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[ Caín, ó cómo combatir la falta de electricidad para realizar la fiesta del final del mundo } +

 

Las siguientes líneas son como una fotografía en pedazos.

Algo sí quiero decirte .. .

. .. esto de verdad sucedió .. .

*

-¿tienes todo?

-sí mamá, tengo todo.

-Aquí te metí en este estuche una carta de amor que tu papá me dio antes de casarnos.

Mi mamá me va a romper el corazón si sigue con esto. Vuelve a salir del cuarto. Por la ventana escucho a Gerardo preparando la camioneta. Hay gente con él. La madrugada está por terminar.

Gran parte de la humanidad participará en una fiesta que celebra el final de todas las cosas; el fin del mundo, pues, y tomará lugar en varios sitios que parecen ser alucinantes. Y esto será durante el amanecer.

Gerardo me explicaba, que la mejor manera de darle energía al sitio, era colocando cientos de carros ‘en serie’; que los chicos, usando los cables de extensión, conecten las baterías a la pared principal del edificio, y que todas las chicas hundan el pedal hasta el fondo… sonriendo, y prensando sus gargantas.

Entretanto, en la oscuridad del interior del subterráneo, un disco de vinilo, comenzaba a girar. Y cuando comenzaba a girar, una diminuta luz se las arreglaba para encenderse encima de los platos negros, detrás de las columnas, mostrando los vagones sin luz. Y con esto, un derrame encima de las cabezas, por arribas y abajos, en forma de lluvia con violentísimos colores de luz.

-Amén.

Hoy hubo un reportaje sobre una niña que sobrevivió un secuestro. La encontraron sola, caminando descalza, saliendo del más largo de los dos túneles antes de la intersección.

Tenía un vestido gris crema, muy manchado. Nunca encontraron a quienes la raptaron.

-Déjame buscarte la medallita de la virgen del Carmen.

No le respondo. A pesar que la virgen del Carmen y yo tenemos una relación de amor y odio, preferí no responder. Mi mamá salió otra vez.

Se dijo que la niña estaba con las rodillas rotas, pero que no había sido tocada. Cargaba consigo una muñeca de algodón violeta, cocido con una tela rosada – tejida por otra niña de su misma edad, pero que había vivido a comienzos del siglo pasado, a los pies de un puerto, con buques inmensos que partían hacia el vacío espacial del pacífico. Quisiera imaginar que era su abuela, pero no lo sé.

Me iré sin despedirme de mis padres. Esto es insoportable. La sola idea de partir luego de decirles adiós es más horrenda que la idea de partir del todo.

La historia de la niña que encontraron se le suma a los rumores de millones de niños regresando, por todas partes, a casa.

Siempre en silencio, callados. No cuentan nada.

Ninguno contó nada …

Como ya no hay televisión, sino algunas estaciones radiales que se escuchan desde los coches, son ahí, en esas formidables máquinas, Monte Carlos, Caprices, Impalas y Camaros; donde los rumores que relatan la secuencia de los eventos, representan la fuente más fiel de la noticia: niños marchando a sus casas…

Luego de haber estado meses perdidos por todo el mundo, caminando a sus casas.

Todos descalzos … sin decir nada … justo antes de que acabe el mundo …

¿dónde quedaron sus zapatos ? – preguntaría el más cínico.

Papá no llega, mamá tampoco. Hay mucho silencio.

Afuera todos callaron también.

Tuve un sueño tan fascinante hace unos días. Fue durante una siesta, quizás porque son las siestas las que me nutren de los sueños más vívidos, por aquello de comer y dormir luego …

Soñé que estaba en un bar. En ese bar estaba Julio Cortázar junto con otros inolvidables. Cuando me le acerqué, nos abrazamos fuertemente. Nos sentamos a conversar, compartiendo cigarrillos que sabían a canela. Hablamos sobre fashion, y la dirección de su melena.

Pero hubo un momento en donde el silencio de todos los que habitaban el bar coincidió, y se pudieron escuchar desde afuera, a través de los portones de cristal, y la madera podrida, bien afuera, hacia la calle …

Se escuchaban gritos .. .

Gritos de miedo. De crueldad. Y que antes no se escuchaban por el sonido de los vasos de vidrio chocando sobre el bar, por las voces indistintas, y por un jazz sin su banda.

Todos adentro vimos al suelo. Todos estábamos a la espera. Todo el horror que sabemos sucede afuera… y que no se puede ver.

Entonces Julio, a los ojos, con el humo chorreando desde sus dientes, me dijo:

«Qué importante seria escribir un cuento sobre todo esto «

Y desperté .

Y me desperté recordando todos los sueños, tan recurrentes, que he tenido sobre los aeropuertos y sobre el final del mundo.

El más fuerte, en medio de una marejada de personas, con sus maletas y gallinas y abrigos y diamantes y miradas ahogadas en el pánico; tratando de llegar a un tren/un metro/un subway/un tranvía/un aeroplano, majestuoso, mercurial, de velas y remos automáticos, atormentántemente enormes.

Mi madre y mi hermana se sueltan de mi mano al ser arrastradas por la marea histérica de hombres, mujeres, niños, esclavos. Me llamaban a gritos, llevadas por el resto de la gente hasta más allá de donde pude distinguirlas. Mi mamá perdía su aliento con doce lenguas de terror.

Faltando pocos minutos, colapsé al suelo, recostado a una columna, llorando un dolor como solo se llora en sueños … mudo.

Envuelto entre tanta gente que corría fracturada al compás de la corriente, y sin embargo, a punto de morir solo.

En los sueños, las emociones tienen la piel en carne viva.

Me impulsé llorando desde la profundidad hasta despertar. Bajé corriendo las escaleras y llegué a la cocina, – tienes servido, mi amor – dijo mi mamá. La abracé.

Nada como el olor de una madre que aún vive.

Papá se terminaba de afeitar. En la tele pasaban una misa. Mi mamá cambió el canal dos veces. Una joven escritora dijo en un programa de libros que su dolor solo se comparaba con todos los grises del arco iris…

Papá y mamá no regresan. ¿Qué coño les pasa?

Trato de recordar el nombre de aquella niña del túnel. Muy hermoso. Se cansaron de decirlo por la radio.

Tan hermoso …

Hubiera preferido morir sobre algún rascacielos, frente al mar.

Respirando el aliento de alguien hermoso, susurrándole que todo estará bien, a punto de recibir ese resplandor… y luego, solo almas de ceniza.

Pero no con mi familia en ningún techo, como quise cuando no era un adolescente, sino un niño todavía.

Tampoco en ninguna fiesta de mierda.

Y ahora, me dedico demasiado a pensar en ellos … y me pregunto porqué nunca los esperé.

Pienso en todo … aquí acostado, encima de estas telas, rodeado de brújulas y mapas, abrigado por las sombras; entre las velas que robé al pasar por las iglesias en ruinas, a lo largo de la carretera. Tatuando este libro de carne en lo poco de espacio que me queda en la piel.

Y ya … con tan poca tinta .. .

Inventando en mi cabeza como los afortunados que contemplan el fin del mundo se encandilan, y bailan bajo una música escalofriante.

Imagino . ..
como una pareja se funde … hecha primero polvo de carne …
Consumida por el fuego negro … el momento del fósforo bordeando sus siluetas …
Grabadas para siempre como dulces de acuarelas sobre el concreto … en un espasmo … a la máxima altura de la torre, al hombrillo de la súper-autopista congestionada del vapor que fue humano.

Imagino .. .
como todos los padres y madres del mundo regresan para despedirme … dándome su bendición … viéndome como su hijo …

Y revivo,
el último abrazo … el último beso que todos colocaron como una marca sobre mi frente … justo cuando las serpentinas fulgurantes cobraban forma de asesino …

El oleaje mandarina … implacable …

Y el soplo a la deriva .. .

 

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