces de pasar desapercibidos para buena parte de las poblaciones. “El comienzo es incruento, los indicios son inofensivos”, dice Enzensberger, para trazar de inmediato un paisaje que asusta por lo familiar: “La guerra civil molecular se inicia de forma imperceptible, sin que medie una movilización general. Poco a poco, en la calle se van acumulando las basuras. En el parque aumenta el número de jeringuillas y de botellas de cerveza destrozadas. Por doquier las paredes se van cubriendo de grafitis monótonos cuyo único mensaje es el autismo: evocan un Yo que ya no existe. Los colegios aparecen con el mobiliario destrozado, los patios apestan a mierda y orina. Nos hallamos ante unas declaraciones de guerra; aunque pequeñas, mudas, el urbanita experimentado sabe interpretarlas.”
El volumen se cierra con el abordaje de una figura producto justamente de estos tiempos: la del “perdedor radical”, presa fácil de movimientos cuyos fundamentalismos se ciernen sobre los valores de la vida. “El perdedor radical puede estallar en cualquier momento”, dice Enzensberger, sin que medien explicaciones que décadas atrás podían aportar la sociología o la política. “La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir.” Se trata de individuos que, sin importar su extracción de clase, se ubican en el límite de toda convivencia y cuya única posibilidad de integrarse a un grupo humano es saberse en “una patria de perdedores con cuya comprensión e incluso reconocimiento puede contar”. Él será el encargado de todo género de vandalismos, hasta su manifestación más extrema: el atacante suicida.
No hay optimismos en este libro. Leerlo es explorar el mundo en que vivimos.
Ensayos sobre las discordias, Hans Magnus Enzensberger, Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2016, 230 páginas