Carlos Alberto Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Entre sus libros figuran Viaje al Corazón de Cuba (Plaza & Janés 1999), Las Raíces torcidas de América Latina (Plaza & Janés 2001), Los Latinoamericanos y la Cultura Occidental (Editorial Norma 2003).
Después de muchos años regresó a la ficción, con La mujer del Coronel, (Editorial Alfaguara 2011), Otra vez, Adiós (Prisa Ediciones 2012) y acabó de publicar su última novela Tiempo de Canallas (Editorial SUMA 2014).
En una tarde soleada del caluroso verano de Miami, Carlos Alberto Montaner nos recibió en su apartamento, en Brickell Avenue, con una hermosa vista a toda la bahía de Miami, para hablar sobre su obra y sobretodo acerca de su más reciente publicación Tiempo de Canallas.
Este es el resultado de aquella charla maravillosa…
Carlos Alberto Montaner con Tiempo de Canallas reafirma su camino en la ficción. Anteriormente había publicado dos novelas, pero había dedicado más su escritura al ensayo… ¿Cómo han recibido los lectores de Carlos Alberto Montaner acostumbrados al ensayista, al nuevo escritor de ficción?
Yo creo que son dos grupos de lectores diferentes, la ficción es más para gente joven, estadísticamente además son más las mujeres que leen ficción que los hombres, al menos eso dicen los números, mujeres entre 16 y 50 años leen más ficción. La ventaja de la ficción sobre el ensayo es que el lector no toma partida ideológica. Pero la novela es otra cosa, es un género para entretener mientras que el ensayo es para preocupar: uno va dirigido a la inteligencia y el otro a las emociones. El escritor de ficción si escribe una novela de humor quiere que el lector se ría, si escribe una novela de misterio, o un thriller político como es Tiempo de Canallas, entonces quiere intrigar al lector, quiere despertar en él una curiosidad que lo lleve a pasar página tras página, si escribe una novela erótica lo que quiere es excitar al lector. La función del escritor de ficción es precisamente estremecer las emociones.
¿Usted tuvo en sus inicios algún momento clave, quizás épico, en que usted dijo a partir de ahora voy a ser un escritor?
Dejar de ser un escritor en ciernes para convertirse en uno profesional es un proceso paulatino. Yo quería ser escritor desde la adolescencia pero se fue reafirmando con los años. Creo que ocurrió a partir de los veintitantos, cuando comencé a escribir en la prensa. De alguna forma cuando te toca llenar alguna planilla, y te preguntan por tu profesión, ya tienes el valor de poner escritor, porque antes era profesor o catedrático. Es una categoría que tienes que asumir, no significa que tienes que vivir de lo que escribes pues hay una vieja frase que dice que el que quiere vivir de lo que escribe acaba por escribir mal y vivir peor, pero bueno que quede claro que de vender no dependerá el resultado de tu obra, mira el ejemplo de Van Gogh, que nunca pudo vender un cuadro.
Ahora que estamos hablando de ese jovencito llamado Carlos Alberto Montaner que quiere lanzarse al mundo de la literatura, que sale de Cuba, ¿nos puede decir en qué circunstancias usted sale de Cuba?
Yo estaba muy jovencito – 17 años- y junto a otros tres estudiantes caí preso por razones políticas. No hicimos nada porque desde el principio un infiltrado le contó a la policía que pensábamos llevar armas a unos alzados. Aún cuando no lo hicimos nos condenaron a veinte años de prisión. Por ser joven me trasladaron a una cárcel de menor rigor de donde me escapé. Luego de las peripecias de estar escondidos en La Habana logramos asilarnos en una embajada y salimos siete meses más tarde, protegidos por la bandera de Venezuela.
En septiembre de 1961 puse un pie en Estados Unidos, me había casado a los 16, y a los 17 años ya éramos padres. Con mi mujer estamos juntos desde los 14 hasta hoy. Tuvimos que pasar la dura vida de adultos, de trabajar en el día y estudiar en la noche para salir adelante y criar a una familia. Obtuve un máster en Literatura y comencé a enseñar pero mi objetivo era escribir, y lo más cercano a esa vocación era enseñar. En el año 70 me fui a España donde había una densa vida intelectual, a hacer el doctorado, pero con la intención de abrirme paso como escritor. Yo no conocía España pero tenía un conocimiento amplio del país en lo literario: por el teatro del Siglo de oro, la Literatura medieval, la Literatura del siglo XIX. Y la verdad que fue un amor a primera vista porque me enamoré de España. Tanto así que durante cuarenta años ininterrumpidos viví allí. Escribí en periódicos, di conferencias, publiqué libros hasta que creamos una pequeña editorial didáctica. La idea era crear una editorial dedicada a la ficción, pero la economía de mercado es un sistema de tanteo y error y descubrí que el nicho comercial estaba en lo pedagógico, sin capital empezamos la editorial tan solo con un apartado postal y no en una oficina física. Nos fue muy bien de acuerdo con nuestras expectativas, que eran mantener a la familia y sostener a nuestros hijos. Mientras trabajaba en eso, entré al mundo del ensayo, los artículos y las conferencias y nos tocó vivir una etapa apasionante: la transición de la dictadura de Franco a la democracia. Fue maravillosa porque me acerqué a las ideas de la libertad y a los grupos liberales. Yo venía de esa transición típica de Latinoamérica del joven revolucionario radical de la adolescencia hasta que descubrí el pensamiento liberal en España, descubrí a Hayek y que existía un manera de entender las relaciones económicas y las relaciones entre sociedad y estado. También aprendí que todas las premisas sobre el carácter nacional eran falsas, la ideas de que los españoles eras levantiscos eran sólo ideas de Franco: él había vivido el desorden de la segunda república y el caos de los años veinte que culminó con la dictadura de Primo de Rivera; es decir: Franco fue un hombre de su época y desarrolló la teoría de que los españoles eran ingobernables y que solo con una fusta y el palo se podían gobernar.
Hay un ensayo que resalta en su obra, se nota mucho el rigor intelectual en la investigación pero también se nota que es un libro escrito desde el corazón, me refiero a Viaje al corazón de Cuba. Cuba está siempre presente en su obra háblenos un poco de ello…
Ante todo soy cubano, tengo pasaporte español y pasaporte norteamericano, pero soy cubano. Soy un cubano que ha vivido cuatro quintas partes de su vida fuera de Cuba y supongo que moriré en el exilio, pero Cuba es una preocupación central, al principio como una enorme relación, luego como un conflicto de carácter político y hoy como una obligación moral, es decir: nací allí, viví allí 18 años, allí asesinaron a algunos de los estudiantes que cayeron presos conmigo como Alfredo Carrión que lo asesinaron en la cárcel y eso te crea una responsabilidad. Todo lo que yo pueda hacer para que ese país recupere su libertad y salga de la locura en la que se encuentra, lo voy a hacer.
Esa responsabilidad nunca se va a acabar.
No.
Hay dos textos que usted escribe con Plinio Apuleyo Mendoza y con Avaro Vargas Llosa, que son El Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de Miseria. Fueron textos polémicos porque por su carácter político iban en contra de la mayoría intelectual latinoamericana. ¿Es casi por un deporte del intelectual latinoamericano rechazar las ideas liberales?
Sí, hay una vieja tendencia que viene desde la Colonia, lo que llamamos populismo hoy en día, que es esa reverencia al estado como gran dispensador de favores como centro de la vida económica o como fuente de iniciativas, todos eso forma parte de la visión colonial de la economía, no hay mucha diferencia entre lo que planteaban los mercantilistas en el siglo XVIII o en el siglo XVII y lo que plantean los populistas en el siglo XX o en el siglo XXI. Temo que el riesgo principal de la cultura política latinoamericana es el síndrome de indefensión, de que yo no puedo hacer nada y el estado me lo tiene que resolver todo, es realmente triste.
Hay dos ensayos que resaltan como el Magnum Opus de Carlos Alberto Montaner, uno de ellos es Las raíces torcidas de América Latina y el otro Los latinoamericanos y la cultura occidental, ¿usted los considera la cúspide de su obra ensayística?
Yo hice un gran esfuerzo para escribirlos, y lo digo en el prólogo de Los latinoamericanos y la cultura occidental, son libros escritos para responderme yo mismo preguntas que me he hecho siempre. Qué cosa es América Latina, de dónde viene, de dónde procede, eso no estaba en los libros de historia, esa es la raíz de Los latinoamericanos y la cultura occidental y lo otro que me preguntaba es por qué no pudimos ser, en el desempeño económico, diferentes de otros pueblos y eso es lo que trato de responder en Las raíces torcidas de América Latina. Fueron libros surgidos de cursos que di en varias universidades, como la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, y la Universidad de Miami. Yo tuve una discusión con una persona a la que respeté mucho intelectualmente y con quien coincidí en varios simposios y conferencias: fue Samuel Huntington y la discusión era porque él segregaba a Latinoamérica como si no fuera parte de occidente, algo que comenzó con España que siempre ha sido vista de una manera marginal pese a haber construido uno de los grandes imperios culturales y sociales del planeta. Los latinoamericanos heredamos eso y agregamos nuestra propia cosecha. La superstición de que América Latina no forma parte de occidente, es muy extendida y estos dos libros están encaminados a demostrar que eso no es cierto, si hay algo que es profundamente occidental es América Latina: el Derecho, la manera de entender la realidad, nuestros juegos , la forma como nos divertimos, la forma como construimos nuestras ciudades, la religión, las leyes, todo es de raigambre occidental, que hayamos tenido éxito o no, bueno, eso lo trato de explicar en las raíces torcidas…
Vamos a pasar a la ficción, en determinado momento Carlos Alberto Montaner decide sumergirse en la ficción, y hasta el momento ha cumplido con la “amenaza” que hizo a sus lectores de ensayos de escribir solo ficción… Afortunadamente esos lectores no han sido defraudados… ¿por qué decide tomar esta decisión?
Bueno, debe ser la edad [risas]…
Hay cierta necesidad de contar cosas en ficción, en este campo tienes oportunidades extraordinarias. Por ejemplo en La mujer del coronel, el primero de los libros con el que regreso a la novela, es una historia que me da un tema muy importante. Cuando un Estado decide que es el dueño de las emociones de las personas estamos frente al peor de los Estados totalitarios, es el tema del control afectivo como ocurre en Cuba, es un Estado que se dedica a vigilar la entrepierna de las mujeres de los dirigentes para notificarles si ha habido una infidelidad, y se mete a la alcoba de la gente para saber a quién aman y cómo aman. Que te digan lo que debes creer o lo que debes leer es terrible, pero que además un estado decida por tu afectividad me parece espantoso, eso es La mujer del coronel, la historia tiene elementos eróticos, pero hay detrás de esto una causa moral.
Otra causa que me interesa es la causa judía, yo no soy judío, he ido a Israel pero no soy judío, sin embargo nosotros vemos la realidad moral a través de esos ojos, con lo cual todo el mundo tiene dos patrias, la suya y ese pedazo del mundo occidental donde cuajó la visión espiritual de los judíos. Pero el punto es que hay un elemento de injusticia que es para mí horroroso y eso está escrito en el libro Mi lucha, de Adolfo Hitler, y en todos los textos antisemitas: la idea de que si extirpas del planeta a una etnia solucionarás todos los problemas del mundo es una de las ideas más estúpidas y mas locas que pueden existir. Costó seis millones de personas y hubo millones de personas apoyándola.
Entre aquellos judíos hubieron matemáticos, físicos, grandes estadistas, tanto en Alemania, en Austria y en Polonia, era un pueblo muy estimable. Recuerdo cuando leí que Freud era judío, que se hacia un retrato cada cierto tiempo y que sus cuatro hermanas murieron en campos de concentración, yo dije aquí hay una historia interesante que contar. Los judíos se vieron acorralados por un prejuicio estúpido y me interesó explorar esa historia, así surgió mi novela Otra vez, adiós, esa novela surgió de un capitulo de Tiempo de canallas en el que entro a relatar un episodio de los años 50 muy interesante. Allí vi una historia independiente que fue un capitulo donde Salvador de Madariaga y Julián Gorkin, intelectuales españoles, llegaron a Cuba para crear un comité de intelectuales para enfrentarse al esfuerzo de la Unión Soviética, eran tiempos de la Guerra fría, que empieza al final de la Segunda guerra mundial, en Atenas cuando los ingleses tienen que batirse con una mano con los nazis y con la otra con el partido comunista: los comunistas están intentando apoderarse de Grecia para sustituir la dictadura Nazi por una dictadura estalinista. Allí empieza, pero se manifiesta de manera clara cuando los soviéticos desarrollan una campaña de seducción de los intelectuales y los artistas por medio de los congresos mundiales por la paz, un instrumento de penetración brillantemente diseñados: quién le va a decir que no a la paz. Lo sensato es decirle que sí a la paz. La Guerra fría se libró en todos los escenarios y los escenarios intelectuales fueron muy importantes, la idea era una idea gramsciana: había que conquistar la inteligencia y las emociones de las personas y entonces no iba ser necesario utilizar los cañones.
Se desarrolló ese plan de propaganda comunista donde los soviéticos desarrollaron todo un plan de conquista de occidente que comenzó a tener éxito. Aquí, en 1949, en Nueva York, en el Waldorf Astoria, celebraron una conferencia llamada el “Congreso Mundial por la Paz”, presidida ad honorem por Albert Einstein, Arthur Miller, Norman Mailer, además de grandes científicos, intelectuales y artistas, pero ellos no sabían que eran objeto de una manipulación de los soviéticos, era un congreso manejado por los comunistas y llegó la reacción de los Estados Unidos, ellos sabían que los únicos que tenían la pasión para enfrentar a los comunistas eran los ex comunistas, los que venían del marxismo – leninismo, y fue así que los norteamericanos crearon la primera operación de la CIA para contrarrestar lo que hacía la KGB, que entonces era el NKVD, a través de un congreso al que llamaron “Congreso por la Libertad de la Cultura”, que fue financiado por la CIA y dirigido por los ex comunistas. El primer congreso se da en Berlín, lo cual era interesante porque Berlín era una ciudad sitiada, había un pedazo de Berlín que era el Berlín libre y además Alemania era un país derrotado hacía cinco años, allí comienza esa batalla contra los comunistas. Ese es el marco histórico y político. Pero como una ficción requiere una historia y esta una historia de amor y a la vez es un thriller donde hay crímenes, entonces construyo las historias para despertar el interés del lector de saber qué va a pasar. La estrategia narrativa comienza con sacar de la cárcel a una persona que no sabe porque sale.
No hay nada más difícil en la construcción de una novela que conseguir que la trama te atrape. Porque leer es un esfuerzo, requiere de la voluntad, si el interés se pierde dejas de leer y la labor del escritor es conseguir que el lector se mantenga interesado en la historia que le estás contando.
En Tiempo de canallas, hay un trasfondo que llega casi a convertirse en protagonista, hablo del escenario de las pugnas ideológicas del siglo XX y el París que era una fiesta a donde todos los artistas debían llegar, pero al mismo tiempo el hilo de la novela es su historia ¿La novela es mas novela histórica o es mas historia de amor?
Tiene de las dos cosas, hay un amor muy torturado, hay el sadomasoquismo que existe en la novela, ligero con la función de llevarte hacia el último capítulo, como narrar ese último capítulo, como darle la verdad de un personaje capaz de cualquier cosa si ese personaje no está totalmente controlado.
Es las dos cosas, el trasfondo histórico es muy importante pero la esencia es la relación perversa de Rafael Mallo y Sarah Vandor.
¿Fue muy difícil construir un personaje con el perfil psicológico de Rafael Mallo?
Sí, porque tú no puedes dar toda la información del personaje, tienes que ir dando pinceladas, y el personaje poco a poco tenía que ir saliendo. Después le vas contando al lector sobre cuáles son los motivos infantiles que lo sacuden, todo ello hizo que el personaje fuera difícil, lo tienes que hacer grato e interesante y por supuesto tienes que ir preparando al lector para la verdad. No puedes convertir a la Madre Teresa en Josef Mengele súbitamente, tiene que haber una transición. El personaje de Sarah Vandor es emotiva, mucho más loca, a mí me interesa mucho la psicología femenina, me parece más densa, aunque no voy a negar que Rafael Mallo es de por sí muy complejo. Flaubert decía que él era Madame Bovary, uno logra ser un poquito de todos sus personajes.
Tiempo de canallas está enmarcado entre el poder del comunismo y la unión soviética y el poder americano y la defensa del mercado capitalista, hoy esa pugna ya no existe, ¿que nos ha dejado esa época?
Desde 1943 hasta ahora, ese es el mundo que yo viví. Viví en Cuba, en España, en Europa, en plena Guerra fría, conocí a varios protagonistas que incluso aparecen en el libro. La Guerra civil española fue clave en dividir al mundo, el fascismo frente al comunismo, fue un mundo que viví en carne propia y tenía que plasmarlo en la novela.
En Tiempo de canallas se ve que el intelectual está muy involucrado en política luchando y tratando de ser un revolucionario, pero hoy en día no se ve ese nivel de compromiso político. ¿Despareció ese intelectual político?
Existe en algunos lugares, no como antes pero existe. Mario Vargas Llosa es reflejo de esa militancia que tuvo su momento esplendoroso en el siglo XIX cuando Víctor Hugo era el corazón y el cerebro del mundo occidental, hoy en día ese rol es de Vargas Llosa como en su momento fue de Octavio Paz. En algún momento fue también el rol de Jean Paul Sartre, quizás lo pueda compartir también Eduardo Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina. Hoy es posible que sea cierto: el intelectual no se compromete tanto en política como ocurría antes.
¿A qué autores de ficción regresa siempre?
Tengo un problema serio: no tengo todo el tiempo para leer como quisiera. Es decir para leer ficción. Leo muchos ensayos y artículos pero no tanta ficción. Me gusta mucho Mario Vargas Llosa, el hace historias muy bien escritas y muy bien construidas. Valle Inclán fue un escritor prodigioso, como pocos en la lengua española, recuerdo algunas novelas de Camilo José Cela. Un libro que me impactó mucho cuando era joven fue El cero y el infinito de Arthur Koestler, una obra excelente. Pío Baroja me parece un escritor muy valioso. Pocas veces me gusta toda la obra de un autor, me gustan más ciertos libros. Hoy me sigue deslumbrando Borges, quien amolda perfectamente el lenguaje, él posee una inteligencia única para adjetivar o colocar el adverbio perfecto. Carlos Fuentes escribió un buen libro que se llama La muerte de Artemio Cruz, y otro mexicano Jorge Ibargüengoitia escribió una novelita excelente que se llamo Los relámpagos de agosto.
Carlos Alberto Montaner vive hoy entre Miami y Madrid…
Bueno, Madrid es una ciudad hermosa y hospitalaria, mi nostalgia siempre es por Madrid, donde viví cuarenta años, pero en Madrid extraño a mis amigos cubanos que viven en Miami. Esta para mí es una ciudad puente de donde salto a dar conferencias en otras ciudades. En cada ciudad donde vivo, busco un espacio cómodo y agradable que me permita escribir, tengo una parte de mi corazón en cada ciudad, pero en algún momento te das cuenta de que la ciudad forma parte de ti y tú eres parte la identidad colectiva de la ciudad: hay el londinense, el neoyorquino, el madrileño y supongo que hay también el miamense. Uno debe cuidar de la ciudad porque hay una vinculación emocional con el sitio en donde uno vive.
Usted siempre habla de Cuba con esperanza… ¿Regresara la libertad a Cuba?
La libertad regresará, no sé si yo tenga tiempo de verla, pero volverá. El país se enderezará y se incorporará a sus raíces latinoamericanas: se restaurarán las ganas de vivir y trabajar. Estoy seguro que si regresará.