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El hombre que inventó la playa

El primer gran proyecto de Real Estate en Miami fue el desarrollo de Miami Beach, concebido por Carl Fisher. En menos de una década, el valor de un terreno incrementó hasta en dieciocho mil por ciento.


 

El tercer skyline más grande de Estados Unidos es el de Miami, sus torres de cristal son un bosque color aguamarina en el que resalta el Conrad Hotel por su forma cóncava. Uno de los atractivos del Conrad son los atardeceres en su terraza, donde se aprecia, imponente, la bahía de Biscayne, la misma vista que impresionó a Carl Fisher y su esposa Jane, en 1910, y que por ello decidieran construir allí su residencia The Shadows.

Carl Fisher nació en Indiana, en 1874, su niñez y adolescencia son, acaso, una estadística común: el padre los abandonó y Carl dejó la escuela para hacerse cargo de su familia. Los trabajos iniciales fueron en pequeños comercios y en el servicio de trenes, y le permitieron sustentar su casa y ahorrar un capital con el cual, a los diecisiete años, creó un negocio de reparación de bicicletas en una época en que las bicicletas eran el medio de transporte por excelencia. El emprendimiento fue un éxito, y el don innato de Carl Fisher para generar riqueza lo llevó a contactar con el fabricante de bicicletas más importante del país y pedirle ciento cincuenta bicicletas en consignación para inaugurar su propio dealer. Si algo tenía claro Fisher, a pesar de su corta experiencia, era que un vendedor debía dar a conocer su producto incluso de la manera más inimaginable, y lo hizo lanzando bicicletas desde un edificio y ofreciendo precios más bajos a quien las recogiera y las llevara a su tienda.

La mayor afición de Carl Fisher eran los automóviles y las carreras de autos, y así como fue uno de los primeros en Indianapolis en tener uno, fue también propietario del primer dealer de autos en el país, y al igual que con las bicicletas, ideó estrategias extravagantes para publicitar sus productos, como aquella en la que sobrevoló el cielo de Indianapolis en un globo aerostático, al volante de un auto, y mantuvo a la ciudad en las calles observándolo deslumbrada. Involucrarse en el mundo automovilístico llevó a Fisher a aportar mejoras para los vehículos, mientras expandía sus negocios y su fortuna. Una de las limitantes de un automóvil era que solo podían circular de día porque no tenían luz, y Fisher creó Prest – O – Lite, una fábrica de lamparines de gas para autos que le generó ganancias millonarias. Otros aportes fueron el circuito de 500 millas de competencia Indianapolis Motor Speedway, conocida en nuestros días como el Indy 500, una de las competencias automovilísticas más importantes del mundo; y el proyecto vial Lincoln Federal Highway, una autopista que conectaría al país, de New York a San Francisco.

Con poco menos de cuarenta años, Carl Fisher había amasado una cantidad de dinero que le permitía vivir dedicado a las carreras de autos y navegando en su yate, y en una de sus travesías, en 1910, llegó a Miami, y encantado con el paisaje paradisíaco y el clima tropical, compró un terreno frente a la Bahía de Biscayne en el que construyó la propiedad a la que llamaría The Shadows. Poco antes, a excepción de Jacksonville y St. Augustine, Florida era vegetación, mar y pantanos; sin embargo, Henry Flagler había levantado un imperio hotelero, de St. Augustine a Miami, con epicentro en Palm Beach, y había develado el estado de la Florida ante los ojos del resto del país con el East Coast Railway, el ferrocarril que la recorría de punta a punta.

Fisher se dedicó a explorar Miami en su yate, llamaba particularmente su atención una pequeña isla cercana a Biscayne, en la que, ignoraba, vivía un sujeto de estatura pequeña y cabellera blanca, siempre muy bien vestido, dedicado al cultivo, que había tratado de conectar a la isla con la ciudad a través de un puente de madera –donde se encuentra el Venetian Causeway–, y no pudo terminarlo por falta de dinero. Pero el azar quiso que Fisher y este hombrecillo bien vestido, que al apretón de manos respondió con el nombre John Collins, se cruzaran en el camino y acordaran que Fisher le entregaría la suma para terminar la construcción del puente a cambio de tierras.

La nueva isla abrió un universo de posibilidades para Carl Fisher, que al igual que Flagler en St. Augustine y Palm Beach, vio potencial turístico para que los ricos del norte del país pasaran aquí los meses de invierno. Fisher construyó su propia casa en lo que es hoy Lincoln Road y dejó The Shadows, compró más tierras y creó la Alton Real Estate Company para comercializarlos, aunque sabía que si quería atraer público, necesitaba cambiarle el rostro a la playa, pues se trataba de una tierra casi virgen, cubierta de maleza y mosquitos, sin fluido eléctrico ni comercios a la que la única manera de acceder era por el ferrocarril de Flagler. Entonces sus proyectos principales consistieron en la remodelación de las Roman Pools, obra previa de Collins, dos piscinas ubicadas en la calle 22 y Collins Ave, Fisher les acondicionó molinos de viento, las remodeló y cambió por completo; la construcción de la autopista Dixie Highway, que iría de Chicago hasta Miami para que la gente pudiera llegar en sus propios vehículos; y el muy glamuroso Flamingo Hotel, que se inauguró en 1921, y entre sus amenidades contaba con canchas de polo y golf, una torre de once pisos con un domo de luces que iluminaban el mar por la noche, góndolas venecianas y embarcaderos.

Fisher tuvo claro en todo momento que el hotel Flamingo sería la puerta de entrada de personas a quien trataría de venderles lotes de tierra. Su estrategia consistía en organizar torneos de polo, de golf, regatas y agasajar a los huéspedes en su yate, y si bien en un inicio las ventas no resultaron como se esperaba, las campañas incansables de promoción de Fisher y la Primera Guerra Mundial -el turista cambió la Rivera francesa por Miami Beach- lo llevaron al éxito. No había quién no quisiera hacerse de un inmueble en la playa, o pasar allí una temporada, y en menos de una década Miami se posicionó en el mapa como un lugar atractivo para vivir e invertir, y se desarrollaron los proyectos urbanos más importantes de su historia,  Coral Gables y Hialeah, por ejemplo, y el mercado de bienes raíces alcanzó cifras inimaginables: en 1915, un terreno sin vista al mar costaba $800.00, y en 1924 costaba $150,000.00.  El crecimiento desmedido ocasionó la crisis inmobiliaria que golpearía a la Florida poco después, acontecimiento que ya había advertido Carl Fisher, y razón por la cual oportunamente cerró la Alton Real Estate Company, con una ganancia de $ 23,000,000.00, hizo maletas y se mudó a otro estado.

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