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Carlos Villacorta y “las esquirlas de la memoria”

Los que venimos de otra parte siempre llevamos a cuestas algo del mundo que dejamos atrás. La casa, el barrio, la música que no olvidaremos jamás. Y los gestos de los nuestros. Sus voces cargadas de risa y pesares, sus sueños. Los que venimos del Perú traemos, además, el recuerdo de una guerra. Lo que fue vivir en estado de emergencia durante los años ochenta y principios de los noventa. Sin luz, sin agua. Con atentados a todas horas y la incertidumbre causada por la inestabilidad política, la hiperinflación, la falta de alimentos y tantas cosas más. Carlos Villacorta (Lima, 1976) recupera estas y otras esquirlas en una nueva edición de un poemario publicado en el 2007, con fotografías inéditas que complementan cada uno de sus poemas, tallados con esmero hasta descubrir sus contornos de otredad, migración y exilio.

En el poemario Ciudad Satélite (Lima: Intermezzo Tropical, 2021) hay una serie de viajes que se conectan en “la carretera de la memoria”. Llegan al texto escrito los inmigrantes del norte y del sur del país violentado, en busca de mejores oportunidades, huyendo tal vez, o seguramente, de la “desaparición”, la “confusión”, la “multiplicación”. Y se instalan bajo un “cielo sin estrellas”, a “soñar un desierto”, rutas alternativas de vida. La voz poética nos lleva del centro de Lima a otras esferas, de los distritos de La Victoria o San Miguel al balneario de Ventanilla, del cerro a la playa, al desierto de Cañete. Y mientras vamos de un lado a otro, con la casa en los hombros, sentimos lo que es ser padre y madre en medio de la guerra. Llevarnos las manos al rostro para que los niños no vean que la muerte los rodea, que hay oscuridades y tinieblas que no se aclaran con la luz de las velas.

En Ciudad Satélite los niños quisieran tragarse la ciudad y su garúa inclemente, recuerdan con nostalgia los zapatos que dejan los padres en la puerta de casa, por si alguna vez pueden regresar. Y se atragantan de memorias para no hundirse en el olvido. La de la madre que recalienta la comida para los hijos al amanecer. O la del abuelo que en su “micro marchito” no sólo lleva pasajeros que cruzan la ciudad y sus satélites sino “los sueños y las pesadillas del arenal”. El viaje en estas circunstancias de vida se presenta como único destino para los hijos de una guerra, aquellos que huyen de un fuego que no calienta, de una ciudad que no siempre despierta.

Situada en Nueva York o en Boston, junto a otras voces y otras lenguas migrantes, la voz poética reflexiona sobre las ciudades satélites que quedan atrás, en la memoria, y sobre aquellas que “se desprenden de nuestra oscuridad” para dejarnos contemplar el vacío de los rascacielos, otros techos desamparados, las soledades de las grandes avenidas estadounidenses, cargadas, a su manera, de nuevas ausencias y muertes. En este mundo, gigante y extraño para todo el que viene de otra parte, la muerte llega en tren “apilada en sus vagones” y el silencio “palpita amordazado”. Rodeado de otras minorías que van y vienen por senderos que intentan desaparecerlos, el inmigrante limeño siente nostalgia por su ciudad y su olor a humedad, por sus calles hechas para el tamaño de su cuerpo. Y hunde sus pasos en la nieve, irremediablemente. O en un “tiempo oxidado” donde debe reinventarse.

Los viajes que realizamos en el poemario de Villacorta son impulsados por la memoria. Nos llevan a pie, en autobús o en tren por las calles de la infancia donde siempre se fragua lo que somos y seremos. Ubicados ahí, o en los límites de una ciudad y sus periferias, los lectores debemos reconocernos entre luces y sombras, “en medio de una noche sin estrellas”, en “el gran ojo de la tormenta”. El viaje que realizamos en poemas como “Rutas”, “1986”, “Vendrá de tan lejos” o “Park Street” y “Veteran’s Day” nos devuelve a nuestro ayer pero también a nuestro presente, a nuestro hogar de adopción, donde comprobamos con el poeta “que este mundo no tiene centro”, que los inmigrantes estamos fuera de todo lugar, o casi siempre en los márgenes, aunque debamos imaginar lo contrario para sobrevivir. Somos, a lo mucho —y así concluye el poemario Villacorta— “pasajero[s] incierto[s]” y las palabras de sus poemas se convierten en nuestra tabla de salvación.

Hace tres años, en el volumen Cuentos de ida y vuelta. 17 escritores peruanos en Estados Unidos (Lima: Peisa, 2018), Carlos Villacorta y Luis Hernán Castañeda nos dieron una muestra de la literatura peruana escrita desde aquí, por escritores nacidos en los setenta que han cruzado con sus letras las fronteras de lo nacional y cuyos mundos creativos están en algún rincón de la unión americana, en el país de origen, en otras latitudes o en ninguna parte. Su novela Alicia, esto es el capitalismo (Lima: Intermezzo Tropical, 2014) y otro poemario de igual calibre, Materia oscura (Lima: Intermezzo Tropical, 2017), dan cuenta de esta diáspora peruana que sigue afianzándose en el Perú y en los Estados Unidos con voces como las de Jennifer Thorndike, Claudia Salazar Jiménez, Pedro Medina León, Ulises Gonzales y muchos, muchos más. Esta nueva edición de Ciudad Satélite también cala muy hondo en aquellos que recordamos el origen y soñamos el destino, en nosotros que para bien o para mal conocemos el sabor de la memoria, lo que es venir de muy lejos, o morder el silencio para no perdernos “en los abismos de otra gran ciudad”.

 

Oswaldo Estrada (1976), de origen peruano, es narrador, ensayista y profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Es autor de varios libros de crítica literaria y cultural. Sus cuentos han aparecido en antologías y revistas de Estados Unidos, América Latina y Europa. Suyos son El secreto de los trenes (UAM, 2018), basado en “El guardagujas” de Juan José Arreola, y el libro de cuentos Luces de emergencia (Valparaíso, 2019; Maquinaciones Narrativa, 2021; International Latino Book Awards 2020). Es editor y coautor de Incurables. Relatos de dolencias y males (Ars Communis, 2020, International Latino Book Awards 2020). Su libro Las locas ilusiones y otros relatos de migración (Axiara, 2020) ganó el Primer Premio de Testimonio de la Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts 2020. Las guerras perdidas (Sudaquia, 2021) es su colección de cuentos más reciente.

 

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