Ni bien inició el 2020 visitamos la Municipalidad de Lima y conversamos con Florentino Díaz Ahumada. Él es poeta y actual regidor metropolitano, miembro de la Comisión de Educación y Cultura de Lima Metropolitana. Estudió literatura hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú y medicina tradicional oriental en la Escuela Neijing.
Florentino nos cuenta que creció en el centro de la ciudad de Lima desde fines de los años setenta hasta mediada la década de los noventa. Esa experiencia le permitió ver de cerca la proliferación del comercio informal, la violencia terrorista, el toque de queda, las sucesivas etapas de caos y ordenamiento que han acontecido desde aquellos años. A partir de sus estudios de medicina tradicional oriental, su labor siempre se ha orientado hacia la confluencia entre poesía, sanación y recuperación de nuestras posibilidades como seres humanos creativos. Así también, desde sus inicios como docente, en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y en los múltiples talleres libres que ha realizado en diversos espacios culturales, su búsqueda se ha centrado en explorar caminos que permitan reactivar la poesía interior, la actitud poética hacia la existencia: “esa transformación espiritual, profunda, que nos permita contemplar el renacer de una ciudad libre, al fin, de los terribles sucesos que la desigualdad, la intolerancia y el temor, pueden provocar en nuestra comunidad”.
Para él no toda gestión pública se puede calificar de una secuencia premeditada de fracasos. La tendencia humana es ser solidario, respetar acuerdos, al menos proponerlos y desarrollarnos a través de ellos. Si no existiera esa tendencia, hace mucho tiempo no habríamos sobrevivido como especie en este planeta. Sin embargo, debemos re-articular –con un enfoque innovador- esas energías creativas que constituyen el fondo psíquico y el potencial de salud de nuestros ciudadanos. Para ello la estimulación y generación de espacios de creación y formación son de vital importancia. Florentino afirma que la educación no es un proceso que deba culminar en las escuelas, es también un acontecimiento permanente, una necesidad que nos configura en nuestro sentido de vida, en nuestra propia forma de vivir y relacionarnos con nuestro entorno. A continuación, sus ideas sobre cómo convertir a Lima en una ciudad poética.
Cuando expreso el anhelo de una acción colectiva capaz de convertir a Lima en una ciudad poética, me refiero sencillamente a llamar la atención sobre aquello que ya es cada ser humano: una expresión inspirada, única y excepcional, que se desenvuelve en este universo. No existe una persona idéntica a otra y esa excepcionalidad es quizá la cualidad más esencial de aquella inmensidad de procesos que permiten a una persona existir, relacionarse, compartir… Cuando manifiesto la idea de una “Ciudad Poética” estoy buscando una amplificación de la idea de poesía. Es decir, la poesía no entendida solamente como la escritura de versos, sino como una actitud creativa hacia la vida, una forma de estar en nuestro mundo donde el respeto por la naturaleza, por los seres que nos rodean, y por nosotros mismos, es uno de sus pilares fundamentales.
Entre los principales objetivos de desarrollo para los siguientes años en la agenda mundial podemos ver cómo la reducción de la pobreza, los daños al medio ambiente, así como la incorporación de prácticas saludables para las comunidades humanas, son temas transversales que nos permitirían, según los investigadores y proyectistas, constituir en los siguientes 50 años una comunidad global de convivencia más armónica, más sostenible. Hacia esos objetivos apunta la consolidación de una ciudad poética según las referencias antes mencionadas. Acercarnos a la poesía, desde su expresión escrita, visual, performática, pero también en lo que se expresa en todas las actividades humanas, nos va a permitir desarrollar esa actitud de contemplación, de ternura, de convertirnos en seres humanos empáticos y más sensibles a las necesidades y vicisitudes de otras comunidades. En realidad, la poesía -entendida como un camino de vida- nos puede colocar como una ciudad a la vanguardia de los sentidos éticos y estéticos de nuestra comunidad internacional.
Y es aquí donde esta visión de “Lima: Una Ciudad Poética” puede conectar también con las necesidades materiales, económicas y de desarrollo que toda convivencia, de las dimensiones de una metrópoli como Lima, necesita. Lograr esa convivencia armónica, ese cambio de nuestra actitud en una apuesta por la creatividad de nuestros ciudadanos a través de planes y políticas de incentivo de sus productos culturales y artísticos, puede producir también el crecimiento de una Lima más generosa y atractiva para las inversiones sostenibles de las empresas del mundo globalizado.
Esta palabra es importante: sostenibilidad. Ella nos da una clara idea de su sentido, construir una forma de vida que pueda “sostenerse” sin la destrucción de nuestro entorno. Desde las revoluciones industriales de los siglos pasados hasta la actual revolución de la inteligencia artificial, la comunidad humana ha dejado de lado muchas de sus implicancias para nuestra propia sobrevivencia en la tierra. Una “actitud poética” incide en el respeto de los procesos propios del universo en el que nos movemos, acepta también su inconmensurable belleza y se esfuerza por permanecer en asombro y en constante aprendizaje de aquellos instantes donde un saludo, una palabra gentil, una muestra de afecto, puede cambiar nuestra percepción del día, nutrirnos interiormente y, muchas veces, salvarnos de este aparente remolino de anomia y despropósito.
La Municipalidad de Lima Metropolitana, como toda entidad organizada en beneficio de los seres humanos, viene trabajando diversos programas y acciones, certeros y trascendentes, para generar espacios de formación en la ciudadanía. Iniciativas como los programas “Lima Lee” y sus “bibliometros” (para facilitar a los usuarios del Metropolitano el acceso a una nutrida variedad de libros), la Feria Metropolitana del Libro, las publicaciones de colecciones de textos accesibles para los sectores más populares, los talleres de educación para jóvenes en innovación, el estímulo de las llamadas “habilidades blandas”, el apoyo entre municipios e investigación académica, son muestras claras de un interés por parte de la gestión municipal para activar desde la educación y la cultura los frágiles e invaluables lazos sociales que dan forma invisible a la ciudad.
A todas estas iniciativas las sintetizo también bajo la visión de una ciudad poética. Esta propuesta de visión para nuestra comunidad nos puede ofrecer también aquella motivación más profunda, más íntima, de volcar nuestra intención en todo lo que aquella idea implica: ensoñación, alegría, búsqueda de las más recónditas memorias en nuestras vidas que hayan dejado huella de gratitud, de amor en nosotros. Una visión para el amor, eso constituye una visión poética. Una visión para ese “gracias” tan interno y tan hondo que repercuta en nuestra propia salud corporal, mental, en nuestra dinámica espiritual. “Lima: Ciudad Poética” puede sugerir una esperanza de transformación para el futuro, pero contemplado hoy, desde la sencilla acción de escucha, de gentileza y de perdón, de belleza y de danza frente a la avasallante tensión del caos o la incertidumbre. Una acción colectiva, organizada, de vanguardia, para sintonizar cada distrito, cada barrio con esa esperanza. Soñarlo así, y así, volverlo real.