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El alma por el pie: el Sur también existe

Borges decía que “El Sur” era —“acaso”— su mejor cuento (posdata de 1956 al prólogo de Artificios). “El Sur” aparece por primera vez en el periódico La Nación el domingo 8 de febrero de 1953, con ilustraciones de Alejandro Sirio. Es uno de los tres textos que se incorporan a la segunda edición de Ficciones (1956). Con “El Sur” Borges cristaliza un conjunto de operaciones definitorio para su sistema literario: condensa temas procedimientos literarios que había venido difundiendo en las dos décadas anteriores, experimenta con la “discordia de sus dos linajes” (europeo/criollo) y afianza su teoría cuentística basada en el doble argumento Con estos “engranajes” literarios, Borges construye la máquina de narrar perfecta: acabada y autosuficiente, por un lado; productora de múltiples sentidos parciales, por el otro. Hoy quiero ofrecerles tres notas para seguir volviendo al sur.

1. Qué hay en un nombre
Hice una investigación exhaustiva de este cuento para mi libro (Modelos y prácticas del cuento hispanoamericano: Arreola, Borges, Cortázar, 2011) y durante años me desveló conocer el origen del nombre Dahlmann. En alemán significa “hombre que viene del valle” y algunos han especulado con que Dahlmann suena a “doll-man”, “hombre muñeco” de destino mecanizado, o “dull-man”, el aburrido bibliotecario que decide jugarse su identidad en el campo. Más allá de estas especulaciones, a la realidad y a Borges le gustan las simetrías y los leves anacronismos y es posible especular, gracias al trabajo de anotación que hicieron Rosato y Alvarez en el libro Borges en la biblioteca, que el apellido proviene de un libro que Borges leyó en alemán. ¿Su autor? Joseph Dahlmann. ¿El tema? El budismo. El libro aparece fechado en 1949; 5 años después Borges publica el cuento y 27 años después Borges publica ¿Qué es el budismo?

2. Realmente fantástico
Existe una justificación textual para validar una lectura dentro del código de la literatura “fantástica” que propone el mismo Borges en la que no se ha reparado lo suficiente. En su supuesto viaje en tren a la pampa, Juan Dalhmann intuye que va al pasado y no a la estancia de su familia; la voz narrativa entonces comenta: “De esa conjetura fantástica lo distrajo el inspector”. ¿Por qué sería importante situar al cuento dentro de este código? El radio de acción de la literatura fantástica se basa en una serie finita de temas y en un procedimiento de composición que, según el escritor argentino, para que sea efectivo debe contemplar un solo hecho fantástico. De los “argumentos” básicos planteados por Borges en una conferencia de 1949 en torno a la literatura fantástica, el relato conjuga especialmente aquel que ahonda en los cruces entre realidad y sueño. ¿Dahlmann sueña o alucina una posible muerte en la llanura, pero aparentemente muere en la sala de operaciones (el viaje en tren como sueño-alucinación)? ¿O se recupera de la enfermedad provocada por el accidente, sale del sanatorio y emprende el viaje al Sur que culmina con un duelo a cuchillo? Ésta es, digamos, la escisión base para el armado del relato. Sin embargo, la operación de Borges es mucho más ambiciosa, ya que también condensa, de alguna manera, los otros “temas”: el viaje por el tiempo y el doble están aludidos en el mismo relato y también aparece la idea del texto dentro del texto.

3. Juan Fierro/Martín Dahlmann
Y para dar una vuelta de tuerca final, quisiera proponer una relación intertextual a la inversa. Es claro que “El Sur” refiere al Martín Fierro; no sólo se lo menciona como uno de los volúmenes en los que el personaje protagonista abreva para su conocimiento del campo y la gauchesca sino que también el relato escenifica cuestiones centrales al género gauchesco y al Martín Fierro mismo: el paisaje, el duelo a cuchillo, etc. Pero propondría además no sólo ver “El Sur” como una apropiación y reelaboración del Martín Fierro, sino —siguiendo al Borges de “Kafka y sus precursores” y utilizando el mismo concepto de precursor— postular al Martín Fierro como borgeano. Veamos. En primer lugar, Borges re-escribe más obviamente la obra de Hernández no en “El Sur” sino en “El fin”, donde cambia el resultado del duelo de Martín Fierro y el moreno. Por otra parte, cuando prologa el Martín Fierro en 1975 dice: “Una de las condiciones indispensables para redactar un libro famoso, un libro que las generaciones futuras no se resignarán a dejar morir, puede ser el de no proponérselo”. En el final de la primera parte del libro de Hernández, Cruz y Fierro entran al desierto como Dahlmann al campo: “No sé si los habrán muerto/en alguna correría,/pero espero que algún día/sabré de ellos algo cierto”. ¿De quién es esa voz? Del narrador, de Borges o de Hernández, que está ahí para seguir contando. Dice Borges del Martín Fierro: “En su pieza de hotel, el hombre solitario escribía y un hecho singular ocurrió; Fierro, que al principio no era otra cosa que un sonido apto para la rima, se impuso a José Hernández. Se convirtió en el hombre más vívido que nuestra literatura ha soñado”.
Hay ocasiones en que el personaje se impone a su creador, como Fierro a Hernández y Dahlmann a Borges. Entonces, la literatura nos habita para siempre.

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