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Borges cinéfilo

- Jorge Luis BorgesCuando Borges se quedó ciego, seguía yendo al cine para escuchar los diálogos y la música…

Empecemos con dos escenas:

[Á]vido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre.

La lámpara de kerosén pendía de uno de los tirantes; los parroquianos de la otra mesa eran tres: dos parecían peones de chacra; otro, de rasgos achinados y torpes, bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto, sintió un leve roce en la cara. Junto al vaso ordinario de vidrio turbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita de miga. Eso era todo, pero alguien se la había tirado.

Estos episodios no pertenecen a un guión cinematográfico; son parte, como sabemos, de “El Sur”, de Jorge Luis Borges. Borges fue espectador, reseñista de películas y guionista de cine. Incluso se reveló recientemente que a los setenta y seis años el escritor argentino había probado la actuación en el papel protagónico de este cuento, en un episodio del documental Borges, un destino sudamericano. Borges fue, por unas escenas, Juan Dahlmann.

Está claro que Borges no era actor, pero su relación con el cine fue relevante en su vida y en su literatura. Ahora bien, cualquier lector fervoroso de su obra puede preguntarse: ¿Qué tiene en común el escritor que escribió “Las ruinas circulares” o “La biblioteca de Babel” o “Pierre Menard, autor del Quijote”, con películas de gangsters y vaqueros, con Charlie Chaplin y Orson Welles?

Una posible respuesta indica que a Borges lo atraían las formas narrativas provenientes de la cultura popular o de la ficción de géneros, como el cuento oral, el policial y la literatura fantástica. Dentro de ese catálogo, el cine tiene un lugar especial, pero las ramificaciones de este vínculo van más allá. Borges y el cine siempre mantuvieron una sostenida afinidad. Por una parte, durante el siglo XX directores y guionistas abrevaron del mundo literario borgeano. Las numerosas adaptaciones de sus cuentos al cine y las referencias a su persona o a su literatura en diversas películas confirman este hecho. Por otra parte, como a muchos escritores latinoamericanos de su generación, este medio de comunicación lo atrajo e influyó. Este influjo tuvo su pico de interés entre 1930 y 1950, antes de que se volviera casi ciego alrededor de 1954 y solo pudiera escuchar películas a partir de esa fecha (en varias ocasiones comentó que seguía yendo al cine a escuchar los diálogos y la música). Cuando en una entrevista de 1974, le preguntan por el cine, responde: “Siempre lo vi desde su costado narrativo”. Este comentario revela la estratégica posición en la que se sitúa cuando comienza a relacionarse con el cine: nunca se pensó como un crítico cinematográfico, ni usó terminología técnica relacionada al medio, ni intentó deconstruir el montaje de una escena en particular. Eligió, en cambio, pensar el cine como una máquina de ficciones.

 

Y el pescador dijo:
“Habla y abrevia tu relato
porque de impaciente que se halla mi alma
se me está saliendo por el pie”.
Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

 

 

 

 

 

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