El índice de asesinatos en los Estados Unidos se ha disparado este año, según un reportaje de BBC News del 1 de septiembre, y por lo menos 30 ciudades han sufrido un alza en el número de crímenes.
Milwaukee es la ciudad más azotada por el aumento de la violencia, con un incremento del 76 por ciento. En Washington, la subida ha sido del 44 por ciento con respecto al año pasado. En la capital de la nación se han cometido 105 asesinatos este año.
Según el artículo, firmado por Ashley Gould, algunos dicen que el súbito aumento de la tasa de crímenes se debe a que la policía se siente más vigilada por el público y por los medios después de la muerte de afroamericanos a manos de uniformados en distintas ciudades, empezando por la muerte de Michael Brown en Ferguson, Missouri, el año pasado, y que por esa razón los agentes están evitando situaciones conflictivas, lo cual ha envalentonado a los criminales.
Pero ese argumento no se sostiene porque aunque en varias ciudades ha habido problemas raciales, el alza en el índice de homicidios no se limita a esas poblaciones: es una plaga nacional.
Muchos observadores indican que la violencia se debe a factores sociales, especialmente la desigualdad económica, que ha generado profundas divisiones en la sociedad norteamericana. Esta inequidad está reflejada en el hecho de que mientras 49 millones de norteamericanos pasan hambre o viven al borde del hambre, en 2013 los presidentes ejecutivos (CEO) de las 350 mayores empresas del país ganaron un promedio de 15,2 millones de dólares anuales, 295,9 veces más que el trabajador promedio. En 1965, los CEO ganaban aproximadamente 20 veces más que el empleado promedio; la desigualdad se ha disparado hasta las nubes.
Entretanto, numerosos estudios señalan una relación directa entre la tenencia de armas y la tasa de homicidios. Aunque muchos piensan que una población armada mantendría a raya a los criminales, la realidad parece ser otra.
En un artículo publicado en Live Science, Stephanie Pappas indica que un estudio publicado en 2014 en la revista Injury Prevention halló que por cada 1 por ciento de aumento en la tenencia de armas en los hogares, el índice general de homicidios crece 0,7 por ciento. Otro estudio, dirigido por Michael Monuteaux, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, halló que las agresiones con armas de fuego son 6,8 veces más comunes en los estados donde hay más armas. Y los homicidios cometidos con armas de fuego son 2,8 veces más comunes en los estados donde hay más armas.
En 2013, según cifras de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, se cometieron 16.121 homicidios en los Estados Unidos, de los cuales 11.208 se llevaron a cabo con armas de fuego. Y hubo 21.175 suicidios con armas de fuego, aproximadamente la mitad de todos los suicidios.
Estos datos no son una explicación concluyente del aumento en el índice nacional de asesinatos. Pero sí señalan una relación directa entre la cantidad de armas en manos de la población y la disparada tasa de crímenes cometidos con armas de fuego.
La propaganda de la Asociación Nacional del Rifle y otros grupos e individuos (entre ellos muchos políticos, sobre todo republicanos) a favor de que la gente se arme es solo mera propaganda comercial para favorecer el enorme negocio de la venta de armas, que en 2012 tuvo ingresos de $6.000 millones. Entretanto, los contribuyentes norteamericanos pagan aproximadamente $12,8 millones al día para cubrir los costos de las muertes y las lesiones causadas por las armas de fuego.
La extendida posesión de armas en los Estados Unidos –sin paralelo entre los países industrializados– no alivia el alto nivel de violencia. Por el contrario, lo agrava. Si los norteamericanos quieren más seguridad, tendrán que poner la mira en otra solución.