El film más reciente del director irlandés Paddy Breathnach, Viva, es la historia de Jesús (Héctor Medina), un joven habanero, apenas mayor de edad, homosexual, peluquero en un cabaret de travestis y que a veces, por necesidad, se prostituye. En el único lugar en el que Jesús recupera la autoestima es en el escenario del cabaret, donde le dan la oportunidad de subirse como drag queen, a hacer performances de cantantes famosas. Jesús está solo en el mundo: es huérfano de madre y su memoria no registra recuerdos del padre, quien cumple una condena por asesinato desde que su hijo tenía tres años. Una de esas noches en las que la drag queen se encuentra sobre las tablas, aparece su padre (Jorge Perugorría) ebrio en la barra. La trama se vuelve un hilo de tensión entre ambos, y un ajuste de cuentas con el pasado y los sentimientos encontrados.
Viva es un drama con muchas aristas. Nos encontramos ante un sujeto cuya personalidad e identidad han sido moldeadas por la falta de afecto. Jesús barre el suelo con la mirada, su silencio pesa, es un muchachito frágil. Si bien la relación con su padre revela una luz tenue al final del camino, las grietas de ésta son llagas que supuran, no se cierran ni se cerrarán. Además es una ventana abierta a la ciudad de La Habana, en la que se anda en círculos, cada día se está peor, y es habitual venderse contra natura para comprar una taza de arroz. Y también, entre el humo de los cigarrillos y las copas de ron que se empinan cada noche en el cabaret, que para Jesús es cielo e infierno, se nos presenta ese pequeño gueto, tan complejo y repudiado, que son los travestis.
Si buena parte del éxito de toda obra radica en generar emociones, Viva, cumple, son muchas las que transmite, toca las fibras del espectador, conmueve. Quizás su punto más débil esté en el conflicto entre padre tirano, alcohólico, que piensa con el pene y los puños, e hijo delicado, completamente opuesto a las expectativas de su progenitor. Esta es una fórmula que ha sido el germen de piezas notables, aunque ya sabe a trillada y resulta medio cansina. Pero hechas las sumas y las restas, son muchas más las virtudes que los defectos de Viva. Las actuaciones de Medina y Perugorría son de lujo, así como la de Luis Alberto García, quien hace el papel de “Mama”, el travesti que regenta el cabaret, cuyo rol es primordial. Y la escenografía en esas calles grises y de paredes descascaradas de La Habana, al igual que sus balcones desvencijados bañados siempre por lluvia, enmarcan todo dentro de un contexto decadente y patibulario.
Más que una película sobre travestis en Cuba, como han apuntado varios medios, Viva es una historia marginal, de antihéroes, pobreza y relaciones humanas fallidas que no admite desenlaces felices. Por otro lado, es de alguna manera el reflejo de la realidad de muchos de esos cubanos que no fueron invitados al desfile de Chanel, ni aparecen en las publicidades de Carnival.
La película se grabó íntegramente en Cuba y la produjo Benicio del Toro. Se estrenó en Latinoamérica y Europa en el 2015 y en febrero del 2016 llegó a las carteleras de Estados Unidos. Desde entonces, solo ha recibido elogios del público y la crítica.