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Undset y Thomas Mann lo hicieron breve

¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nobel de literatura? Esta es mi undécima entrega.

En 1928, el premio Nobel se otorgó a la escritora noruega Sigrid Undset por su retrato de la vida escandinava durante la Edad Media, plasmado magníficamente en Kristin Lavransdatter (1920-22), trilogía de novelas cuyo primer volumen Liv Ullman llevaría al cine. Antes de esta trilogía, Undset había pasado por una etapa “realista” cuya característica principal era el protagonismo de personajes femeninos. En las 1400 páginas de Kristin Lavransdatter Undset hace de su interés primordial —las relaciones amorosas entre hombres y mujeres— el núcleo de su narrativa. Su trilogía fue catalogada como “la Ilíada del Norte”. Su discurso de aceptación fue breve y estuvo limitado a agradecer a la Academia. En 1929 recibió el premio Nobel de literatura el novelista y ensayista alemán Thomas Mann. Si bien su reconocimiento hasta el momento de recibir el Nobel se basaba en novelas como La montaña mágica (1924) y relatos como Muerte en Venecia (1912), la Academia decide premiarlo por su novela filosófica Los Buddenbrook (1901), ya que, según el Comité del premio, la tradición de la novela realista no había tenido un exponente de alto calibre hasta la llegada de Mann. En esta novela, según la presentación que se hace del escritor, vemos una civilización burguesa, “con sus horizontes históricos, sus cambios generacionales y la evolución de los personajes”. Ya desde aquí asoma la que sería preocupación central de su estética: la luchas entre el arte y la vida. En su breve discurso de aceptación, Mann se refiere a su aversión por la oratoria y a su naturaleza “épica, no dramática”. Luego hará referencia a que la literatura y el pensamiento alemán han perdurado a pesar de condiciones difíciles (se refiere aquí a la Primera Guerra Mundial). Y tal vez lo más interesante de su alocución sea cuando comenta que la dignidad de la forma es un rasgo de honor para los europeos. “Alemania”, dice Mann, “ha preservado su honor espiritual uniendo el principio oriental del sufrimiento con el occidental de la forma”. Encontramos esta cita en Muerte en Venecia: “¿Qué podían importarle ahora el arte y la virtud frente a las ventajas del caos? Calló, pues, y se quedó”.

Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato

porque de impaciente que se halla mi alma

se me está saliendo por el pie”.

Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

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