Cuando The Police lanzó Synchronicity en 1983, ya eran una banda en la cima del mundo. Habían logrado algo que pocos grupos británicos de la era post-punk habían conseguido: conquistar América sin perder su sofisticación. Synchronicity fue su punto culminante y también su despedida. Un disco cargado de tensiones internas, ambiciones artísticas y, sobre todo, de canciones inolvidables. Entre ellas, “King of Pain” se destaca como una de las más enigmáticas y devastadoras.
Sting escribió “King of Pain” tras su divorcio de Frances Tomelty, en medio de un viaje de autoexilio en Jamaica. La canción es un lamento, sí, pero también una declaración poética de autoidentificación con el sufrimiento. “There’s a little black spot on the sun today / It’s the same old thing as yesterday”. Esa mancha negra es el símbolo perfecto de un dolor persistente, omnipresente, que se proyecta en el mundo natural. Todo en la letra es metáfora, pero no para esconder, sino para amplificar la emoción: “A skeleton choking on a crust of bread”, “A butterfly trapped in a spider’s web”, “A black-winged gull with a broken back”. Es un catálogo de miserias que resuenan como pequeñas postales del alma rota del narrador.
Musicalmente, “King of Pain” es sobria pero rica. No hay aquí los ritmos caribeños juguetones de “Roxanne” ni el pop nervioso de “Every Little Thing She Does Is Magic”. En cambio, hay una estructura más clásica, casi progresiva, con un piano que sostiene la melodía y una guitarra acústica que aporta textura. Stewart Copeland, siempre versátil, deja de lado su batería expansiva para enfocarse en un ritmo contenido, mientras Andy Summers aporta arreglos atmosféricos que refuerzan la sensación de soledad. Todo está al servicio del mood: una especie de tristeza contenida, elegante, casi resignada.
Sting, que a veces ha sido criticado por su tendencia al narcisismo poético, logra aquí algo raro: una canción profundamente personal que se siente universal. Porque todos hemos tenido días en los que el mundo parece reflejar nuestra angustia interior. Y esa imagen del “rey del dolor” se queda pegada como un arquetipo del sufrimiento silencioso. No es una víctima, no es un mártir. Es alguien que ha aceptado su rol, que camina bajo el sol con la mancha negra a cuestas.
En el contexto del álbum, “King of Pain” es una pausa reflexiva antes del golpe emocional final de “Tea in the Sahara” y la omnipresente “Every Breath You Take”. Es la confesión más honesta de Synchronicity, y quizá la última gran canción de The Police como banda funcional. Después de esto, vendría el silencio, las carreras solistas, los reencuentros esporádicos. Pero el “rey del dolor” sigue ahí, como una figura inmóvil en un paisaje emocional devastado. Un recordatorio de que, incluso en el pop, el dolor puede ser sublime.