La insuficiencia de los aviones
Nos cubrimos
con abrigos incongruentes
para el julio francés
y en el bus que va de Porte Maillot a Beauvois
te acaricié el coño durante cuarenta minutos.
Puede que fueran cuarenta y dos.
En el asiento de atrás
una madre entusiasta convencía a su retoño
de que ir a disneyworld había valido la pena.
Nosotros fingíamos dormir
pero estábamos
tan despiertos.
Mis dedos se movían
dentro
tú te sacudías
y el paisaje escapaba hacia atrás
avergonzado
por no poder retenernos.
Nos esperaban
dos aviones diferentes
como si eso pudiera separarnos.
El conductor aceleró
yo hice lo mismo
con mis dedos mojados y felices.
Tú mordías gemidos
que eran gritos
subterráneos.
Y el autobús tembló
cuando al correrte
me bañaste la mano
de sonrisas.
Y fui alfarero de flores
y fuiste todos los volcanes
y fuimos eternos
permanentes
en un bus
lleno de gente pasajera.
Más tarde
cuando mi avión iba lamiendo nubes
y aunque los prohiban
las autoridades aeronáuticas
yo era ese tipo
sonriente
que volaba
sacando la mano
por la ventanilla.
Comme chante Edith
I
Verte salir del metro de goncourt
como si fuera el de tirso de molina.
Andar de puente en puente y encontrarnos siempre.
Creernos los primeros que ven la vida en rosa.
Hallar belleza hasta en las tiendas de souvenirs.
Buscar casi sin dormir un bar abierto
para desayunar y sentir que también aquí
se equivocan con nosotros los relojes.
Creer que perdía tu sonrisa
entre la cuatro patas de la torre.
Descubrir que en realidad
tu sonrisa es familia de la mía.
II
Los músicos conspiran y se emboscan
para ponerle banda sonora a la visita.
Tus manos dibujan de aire cada calle
y ya quisieran los genios del louvre
saber pintarlas así
Explicas catedrales con los ojos
y en tu mirada florecen
perennes
todos los jardines de la ville.
Somos turistas de la felicidad
comiendo tabulé en el metro
y no hay fondue que queme
y alimente tanto como tus besos.
Podrán cambiarnos el futuro por los miedos.
Podrán decir que el sena es sólo un río
y que la realidad no cabe en l’ ile de sant louis.
Pero desde hoy
donde estés tú
donde esté yo
si nos abrazamos
estará parís.
22
«No cambies»
te dije una vez
y lo he pensado miles.
No pierdas esa serenidad
regada de lágrimas secretas,
ese placer por tu placer,
esa sonrisa tendida a los demás
como una mano.
No permitas que la vida te haga otra,
menos atenta a los atardeceres,
madrugadora para nada,
contable de favores,
coleccionista de migas.
Que pase el tiempo pero no tus ganas.
No dejes de mover el mundo
como mueves las manos cuando hablas.
Que nada te frene las caderas,
que sigas queriendo como quieres querer,
con esa plenitud de luna en celo,
con la furia feliz de las mareas.
Que los años te acaricien como yo,
torpes y enamorados,
que nada ni nadie te convenza
de que vivir de verdad
es vivir equivocada.
No vendas ese coraje sin puñales,
ese paso de baile con tu sangre,
esa magia de mujer hecha de estrellas,
ese cariño cotidiano por los tuyos
que va pariendo eternidades.
Sigue tejiendo a golpe de pestaña,
esa tela que me atrapa sin arañas.
«No cambies»
te dije una vez
y lo he pensado miles
cuando te espío dormida,
cuando te miro porque no me miras,
cuando te admiro aunque no lo diga.
No cambies,
que a mí
ya me has cambiado
para bien
y para siempre.
Te invito a que te quedes a comprobarlo.
Celebro que te quedes a celebrarlo.