Nacido en Múnich en octubre de 1900 y fallecido en la Baja Sajonia el 23 de mayo de 1945, el alemán Heinrich Himmler fue, durante la segunda guerra mundial, uno de los artífices de la llamada “solución final” que costó la vida a millones de judíos, polacos, gitanos, homosexuales, enfermos mentales y opositores al régimen nazi. Hombre de extrema confianza de Adolf Hitler, ocupó el cargo de comandante en jefe de las SS, fue jefe de la Policía Secreta del Estado (Gestapo) y, ya sobre el final de la guerra, ministro del Interior y comandante de los ejércitos del Vístula durante el sitio de Berlín, en el último y vano intento por contener al Ejército soviético. Por su parte, su esposa Marga Siegroth, casi siempre al tanto de las brutales actividades del marido, era una enfermera divorciada, cinco años mayor que él. Desde 1927, año en que se conocieron, hasta abril de 1945, mantuvieron una nutrida correspondencia que fue descubriéndose en diferentes y azarosos archivos de California, Washington y Tel Aviv, y que fue reunida por la politóloga Katrin Himmler -sobrina nieta del militar- y por el historiador Michael Wildt.
Himmler según la correspondencia con su esposa (1927-1945) es una selección sintetizada de cientos y cientos de cartas, acompañada por comentarios que van ubicando al lector en el tiempo y en los escenarios en que fueron escritas aunque, y a no ser por las pésimas noticias que les deparan los dos últimos años de guerra, parecerían no tener en cuenta las circunstancias impulsadas por el propio Himmler, entre ellas la redacción del decreto conocido como Compromiso y Responsabilidad del Matrimonio, que pretendía a comienzos de los 30 depurar la integración de las SS creando la “raza pura”, la creación de la Comisión para la Curación y el Cuidado del Reich y de la Central del Reich para la lucha contra la homosexualidad y el aborto, y la fundación del campo de concentración de Dachau y de todos los demás (para hombres, mujeres o niños) que fueron instaurándose a su monstruoso paso.
Sin embargo, estas misivas permiten visualizar la irresistible ascensión de una ideología construida ladrillo a ladrillo por el propio Himmler y otros cientos de individuos, tanto caracterizados por la admiración a Hitler como por el incansable tesón que los llevó durante años a cada rincón de Alemania en una labor evangelizadora, perseverante y de asombrosa fidelidad.
“Te acaricio la frente”
Himmler se afilió al Partido Nazi (NSDAP) en 1924, y una de sus primeras lecturas fue Mi lucha, la biografía política de Hitler. Casi de inmediato comenzó a recorrer todo el país dando charlas en uno y otro lugar, actividad que lo mantendría ocupado hasta entrada la década del 30 cuando, tras la llegada del Führer a la Cancillería, ocuparía sus primeros cargos de responsabilidad política. En uno de sus viajes, en setiembre de 1927, conoció a Marga, una mujer rolliza, rubia y de ojos azules, que se acercaba notablemente a su ideal femenino. Las primeras cartas que se cruzan son por demás protocolares y ni siquiera se tutean (“Estimado Sr. Himmler: Gracias por sus líneas. Me llegaron cuando estaba con el ánimo un poco bajo…”), aunque los primeros libros que comparten ya están cargados de un enfermizo odio hacia los judíos.
Poco a poco el lenguaje va distendiéndose, aparecen los primeros tuteos y a fines de diciembre de 1927, tras una visita que Himmler, que reside en Múnich, hace a Marga en Berlín, ella lo llama “mi querido cabezota” y cierra su carta con “Mi querido, Tu Marga”, en tanto él responde encabezando con un admirativo “¡Mi querida Marga!”, para despedirse con un “Te acaricio la frente y beso tu boca. Tu Heini”. Poco antes de casarse ya los une algo más que el simple enamoramiento, y ambos están seguros de lo que el destino les tiene preparado.
Himmler, que había estudiado agronomía, compra una casa de campo en Berlín y Marga se encarga de la cría de aves y cerdos y del cuidado de numerosos frutales. En agosto de 1928 nace la única hija del matrimonio, Gudrun. El parto es por cesárea y ello impedirá que Marga tenga más hijos, aunque Himmler, ya en época de guerra, convertirá en amante a una de sus secretarias y con ella tendrá dos hijos. Gudrun crecerá viendo poco y nada a su ocupado padre, quien con frecuencia pregunta en sus cartas “¿Qué hace nuestra dulce niñita? ¿Es buena o mancha la camita?”. Y mientras Gudrun se convierte en la “Muñequita” de sus padres, estos luego adoptarán a Gerhard von der Ahé, huérfano de un integrante de las SS muerto en un enfrentamiento con manifestantes comunistas.
Abrazos y besos
Mientras la guerra se aproxima, las cartas van dando un panorama de la vida privada de estas dos bestias enamoradas. Marga a veces se queja de la soledad en que ha tenido que vivir y criar a su hija, y Himmler relata en detalle cada uno de sus viajes. En 1939, tras la invasión a Polonia, es testigo del asesinato de miles de hombres y mujeres en tanto no cesa de recorrer los territorios ocupados. “La guerra avanza de maravillas”, le escribe a su mujer en julio de 1941, en tanto aconseja a su hija con sentencias tan cínicas como la que sostiene que “En la vida siempre hay que ser decente, valiente y bueno”.
Himmler va y viene, y en cada lugar que visita se multiplican los asesinatos. Un día está en Kiev, al otro en Praga, al otro se reúne con Hitler en la Guarida del Diablo para decidir qué hacer con todos los judíos que van apresando en las ciudades que ocupan y arrasan. Se calcula que entre julio y noviembre de 1942 los nazis asesinaron a dos millones de personas, pero él les envía a su mujer y a su hija “Muchos abrazos y besos afectivos”. Entre tanto Marga, que ocupa un cargo de jefatura en la Cruz Roja, suele visitar exposiciones y desfiles de moda, y en mayo de 1943 es agasajada por su esposo en ocasión de celebrarse el Día de la madre.
Las pocas cartas escritas entre 1944 y 1945 tienen otro tono. La guerra ha comenzado a hacerse demasiado larga, el Ejército alemán pierde posiciones a diario y las ciudades se hacen blanco de los feroces ataques aéreos de las fuerzas aliadas. No obstante, se registran en la carrera política de Himmler un par de brutales discursos donde continúa llamando al exterminio y a no darse por derrotados bajo ningún concepto. Finalmente, y apresado por soldados británicos en mayo de 1945, se quitó la vida mordiendo una cápsula de cianuro que ocultaba en su boca. Marga falleció en agosto de 1967. Para ese entonces vivía con su hija y su yerno, quienes le habían dado dos nietos.
Alguna vez ella le había escrito a su esposo: “seguro que pasarás a la historia universal”. Y no se equivocaba.
Himmler según la correspondencia con su esposa (1927-1945), de Katrin Himmler y Michael Wildt, Editorial Taurus, Buenos Aires, 2014, 381 páginas