Search
Close this search box.

Tipos que dan miedo

Hay tipos que dan miedo sólo de mirarlos y uno se alegra de no estar a su alcance, de que entre su brazo y mi cuello hayan unas cuantas miles de millas marinas. Rodrigo Duterte, por ejemplo. Y Filipinas, como escenario. De Filipinas me suenan dos empresas punteras: una, Tabacos de Filipinas, empresa vinculada familiarmente al poeta Jaime Gil de Biedma (que vivió en el archipiélago), ya desaparecida, y la cervecera San Miguel.

Conozco por lo menos a dos personas que han estado en ese archipiélago que fue antigua colonia española hasta que Estados Unidos se quedó con ella. Filipinas, al contrario que Hispanoamérica, perdió el idioma español y escogió como vehicular el inglés además del tagalo. De España quedan los nombres propios cristianos, la religión católica que profesa la mayoría de la población,  incluido Rodrigo Duterte,  y las tradiciones procesionales de Semana Santa que  tienen un marcado acento sangriento. El español que se hablaba en la isla, por una  parte muy minoritaria de la población,  es el chabacano, término que ha quedado como sinónimo de vulgar.

Pues como decía, conozco a dos personas bastante allegadas que han viajado a ese archipiélago oriental y me han hablado maravillas de sus paisajes, pero yo tengo otra idea, seguramente falsa porque no lo he visitado y no creo que lo haga en un futuro inmediato. La realidad es poliédrica.

Será por deformación profesional (es lo que tiene escribir sobre delitos y delincuentes) pero yo me creo la imagen que da de su país, nada amable, el realizador Brillante Mendoza, una presencia casi obligada en el Festival de Cine de Gijón, cuyas películas reflejan una realidad social misérrima, una corrupción política rampante y una inseguridad preocupante. Su filme Kinatay, una traslación casi documental del espantoso asesinato de una prostituta a manos de un escuadrón de la Policía de Manila, es una de las pocas películas que me quitan el sueño, por su atrocidad casi snuff en aras de un realismo documentalista que es marca de la casa, y que juro no volver a ver para no padecer otra racha de insomnio. Y que conste que es una película muy notable para los que tengan estómago de aguantarla. Irreversible de Gaspar Noé, a su lado, es una frivolidad.

Vayamos a Rodrigo Duterte.  Si la cara es el espejo del alma y observamos su  rostro torvo, la mirada huidiza, y ese párpado caído que nos hurta un ojo, estamos ante un desalmado, podría muy bien interpretar a uno de los policías asesinos de la película Kinatay de Brillante Mendoza del mismo modo que Vladimir Putin puede ser un despiadado agente del KGB (lo es) en cualquier película de la serie Bond. Rodrigo Duterte era un delincuente que entraba y salía de la cárcel,  según confesión propia, y que mató a otro adolescente a cuchilladas porque le miró mal.

Rodrigo Duterte, en el país de la dinastía Marcos (uno de los mayores corruptos de la historia moderna), alardea de resolver los asuntos por métodos expeditivos, asesinando.  Otros lo hacen, y lo ocultan, pero él no tiene problema en alardear de ello. En su particular cruzada contra la droga, por ejemplo, contra los que trafican con ella y los que la consumen, no tiene reparos en confesar que asesina o manda asesinar a sus bandas para ahorrar recursos a la justicia. Mantener a gente en prisión es muy caro, aunque por nada del mundo me gustaría estar en una prisión de Manila, y lo de la reinserción es una chorrada de cuatro locos que claman por los derechos humanos.

A Rodrigo Duterte se le caliente con facilidad la boca y echa fuego a través de ella, o granadas de mano. Bajo su bendición escuadrones de la muerte se han cobrado impunemente miles de vidas y amenaza a los relatores de derechos humanos que lo denuncian con molerlos a golpes, y me consta que es hombre de palabra.

Me olvidaba decir que ese siniestro personaje, candidato a protagonizar por sus méritos una de mis novelas, es el presidente de Filipinas  que ha llegado al poder con semejantes credenciales de matón sanguinario y asesino confeso y no tiene ningún reparo en reconocerlo (en la reciente cumbre Asia Pacífico que se celebra en Vietnam, para marcar distancias con ese otro macho alfa que es Donald Trump, alardeó de ese crimen juvenil), y que es muy popular entre los suyos en una sociedad, como en otras muchas, en la que la violencia es moneda corriente.

La Filipinas de mi admirado Brillante Mendoza frente a la idílica de paraíso turístico que me transmiten mis amigas. De momento, me pierdo Filipinas.

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit