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#Underground: Diverso Valor Tres

 

Jorge Luis Borges solía decir que los billetes son esos imprudentes papeles que tienen diverso valor y el mismo tamaño. Este mal intercambiable del que hablaba el autor de ‘El Aleph’ apareció por primera vez en el siglo VII en China, y su uso oficial se instauró en 1812, siendo Suecia su primera estancia en Europa; en donde se imprimía como recibo por el soldado Johan Palmstruch en Estocolmo, lo que significó como el primer banco de la historia. Surge aquí una práctica más peligrosa que los ejércitos, como diría Thomas Jefferson, y es mejor que la gente no sepa el sistema con el que trabajan sino habría una revolución mañana por la mañana, contestaría Henri Ford.

En el México prehispánico ya se intercambiaban el cacao, el jade, el algodón y la pluma de pato como medios de cambio; pero la moneda como tal apareció en el Virreinato, con el descubrimiento de la riqueza minera en algunas zonas del país, lo que propició la apertura de una “casa de la moneda”; hasta llegada la independencia, en donde algunos anarquistas y grupos insurgentes —frente a la escasez generalizada de medios de pago en la Nueva España por el exporto de monedas y metales finos— acuñaron sus propias monedas en 1813.

No fue hasta 1922 que surgió el billete en tierra azteca, y lo hizo en Guanajuato, en pedazos de cartón de medio Real; esto, por la crisis y el abandono de las minas. El papel moneda pasó por el billete del primer imperio, el billete republicano, el de bancos privados como el ‘Londres de México’, el billete de la Revolución emitido por Victoriano Huerta; hasta su desmoronamiento y reascensión para llegar a como lo conocemos ahora: el billete del ‘Banco de México’ instaurado en 1925 durante el gobierno de Plutarco Elías Calles.

Son estos los billetes que entre otros, altera el artista visual #3. Trozos de papel impreso que resignifica con líneas procedentes del tag personal o el grafiti urbano. Una intervención contenida de un trasfondo anarquista, el de transgredir de manera simbólica la más grande depravación de las sociedades globalizadas. Entidades capitalistas que no logran ser del todo “sociedades” más que a costa de contarse a sí mismas todos los días una desgarbada mentira: la del trabajo; puesto el capital no se cansa, ya que no le cuesta ningún trabajo trabajar.

El #3 sabe, como Karl Marx, que la peor lucha es la que no se hace, e inicia la propia a través de la intervención artística de billetes, una acción que modifica el valor del dinero y de la propiedad de su espacio como objeto y como fetiche vulgar; una vicisitud en el capital que va de lo mundano a lo profano; una voluntad estética que adquiere y demanda significados disímiles. Trabajo que suscita reflexión sobre el dinero mismo, y la curación del arte en relación a las instituciones y el mercado, así como de los conceptos de valor, arte y sociedad.

El #3 opina que rayar un billete, aparte de ser un acto destructivo, crea una concepción de que realmente no tiene valor alguno; es lo más subversivo sobre lo que se puede dibujar, porque es aquella cosa que el humano trata de mantener intacta, ya que le permite su supervivencia.

Una interposición, la de deconstruir a partir del concepto de Jacques Derrida, que es la resignificación de un objeto para entender el cómo se ha construido, para ver su estructura y deducir que no hay un núcleo duro, al menos, en el dinero.

El artista construye a partir de lo frívolo, con nuevas formas y significantes; enarbola las ilustraciones nacionalistas de los billetes y las regenera con líneas y cortes de cutter que evocan las ondas en un mar nihilista relativo como la deconstrucción misma.

Una nueva efigie que facilita la comprensión de la naturaleza artificial de lo que se construye; lo que nos recuerda que el capital no es un mal en sí mismo, que el mal radica en su errado uso.

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