
Hay libros que parecen escritos con la sangre que no se seca. Morir un rato (Eloísa Cartonera, 2025) de Estefanía Papescu (Argentina, 1985) es uno de esos. No es solo poesía: es una respiración con el corazón lastimado, una serie de visiones que atraviesan la locura, el deseo y la ternura como si fueran estaciones de un mismo viaje.
En la tradición argentina —esa que va de Pizarnik a Perlongher— la poesía de Papescu es territorio político en una Buenos Aires de enumeraciones: la plaza, la librería, el banco del parque, el bar donde la soledad se mezcla con el vino barato.
En Morir un rato hay rabia, humor y una forma de belleza que no pide permiso. Como si Pizarnik se hubiera criado en Boedo y escuchara reggaetón mientras escribe.
Publicar en Eloísa Cartonera es un gesto coherente: los libros se arman con cartón de la calle, pintados a mano, con ese olor a tinta y humanidad tan difícil de encontrar en estos días. Es poesía en estado material, cuerpo del cuerpo. Papescu sabe de eso: además de poeta, es editora, curadora, agitadora cultural.
¿Cuéntanos qué estás haciendo por estos días en Miami?
En Miami tengo un espacio de arte, Simetría Doméstica Space hasta diciembre de este año. En el mismo hay un sector que es librería donde están los libros de artistas únicos de la editorial, los impresos y algunos proyectos de editoriales y artistas amigues. La librería está siempre abierta, pero hay otra sala donde hay exposiciones de artistas visuales latinoamericanos que van variando mes a mes. Por este proyecto es que vine a Miami. Estoy al lado de Dimensions Variable que es un gran proyecto de aquí gestionado por artistas.
Hace muy poco salió Morir un rato. El primer verso es una declaración rotunda: “Todos los días hay que morir un rato”. ¿Qué significa para vos esa “muerte cotidiana” y cómo se tradujo en la escritura del libro?
Morir un rato significa para mí un descanso. Creo que en todo el transcurrir del libro se habla sobre el no producir, el pequeño momento sin nada trascendental pero no por eso menos poético o quizás por eso poético o quizás por eso trascendental. Tomarse un rato, un descanso mental, elegir otra forma de vivir, poder frenar en un mundo que pide y te da todo para hacer lo contrario. La escritura del libro comienza en pandemia (un poco antes) que fue un gran momento en el que nos obligaron a todxs a tomarnos ese tiempo pero también es algo que vengo reflexionando hace tiempo porque para mí estar “paralizada”, muerta un rato, es un placer. Y creo que quienes lo ven o hacen como manera de vida son demasiado juzgados: si vivimos en un mundo horriblemente cruel ¿cómo alguien se atreve a juzgar a lxs que no quieren seguir ese juego? Me pregunto.
El libro oscila entre lo confesional y lo performático, entre lo corporal y lo político. ¿Cómo se fue dando esa tensión en la construcción de los poemas?
Es la tensión en la que vivo, no me daba cuenta hasta que los tuve que juntar para editar y dije: ah bueno caminan juntos. Hay una política que estalló desde la pandemia que es más o menos cuando estoy escribiendo parte del libro, el estudiar para ser terapeuta corporal bioenergetista también fue parte importante del proceso y lo confesional y performático creo q es algo que también me viene dado por como soy y los lugares en los q transito.
En varios textos aparece la locura como un personaje que visita, incómoda y, a la vez, libera. ¿Qué diálogo establecés entre poesía y locura?
Para mí si locx es todo el que no cumple la norma establecida, locxs estamos todxs. No sé quién puede decir que tiene una salud mental “sana”, sea quien fuere considerado el sano para la sociedad, ¿es sano? Para mí la poesía está intentando ver un algo diferente siempre, ver algo diferente siempre es estar locx, entonces de a ratos me viene la locura y es liberador que ese tipo comentario “estas re locx” sea un orgullo, sea una entrega para algo creativo o para atravesar un proceso a veces denso. Hay una carga con la locura no querer estar locx, no querer que te consideren locx, la mirada del otro con el tema locura me parece una boludez.
Con el lenguaje con la poesía “te volves loco” porque estás en un proceso q lleva mucho de mental, de conexión, de fantasía, de personaje, de unir cosas q no sabes ni por qué. Esa especie de trance en la que uno está escribiendo me parece una locura maravillosa.
¿Cómo se filtra Buenos Aires en tu poesía?
No tengo idea pero Buenos Aires para mi es una forma de vida. Supongo que en el paisaje y descripción de consumos debe también aparecer.
En algunos poemas del libro asoma una mirada generacional: la precariedad, la depresión, el sexo como tabla de salvación. ¿Creés que tu poesía da voz a una tribu, a un nosotros fragmentario?
Creo que es lo que nos sucede a un par de generaciones, no hay esperanza entonces lo que aparece es eso, precariedad, depresión, drogas, sexo, la plata, las deudas, libertinaje para sobrevivir como temas que nos atraviesan por la crisis misma del país. No creo ser parte de una tribu para nada pero sí a un problema argentino o latinoamericano y una manera argentina de sobrevivirlo, pero creo que hay una generación más arriba y una más abajo que están en la misma.
El libro fue editado por Eloísa Cartonera, un sello que desde hace más de veinte años reivindica el objeto-libro como gesto político y artesanal. ¿Qué significó para vos publicar allí?
Para mí ser parte de Eloísa Cartonera en este contexto de mi país explotando es importante. Porque primero es una cadena de colaboraciones, de comunidad y con la economía explotando también aportar granitos de arena para los cartoneros, para la editorial y para las personas q pueden comprar los libros porq son la mitad de económicos o menos q los que compran en la librería. Es una forma, una elección en el estar y en el circular, en el apostar a los escritores gestores que hacen las cosas y las mantienen con lo difícil que es. Me resultó muy oportuno.
Vos misma dirigís las editoriales Simetría Doméstica y Simetría Doméstica Literatura. ¿Cómo es la experiencia de estar de los dos lados: la autora y la editora?
Enriquecedora, aprendes a valorar mucho el trabajo y sus partes, estar en contacto todo el tiempo con lxs autores pensando las formas de hacer el libro o leyendo los poemas y editando es sentir que unx está donde debe estar por lo menos para mí. Tiene una parte muy agotadora que es el generar los recursos para hacerlo, ese bajo apoyo hace la tarea difícil, después es estar en contacto todo el tiempo en contacto con lo que te gusta, pensando en eso, ocupando tu tiempo en eso.
Has participado en ferias y espacios que ponen en juego lo colectivo, como La revolución del deseo. ¿Qué lugar ocupa lo comunitario en tu práctica poética y editorial?
No puedo ni nunca pude separarlo la verdad. En Argentina dedicarte a cualquier rol del arte es un montón de trabajo, tiempo, amor y dinero que invertís si eso no lo haces para algo colectivo no se si le encuentro tanto sentido. En mi vida siempre vino de la mano, escribía poesía/ tenía el ciclo El movimiento escondido y organizaba lecturas en todos lados. Me gustan los libros/ hice la feria del museo Malba por su aniversario, hacia miniferias en las lecturas, con el feminismo vino La revolución del deseo junto a Fernanda Laguna que fue la primera feria de feminismos impresos en Arg. Cuando comencé Simetría también, curé la parte de los libros de feria Pinta, tuve un showroom con lecturas y muestras con la editorial en el living de una casa enorme en Bs As, todo Simetría es colectivo en sí mismo y ahora aquí también es un espacio de muestras para artistas latinoamericanos que cambian mes a mes, la librería q tiene los libros de Simetría y algunos de editoriales y artistas locales. Siempre es en comunidad. La comunidad es la poesía también.







