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TODO LO QUE QUIERES SABER SOBRE LA YAKUZA

     Poco se sabe de la Yakuza, esa impenetrable organización criminal japonesa, más antigua que la mafia siciliana y cuyos orígenes se remontan nada menos que al siglo XVII. Poco más que sus miembros se tatúan, que forman clanes que se pelean entre sí por el dominio del territorio, y que se cortan los meñiques de sus dedos en señal de fidelidad a sus jefes.

     Un excelente trabajo periodístico, que se puede leer como novela, titulado Tokyo Vice, escrito por un Roberto Saviano norteamericano llamado Jake Adelstein (Missouri, 1969) nos ofrece un poco más de luz sobre esta oscura y siniestra organización criminal que es al Japón lo que la Coca-Cola a los Estados Unidos. Adelestein se trasladó a los 20 años a Japón y desde entonces su obsesión ha sido estudiar ese fenómeno criminal que ha cristalizado en un libro monumental que muy pronto se podrá ver en forma de serie en una plataforma. Jake Adelstein fue el primer extranjero que entró a formar parte de la redacción del mayor diario de Japón, el Yomiuri Shinbun, en donde empezó a interesarse por la Yakuza, tan profundamente que esta lo amenazó de muerte y hubo de poner a su mujer y sus dos hijos a salvo en Estados Unidos bajo la protección del FBI; pero él, tras un breve y prudente exilio, siguió con sus investigaciones sobre el crimen organizado.

     Tokyo Vice es una crónica detallada de los bajos fondos de Tokio, desde sus entrañas y con una visión de primera mano. Jake Adelstein, como si fuera un reportero de guerra, arriesgó su físico, y alguna vez este resultó perjudicado, a cambio de obtener información a través de sus numerosas fuentes sobre la más poderosa organización criminal de Japón, sus métodos, sus códigos, su permeación en toda la sociedad nipona y su forma de vida.

     El norteamericano recoge en las páginas de su voluminoso libro, rituales, ambientes sórdidos y una información exhaustiva sobre su abanico de negocios. Los tentáculos de la Yakuza, como los de la Mafia, llegan a la política, la banca, las fuerzas de seguridad. Se centra el libro en la vertiente sexual del negocio mafioso, las prácticas que tienen lugar en los comercios de sexo mercenario controlados por la organización, sin olvidar el extravagante comportamiento sexual, a ojos occidentales, de los clientes de estos tipos de establecimientos regidos por unas normas muy estrictas.

     Reflexiona Jake Adelstein sobre el fetichismo nipón, esa pedofilia no disimulada que inunda hasta el manga y las películas, en donde las adolescentes se visten de niña para levantar la libido de los hombres. Y todo ello bajo la mirada cómplice de cuerpos policiales que, previamente untados, miran hacia otro lado, sin olvidar la deontología del periodista de la que, a menudo, se olvida hasta él mismo.

     Jake Adelstein empatiza con todas esas mujeres explotadas por la Yakuza, maltratadas e impelidas a alguna adicción para asegurar su fidelidad y minusvaloradas por sus clientes, aunque pone el foco sobre una de ellas —extranjera—, de la que se encariña y que desaparece para siempre.

     No escapa el voluminoso tratado novelado sobre la Yakuza del tono moralizante. Da incluso la sensación de que Jake Adelstein busca con ello su propia redención por haber frecuentado ambientes sórdidos y haber tenido amistades poco recomendables por las que se ha sentido atraído como periodista, víctima de una especie de síndrome de Estocolmo hacia lo que estaba investigando.

     Adelstein, como Saviano, y al contrario de Mario Puzzo, cuyo El padrino fue muy valorado por el retrato del mundo del hampa, destapa todo un submundo delincuencial en una novela testimonial que un lector interesado por esa opaca y sectaria organización japonesa, adicta a la autoamputación de sus meñiques, su lado más folclórico, sabrá apreciar al margen de su interés literario. El libro está escrito en un tono neutro, como corresponde a un trabajo periodístico del que le separan sus experiencias personales y sus juicios morales, pero es también una novela negra: hay sangre, muertos y delitos por resolver como la dolorosa desaparición de la prostituta Polina, la espina clavada en el corazón del autor y protagonista. Tokyo Vice es casi un libro de tesis y consulta para todo aquel que quiera entersarse de qué va la Yakuza, escrito por alguien que, tras esa experiencia entre pecaminosa y detectivesca, se convirtió en sacerdote budista para purgar posibles faltas. Michael Mann, el director de El último mohicano, Alí y Miami Vice, ya está poniendo el libro en imágenes para una serie de televisión para HBO que será todo un éxito, sin duda, porque la Yakuza sigue teniendo un halo de misterio a ojos de los occidentales.

 

 

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