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El castillo de Siddhartha y Gary González

31 Minutos, aquella serie de televisión chilena “para niños” creada por la productora Aplaplac, propiedad de los genios chillanejos –sí, ya sé, este es otro gentilicio chileno que se me da la gana escribir- Pedro Peirano y Álvaro Díaz, transmitida por la señal de Televisión Nacional de Chile, y en México por el Canal Once del Instituto Politécnico Nacional. Es una serie sin prescendetes, de bajo presupuesto y alta sapiencia. El programa se centra en las aventuras de un equipo de noticiero de poco prestigio, donde siempre ocurre algo inesperado. Sus notas, mientras algunas son bastante “ridículas”, otras son “educativas”, y dejan siempre un mensaje explícito, como el Knock Out del que hablaba el Gigante de América, no Bronco, sino Cortázar, ya saben, por aquello del gigantismo, no por sus efectos en la literatura hispanoamericana. ¡Boom!

No es necesario tener hijos, ni ser una persona completamente sensible al borde de un ataque de melancolía, o ser afeminado, o un retrasado para ver 31 Minutos. Si hay algo de inteligencia en tu cabeza, entonces échale un ojo a esta serie de títeres cultos e intelectuales, que reportean mucho mejor que Loret de Mola y Karla Iberia. Para muestra, un botón, el reportaje de Juan Carlos Bodoque: La ruta de la caca, un conejo rojo, periodista estrella del programa y el encargado de La nota verde, autor de dos libros: El libro verde y El libro Rojo. El mejor personaje de ficción que haya inventado el hombre en toda la historia de la humanidad y el entretenimiento.

Pero a lo que vamos, hijos míos, que esta es una agencia de música y no de títeres, aunque muchos de ellos escriban aquí, no los de 31 Minutos, que sí son profesionales, sino los títeres de a de veras. Sucede que existe un tributo con las canciones más emotivas de la serie, quien la haya visto se habrá dado cuenta de la importancia de la música en esta emisión chilena. Interpretes, sí, “interpretes” como Ximena Sariñana, Belanova, María Daniela y su Sonido Lasser, y esa cosa mal llamada Siddhartha, tocan en ese “tributo”. Déjenme decirles, hijos míos, que la versión de Jorge Siddhartha, es hermosa, pese a su sponsor del ego tan elevado, como dijera El Charly, pues “compone, escribe y produce todos sus temas”. En este caso, le presta su voz a Gary González, el ratoncillo escarlata, para cantar uno de mis temas favoritos: “Mi castillo de blanca arena”. La versión de Jorge es gloriosa, con esos finos tintes de Raggamuffin, con esos metales tan bien ejecutados y ese compás tan espiritual que maneja en ese track, además del final cuasi jazzístico, una obra de arte que no se terminó de consumar, pero que al menos quedó registro de ello. Un gran tema, sin palabras más, ni palabras menos. Que todo quede dicho, que Siddhartha hizo mejor cover que los mismísimos chilenos, que para eso se pintan solos los huevones, son unos grandes arreglistas. Siddhartha merece todos mis respetos en ese track, pero no más, no escucharía su ultimo disco aunque me pagaran un millón de dólares. Me quedo con esa pieza, con Gary, con 31 Minutos y con ese Siddhartha, muy difícil de repetir.

Me despido, ¡oh, amigos míos!, con las últimas líneas de la canción de González: “Qué felicidad / Porque arena, porque amigos /Siempre hay en el mar”. ¡Chau! Tómenlo, o déjenlo.

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