Sean nós es el “estilo viejo” del canto irlandés tradicional. Involucra una cadencia letárgica, casi sin pulso, y el uso de largas y sinuosas frases melódicas. La poesía del sean nós se canta en la lengua celta y se relaciona mayormente con temas de la vida bucólica y pastoral de la Irlanda pre-moderna. Esta poesía se musicaliza a través de ornamentos y quiebres de la voz buscando transmitir profunda emoción. Precisamente, el estilo viejo intenta crear empatía con el oyente por medio de su naturaleza sentimental y la elegancia de la forma melódica. Se considera un estilo sobrio, de una estética desnuda y anti-barroca, pues su finalidad básica es comunicar la experiencia vital del cantante. En sean nós, la voz trémula y sus inflexiones humanas son los protagonistas. Es una modalidad a capella donde ningún instrumento acompaña. La figura de la cantante solitaria y la voz resonando como único color y forma en el panorama auditivo son elementos en parte simbólicos; la artista se sumerge en su propia soledad y sentimiento para extraer trémolos de dolor y remembranza, los cuales emergen entre los pliegues del canto.
De esta práctica del viejo estilo se derivan otras formas más populares, y ahora globales, de la música tradicional irlandesa. Así, los famosos medleys que se tocan en los pubs irlandeses, acompañados de cerveza Guinness y camaradería, incluyen formas dancísticas como el jig, hornpipe y reel, las cuales han brotado directamente de la estética espartana y meliflua del sean nós.
Por muchos años, el sean nós se ha venido practicando tanto en Irlanda como en otros países donde la diáspora irlandesa viajó y se aposentó luego de la Gran Hambruna de 1845-49. Durante aquellos funestos años, la economía netamente agrícola de una Irlanda rural se vio asediada por una plaga misteriosa que destruyó la totalidad de los cultivos de papa del país. Estos cultivos eran la principal fuente alimenticia de la población y su venta y comercialización constituían el pilar de la economía nacional. Una variedad de hongo desconocido arrasó brutalmente las siembras y dejó a la mayoría de los irlandeses sin nada que llevarse a la boca. Además, el sistema de aparcería, por el cual los campesinos irlandeses se veían obligados a rentar tierras de cultivo para explotarlas a cambio de una elevada suma, significó no solamente el embate de una hambruna generalizada sino el inicio del destierro. Cientos de miles de campesinos fueron desalojados de estas tierras, en las cuales infructíferamente trataban de cosechar papas. Finalmente, al carecer de producción, y además del apoyo de una mezquina y altiva Gran Bretaña, los irlandeses fueron incapaces de solventar la renta y tuvieron que elegir el desplazamiento masivo. Durante este lapso de tiempo, al menos un millón y medio de irlandeses murieron de hambre.
A raíz de la enfermedad de la papa en el siglo diecinueve, el estilo de sean nós y sus derivados musicales viajaron a través del mundo junto a los millones de desplazados que buscaron un nuevo hogar en países como Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Canadá y los Estados Unidos. Esta migración colosal, que muchas veces se llevó a cabo generacionalmente, significó también el origen de la cultura irlandesa-global, la cual hoy sigue expandiéndose e innovando, especialmente en el área de las alquimias musicales. Por ejemplo, tenemos el trabajo de Eileen Ivers, hija de inmigrantes irlandeses nacida en el Bronx, quien ha fusionado música tradicional irlandesa con ritmos Afro-Caribeños y high-energy rock.
Más recientemente, el surgimiento del boom de la salsa céltica sigue demostrando que la diáspora irlandesa, nacida en los oscuros tiempos de plagas misteriosas y marginalización social, continúa forjando un camino de innovación cultural. Al escuchar los arreglos de Salsa Celtica es posible aun reconocer, entretejida entre el groove del tumbado y las cabriolas sincopadas de las congas, la elegancia melódica y la subjetividad emotiva que definen el alma del estilo viejo del canto rural celta.