Los franceses le propinaron este domingo una derrota decisiva a la derecha reaccionaria. En la segunda vuelta electoral, más del 65 por ciento del electorado le dio la victoria al candidato independiente centrista Emmanuel Macron. Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha, perdió la contienda con un 34 por ciento del voto.
Le Pen admitió el fracaso de su aspiración presidencial y le deseó al ganador “éxito ante los enormes desafíos que Francia afronta”. También dijo que su partido, el Frente Nacional, debe renovarse para “formar una nueva fuerza política”.
La candidata derechista salió al ruedo electoral con un programa nacionalista y populista, explotando el descontento de los votantes con los partidos tradicionales de derecha y de izquierda. Le Pen prometió, si ganaba, priorizar todo lo francés, aumentar los aranceles a las importaciones, controlar la inmigración (con énfasis especial en el rechazo a los musulmanes), y sacar a Francia de la Unión Europea. Para Le Pen y sus seguidores, todos los problemas de la nación gala se deben, fundamentalmente, a los extranjeros, y específicamente a los mahometanos.
Le Pen quería decirle adieu a Europa y restituir el franco como moneda nacional. Pero según los expertos, el Frexit traería graves secuelas para Francia, entre ellas una crisis bancaria, un aumento de la inflación y otros males.
Macron, que a sus 39 años es el presidente más joven en la historia de Francia, hizo campaña proponiendo “lo mejor de la izquierda, lo mejor de la derecha e incluso lo mejor del centro”. Al igual que Le Pen, quiere reducir la cantidad de funcionarios públicos. Pero también buscará que todo el mundo tenga derecho al subsidio por desempleo, y ayudará a los agricultores, un sector importante de la economía gala pero hasta ahora mal atendido por los políticos.
Macron quiere reforzar la protección en la frontera. Tratará de acercar más a los musulmanes a la cultura francesa, pero sin discriminarlos. Y procurará fortalecer la Unión Europea con presupuestos para ayudar a los países integrantes que necesiten un socorro económico.
Cansados de la política tradicional, los franceses fueron a las urnas este domingo a elegir entre dos candidatos que se apartaban de la norma habitual. Uno de esos aspirantes, Le Pen, apostó por esa fatiga, esperando entrar en el Palacio del Elíseo sobre una ola de populismo.
Muchos pensaron que podría ganar, repitiendo la hazaña electoral de Donald Trump en los Estados Unidos. Ambos, Trump y Le Pen, invocaron el nacionalismo extremo. Ambos culparon al extranjero, al otro, de los males del país. Ambos prometieron destruir alianzas y cerrar las puertas de sus respectivas naciones.
Pero los franceses no cometieron el mismo error que los norteamericanos. Este domingo, la mayoría votó por la integración en vez de optar por el aislamiento. Votaron por la solidaridad y no por el egoísmo. Votaron por mantener la unidad de Europa, que es un ejemplo de cómo puede ser el mundo: un mundo sin fronteras, un mundo libre donde todos seamos iguales y todos tengamos los mismos derechos y las mismas oportunidades de crecer y de ayudarnos mutuamente.
Este domingo, al darle el triunfo a Macron, los franceses votaron por los ideales que hicieron gloriosa a la República y que, pese a momentos de oscuridad, pese a espasmos imperiales injustificables, se han mantenido desde 1789 y han sido una guía en la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad en todo el mundo. Este domingo, los franceses –una vez más– se movilizaron por un futuro mejor.